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Periodista     Ene 25, 2024 - 9:10 am

Era un día especial y diferente a otros tantos que vivía un niño cualquiera de 13 años. Ese 25 de enero de 1999, la mayor preocupación para mí era estar bien peinado, vestido y listo para un evento del colegio Camilo Torres, de esos que los padres disfrutan.

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Pasados los bailes, risas y alegría, no restaba más que retornar a casa para descansar, jugar ‘atari’ con mi hermano, almorzar y alistarse para un ‘picadito’ con los muchachos de la cuadra.

Recuerdo subir al Mazda 626 de mi papá para volver a casa, en el barrio Santa Rita, en el sur de Bogotá. Mi papá solía tener música “moderna” en cassettes que ponía a rodar en el carro. Ahí sonó uno de esos éxitos de baladas americanas. Al llegar a casa, todo estaba listo para una tarde en familia.

Sentados en la sala del comedor esperábamos a que mi mamá sirviera el almuerzo. Recuerdo haber visto la hora: 1:19 p. m. De repente, vino esa sensación extraña en el estómago. Fea. Sentí bajo mis pies que el piso se movía. Al levantar la cabeza, las lámparas en forma de lágrimas que estaban sobre nuestras cabeza se movían. No tan duro, pero lo suficiente como para asustarse.

Mi mamá, que detesta los temblores, salió despavorida de la cocina. Mi papá, más sosegado, dijo la frase que sentenció mis recuerdos: “Ponga el radio, tembló”. Caracol Radio entonces informó del potente sismo que sacudió al eje cafetero. En Bogotá se sintió fuerte, pero las cosas en Armenia, capital de Quindío, parecían marchar de manera horrible.

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Luego de escuchar el primer informe de la radio, en el que no pudieron establecer comunicación telefónica fácilmente con su periodista en la zona porque no había señal en los teléfonos fijos (nota para los más jóvenes: no había celulares aún y los pocos que existían eran impagables), pasamos a ver la televisión. Allí observamos la cara de Yamid Amat, angustiado y pálido.

“Un temblor de tierra sacudió al país. Los daños graves ocurren en Pereira y en Armenia. El norte de Bogotá fue estremecido”, dijo Yamid Amat en su primera intervención en Noticias Caracol.

El terremoto de magnitud de 6.2 tuvo como epicentro a la población de Córdoba (Quindío), a una profundidad de solo 19 kilómetros. Ese hecho hizo que todo se viniera abajo (menos la fe y pujanza de los habitantes del eje cafetero) y que varios deslizamientos de tierra dejaran incomunicada a esa región por varias horas. El país iría conociendo a cuentagotas la información que llegaba desde la zona de la tragedia.

Así lo recuerda hoy Leonel Lizcano Dávila, periodista establecido en Cali y quien tuvo la difícil tarea de cubrir todos los sucesos posteriores al terremoto. Lizcano habló con Pulzo y contó que ese fatídico lunes 25 de enero, sobre la 1:30 p. m. su cabeza estaba en otro cuento.

El comunicador dirigía entonces el noticiero de una cadena radial en el departamento del Valle y recordó que estaban “celebrándole el cumpleaños a una compañera en el cuarto piso de la edificación”, cuando la tierra se estremeció de manera furiosa por “más de 30 segundos”.

De inmediato, entró al aire para empezar a informar lo que, en ese momento, creía había ocurrido, pero sin conocer a profundidad qué pasaba realmente en la zona de la tragedia. Recuerda que llamó por teléfono fijo a las entidades de socorro del departamento, quienes a su vez le informaron que tenía que comunicarse con las autoridades de Quindío, pues allí se había originado la tragedia.

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Sin celular, redes sociales, ni el todopoderoso Internet, a Lizcano no le quedó de otra que empezar a pasar de llamada en llamada, hasta encontrar los testimonios de colegas suyos que deambulan por las calles de Armenia ayudando a las víctimas, pero también reportando lo que ocurría en la ciudad.

De hecho, uno de esos recuerdos frescos que tengo en la memoria es el de las primeras imágenes emitidas por Noticias Caracol ese día. Los registros envejecidos y dantescos, pintados por una especie de filtro azul en el lente, que le daban un aspecto lúgubre al horror que se vivía en Armenia.

Rostros empolvados, edificios destruidos como si se tratara de un campo de guerra y los cuerpos de aquellos que ya se habían ido de este mundo, llegaron al resto del país después de una hora de ocurrido el sismo vía ‘Fly Away’,un sistema que para la época era de alta tecnología, tal y como lo mencionó Yamid Amat.

Ese mecanismo permitía sacar una transmisión subiendo una señal de audio y video a un satélite, mediante una antena de tipo parabólica que permitía bajar la información por un receptor en cualquier lugar del mundo. Hoy es impensado que la señal no llegue al instante hasta los hogares, pues las transmisiones de satélite envían datos en tiempo real y, obvio, la masificación de la tecnología cumple con la labor de mostrar al planeta, en apenas fracciones de segundo, videos y fotos desde cualquier lugar.

La tragedia y el dolor se sentían en el ambiente. Los medios informaron que, al final de la búsqueda de los cuerpos de socorro1.185 personas perdieron la vida, 8.536 heridos y más de 700 desaparecidos reportados, aunque esas cifras fueron llegando oficialmente después de varias horas y hasta días, lejos de la data que viaja al instante en los tiempos modernos y hace más fácil la tarea de informar en la actualidad.

Esa noche, luego de repetir en mi cabeza una y otra vez las imágenes de esa cámara con ‘filtro’ azul y darle vueltas a la frase de mi papá, me fui a dormir con un beso de mi mamá diciendo que no temiera, que ella estaba ahí.

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