Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Gustavo Arbelaez   Feb 7, 2024 - 11:49 am
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Poco más de una semana duró el mural que le hicieron a Piedad Córdoba en San Antonio de Prado antes de ser vandalizado. Jheny Duque, una de las autoras del mural que levantó todo tipo de opiniones, fue quien mostró cómo había quedado el mural, que además del retrato de la fallecida política, también tiene una figura de Mafalda con una frase “Soy lo mejor de este país”.

Los responsables del ataque deformaron con aerosol la imagen de Piedad y le pintaron esvásticas nazis mal hechas. Aunque lamentó este acto de intolerancia, Duque señaló que era una reacción que esperaban, pero aseguró que volverán a pintar el mural una y otra vez, las veces que sean necesarias. Vamos a seguir floreciendo pese al odio, vamos a demostrar que el arte es resistencia y mandato. ¿Hacemos convite pa volverlo a pintar?”, fue la invitación que lanzó a través de X.

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La respuesta positiva no se hizo esperar. Mientras la hija de Piedad, Natalia Castro, quien dio detalles de su fallecimiento, pidió respeto por la memoria de su mamá, decenas de personas anunciaron sumarse con recursos y tiempo para recuperar nuevamente el mural que fue pintado una semana después de que la reconocida abogada y política antioqueña muriera de manera intempestiva en su casa el pasado 20 de enero. “No hay mejor respuesta contra los que quieren ver al país mal que con arte, cultura, amor”, “volveremos a pintarlo una y mil veces”, “Vamos a responder con cultura y arte”, fueron algunas de las respuestas.

Pero también se reiteraron las amenazas contra el mural. Algunos usuarios señalaron que estaban dispuestos a volver a dañarlo y otros pidieron la dirección de lugar para ir a “mearlo”.

La polémica alrededor del mural en homenaje a Piedad Córdoba no es una situación excepcional. De hecho, las paredes en Medellín (donde un joven murió en Afterlife) se han convertido en los últimos años en lugares fundamentales de expresión política y de memoria. A raíz de los paros de 2019 y 2020 empezaron a surgir en toda la ciudad murales para honrar la memoria de los asesinados durante las protestas y los mutilados por la fuerza pública. Uno de los murales que provocó la censura de la propia fuerza pública, en compañía de decenas de ciudadanos, fue el que pintaron los jóvenes en el deprimido del cruce de la carrera 80 y la calle 44 San Juan y que proclamaba en letras gigantes “Nos están matando”, una consigna simbólica que según sus autores quería servir como grito ante la represión y la situación agobiante que atravesaban los jóvenes y todo el país tras la pandemia y en medio de la crisis social.

Censuras similares fueron cometidas contra otros murales en la ciudad, por ejemplo, el famoso cartel que endilga a varios generales y oficiales el asesinato de 6.402 personas, ejecutadas en el marco de la práctica sistemática de los falsos positivos por parte de la fuerza pública.

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En julio de 2022 también fue vandalizado mural en honor a la Comisión de la Verdad que se había terminado 24 horas antes, la obra, pintada en una fachada de una casa en la 80 con Colombia, había sido realizada por seis grafiteros para honrar el trabajo de la Comisión liderada por el padre Francisco de Roux que justamente una semana atrás había entregado el Informe Final.

Incluso en la propia Universidad de Antioquia los muros se han convertido en campo de disputa. También en julio de 2022 hubo revuelo luego de que un directivo de la universidad ordenara borrar un mural alusivo a Fabiola Lalinde y a estudiantes que murieron en movilizaciones. Fue tal el desconcierto y la presión de la comunidad universitaria, que las directivas tuvieron que salir a ofrecer disculpas, a reconocer que fue un error e, incluso, a ponerle nombre del responsable de dicho acto. Óscar Roldán Alzate, Jefe División Cultura y Patrimonio de la universidad, quien tras reconocer su responsabilidad se comprometió a adelantar unos actos de desagravio que se cumplieron meses después.

A finales del año pasado, el muralista Santiago Rodas denunció un ataque sistemático a decenas de grafitis en la ciudad, en medio de una expresión que el calificó como una exaltación de la mal llamada limpieza social que en Medellín, sobre todo en los años 80, buscó “limpiar” o “borrar” de varias formas todo lo que fuera considerado como diferente a los llamados valores paisas.

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