Nunca había estado en circunstancias laborales similares. No sabía que todo se podía convertir en una sustancia imaginaria que concentra todas las tensiones de una comunidad en un caldo de cultivo. Cómo se repelen los muñequitos, ya no hay ánimos para la cordialidad que nos permite tratarnos civilizadamente y no incurrir en eventos de heroicas tragedias corporativas… ¡todo por la libertad, kamaradas!

Y ese relojito del computador que el muy cabrón hoy sí no quiere andar, es un loquillo, cuando necesitas que se dilate y que ese sueño de controlar el tiempo aparezca por fin en tu vida te está avisando que ya es momento de que ejerzas tu derecho a ser un peón libre, ¡Es el momento muchacho! ¡Ve a ser tú! ¡Wiiiiiiiiiiii!

¿Y ahora qué tengo que hacer? Ah sí, ir a la gran ciudad…

Uff qué emoción de enfrentarse a la horda despiadada que te pisoteará si por un segundo dejas de estar atento a ese articulado cibernético que refleja lo que somos como proyecto de sociedad.

Un viaje casi que sideral para ver de vuelta desde el pasado a los misteriosamente resucitados isleños, tal vez por producto de esa santería que me imagino llevarán inoculada en la sangre, la magia que se propaga mientras en otros lugares del mundo solo se ve lo que los ojos permiten.

Pero ni un conjuro de los Orishas lograría ligarle el público deseado a Richard Blair y su emblema pionero Sidestepper, que siempre me intriga con esa idea de haber sido tal vez el primer acercamiento a tomar el folclor y enmascararlo con loops y secuencias.

Sigo teniendo la idea que si hubieran nacido unos años más cercanos al momento de estar esforzándome por decir algo valioso que estoy tratando de atrapar, tal vez, dentro de ese grandioso universo inútil de lo hipotético, tendrían un potencial igual o hasta superior a los embajadores de la fusión electrotropicopophipssemichictechnosiva que se han catapultado a la fama alternativa que ofrece el estar en el momento indicado en el lugar adecuado.

Llevo toda la semana preparándome para este reencuentro con recuerdos que son evocados por los sonidos, imágenes proyectadas desde esa conexión que se enlaza con esos ritmos, un detonante poderoso en toda la esencia de recobrar una experiencia.

Y también comienzo a tener esa idea que probablemente tenga en unos días al verlos en vivo. Otros pioneros, ese sonido muy bien ensamblado entre pistas tropicales sampleadas, con una acción de curaduría que nuestras eminencias del arte contemporáneo envidiarían al esparcir su magia sobre este laberinto de criterios

¡Qué haríamos sin los curadores, por ahí todos indefensos a nuestros gustos, por fin llegaron estos elegidos a mostrarnos el camino! Esa mezcla con las bases del hip hop creó una identidad para el rap latino, que, por lo menos en Colombia los logro identificar en el mismo Tres Coronas, inevitable pensar en eso cuando se ve en qué consiste la propuesta de Rocca, ahí preparándole el terreno a sus profetas.

Una admiración a pesar de no estar de su mismo lado siempre, aunque ese siempre se convierte en un deleite frente al valor literario que se escabulle entre las notas cuando las voces se hacen melodía. Eso pasa con el sur, ese sur que siempre tiene esos destellos genialmente pedantes, y nada qué hacer, cuando Catupecu se sube al escenario es inmediato que nos damos cuenta que hay algo que cambia, que realmente no hay nada que fingir… no por favor, ahg ¿amigos?

¿Diamante eléctrico? Dónde me quedé perdido como un náufrago que sigue nadando a la deriva y en contra de la corriente; cuando también vale la pena reflexionar sobre qué puede pasar este año cuando vemos constantemente que nuestros empresarios están un poco desligados de verse como agentes culturales que ostentan un poder que puede ser maligno si se sigue usando de forma perversa para llenar unas arcas a costa del naciente influjo de consumo de entretenimiento de esta nueva urbe que se erige impulsada por una horda sedienta de espíritu cosmopolita que aún sigo pensando que se entremezcla con una idiosincrasia en construcción…

Y, ¡momento! En estos días tuve la oportunidad de revivir ese extraño Un-plugged de Soda… un ejemplo prematuro de la genialidad de un poeta alado que se bautizaba sobre la ciudad de la furia… todos hermanos, hermanos de la literatura… y claro, qué bonito sería comenzar a tomarse más en serio este cuento, lo de Dylan no era algo aislado, lo de Cohen ya lo presagiaba, pero es que hay algo en la música que la hace un híbrido estético delicioso, esa posibilidad de jugar con la poesía, con la narrativa, para hacer piezas maestras desde su sonido hasta el sentido, y pues bueno si ellos lo han ganado también están las bases de Latinoamérica y la admiración en este caso por gente que ha logrado conformar un lenguaje singular.

Ahí está Catupecu orando con esas letanías tan particulares, siempre rondando en la cabeza, como llavecitas dispuestas e encontrar un tesoro de un cofre del cerebro que se niega a escapar, sigue ahí con miedo de volar, pero se retiene y da rabia, la cobardía es un palabro que no conocen tampoco carajo, una especie de nueva generación pero que igual mantiene esa hermandad con sus predecesores, los que ahora los cobijan, aunque estamos hablando de unas generaciones casi paralelas que se autoproclaman como embajadores de la esencia del rock latinoamericano, es mágico a pesar de solo tener unas 40 personas alrededor apoyando a unos grandes, que tal vez no me llenen tanto como la Magia Veneno percibida hacía un rato… igual se quedan en la memoria unas percepciones que elogian lo que se ha logrado en ese punto cardinal en cuanto a una postura muy honesta, así nos colonicen los vecinos, lo que vale es dejarse llevar.

Bueno pero entonces no queda claro nada, como siempre, esa es la intención, seguimos tratando de dar a entender lo incomprensible, que las letras están en un juego, no se trata de que todo se vuelva un lugar común, que entonces las reglas se tienen que profesar como un libro sagrado sin posibilidad de la blasfemia. Pero es que ese es el punto que no se puede explicar y que intento desglosar a pesar del fracaso congénito que eso acarrea… igual, las líneas donde se forma el pliegue son las líneas que terminan creando algo inusitado, ahí es donde se logra romper la monotonía… si escuchas y te tomas la música en serio deberías entender eso.

Y qué queda por pensar si estamos viendo la música más no la estamos escuchando, todos estamos inmersos en ese tedio reproductivo en el que la música solo es un objeto para seguir unos parámetros escogidos por el mercado, y bueno, es que la música se encuentra acorralada por un negocio, pero en el fondo sigue siendo música, y el problema es que no lo entendemos porque en ese giro necesario en el que un empresario se debe reconocer como un gestor estamos desperdiciando la oportunidad de recibir obsequios del alma, como podría haber sido tener a Everlast en medio de nosotros, predicando su historia de vida una y otra vez, con esa voz que es testigo de los límites entre la vida y la muerte, que es un reflejo de la honestidad del hombre que se admite como alguien que debe hacer lo que ama con el corazón, pero resulta que quedó envuelto entre Santiago Cruz y Carlos Vives, como un mexicano emparedado en un muro de Trump. No había claridad en el sitio de todo lo que pasaba a pesar de que sonaba “chévere” y “loco”, mientras nos llenábamos de Old Parr pa ver a Carlitos.

Aunque sí, como alguna vez lo hablé con un espejismo que todavía en mi mente se esconde y reaparece sin saber si fue real, todo se puede resumir a una muy mala campaña de marketing, con una serie de factores adversos, mientras espero que ese sueño de evolucionar hacia un país que abandone la superficie para sumergirse en las profundidades de lo esencial se pronuncie este año en forma de anhelados sonidos en vivo.

Una nota final me conduce de nuevo a esa caída de unos paradigmas con los que se puede construir una realidad, como en México…

Latinoamérica debería ponerse seria y dejar ya esa maña de andar alejándose unos de los otros, y más bien mirar hacia abajo, bueno los de abajo también mirar más arriba, y así… pero en el fondo dejar de mirar más arriba.

Se tiene todo, solo falta el valor para seguir rompiendo esa realidad, fragmentar esa imposición imaginaria con las que nos han restregado ese dólar en nuestra tierra y nosotros lamiendo de ese sucio billete como el trasero de un Dios.

Y por eso deberíamos dejar de maltratarnos si creemos en lo nuestro y también poner de nuestra parte pensando que somos parte de un todo y que esto es una construcción colectiva, que entre más unidos más fuertes somos; no más miedos, no más desconfianza, más unión, no más condiciones en las que esos escenarios llenos de talento quedan desolados, como a los hermanos del instituto mexicano del Sonido y a los genios de Tijuana Nortec Collective, no perdamos más oportunidades de hacer proyectos majestuosos, más conciencia… menos envidia… más energía… (bis).

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