Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Avila   Ene 15, 2024 - 7:29 am
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Aunque muchos —pese al boom que ha tenido la ciudad— sigan catalogando a Medellín como un pueblo grande con muchas iglesias, lo cierto es que la capital de la montaña todavía es capaz de brindar historias sorprendentes sí se es capaz de aguzar el ojo a los lados, o en este caso arriba, en las copas de los árboles.

Y es que entre las ramas de un frondoso árbol de mangos ubicado en el separador de una vía principal, un hombre decidió imitar a los pájaros y establecer su hogar allí.

Se llama Juan Carlos López, un nombre que no le diría mucho a sus “vecinos”. Sin embargo su apodo, ‘Vinacho’, es la principal pista para dar con el paradero del delgado rubio de ojos cafés claros y de particular “pinta” que habla alargando las vocales.

López contó que el remoquete viene de una época en la que sus amigos iban a buscarlo con cualquier pretexto a su casa por la 80, cerca de Belén La Gloria y la respuesta común era “debe estar tomándose un ‘vinacho tres patadas’”.

Pese a su edad, Vinacho es un asiduo fanático del rock y del metal hecho que demuestran las paredes cerca de su casa así como la desgastada pero limpia camiseta de una banda de Black Metal que lleva. En uno de los muros está escrito “Led Zeppelin. Escalera al cielo”. Curiosa cita elegida por quien duerme en el aire.

López también comentó que justo el jueves cumplió 58 años, y por lo menos 10 años —que él califica como toda una vida— viviendo en ese mismo árbol adornado con banderas de Colombia y cuanto cachivache útil reunió. Las ramas están adecuadas con escalones para hacer más fácil el acceso a su vivienda.

¿Por qué un casi sexagenario dejó la vida cotidiana para irse a vivir a un árbol? Vinacho da una respuesta sencilla y franca, como su mirada.

“Yo pagué un ‘canazo’ (estadía en la cárcel) y estando allá encerrado yo me dije: ¡Ah! la libertad es muy linda. Si o no pá’. ¿Y sabe qué? Uno vivir libre de pendejadas, rebuscándose la comidita y sin molestar a nadie es muy bacaaano. Y vea, acá tengo la libertad que tanto quería cuando estuve en la cárcel”, comentó.

“Yo salí, me la craneé bien craneada y me vine para acá. Porque aquí no molestó a nadie. Yo antes por acá colaboro, echándole ojo a las empresas para que no pase nada malo y recogiendo reciclaje. Hay que saber ganarse a la gente. Yo trato de llevarme bien con todo el mundo por acá. Porque si a ellos les va bien conmigo, a mí me va bieeen con ellos. Si o no pá’.”, agregó.

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Pese a las necesidades propias que padecen los habitantes de calle de Medellín, Vinacho pinta su vida como idílica y habla con esa convicción que a tantos predicadores y a tantos “influenciadores” parece faltarles para convencer. Semejante situación solo deja al periodista una pregunta:

—Bueno, usted dice que vive muy sabroso acá. ¿Pero qué es lo más duro de ‘”echar raíces” en un árbol?

Vinacho, se concentra mirando a lo lejos, buscando una respuesta, calla un momento y luego explica:

—¿Qué es lo más duro?… ¡Nada, duro naaada!…. O sí, lo más duro para mí es la envidia que tal vez le despierto a alguna gente. Yo trato de llevármela bien con todo el mundo pero uno sabe que no es “monedita de oro” pa caerle bien a todo el mundo.

Y lleva razón, con las justas proporciones, ¿Quién no envidiaría a Vinacho sabiendo que mientras todos estamos sumidos en esta vida consumista, asfixiante y vertiginosa —como esa avenida que surca al lado de su casa—, él todavía se da el lujo de treparse a un árbol entre risas como ese niño aventurero que alguna vez todos fuimos?

Sin embargo, sin que medie pregunta alguna, a López le cambia el semblante y cuenta lo que tal vez para él sí sea una consecuencia de haber elegido esa vida libre.

“Yo tengo un hijo que vive en Belén Rincón, de unos 30 años. A veces me pongo triste porque no me visita y eso que él pasa por acá en la moto. Pero bueno, uno a nadie obliga a nada, las cosas salen del corazón. Yo dejé que él y la mamá tuvieran su vida y yo decidí tener la mía. Tal vez mi estilo de vida choca con el de él. Pero claro, él sabe que lo amo con todo mi corazón y que es todo para mí”, resumió.

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Infortunadamente en las vísperas de su cumpleaños, un operativo de Espacio Público derrumbó la casa. Aún así, Vinacho no se arredra.

Así como Cristo prometió reconstruir el templo de Jerusalén en tres días, Vinacho aseguró que en 15 días espera tener su casa-nido de nuevo. Por ahora, Vinacho vive con una hermana.

“Ya este ranchito hacía por ahí año y medio no me lo tumbaban. ¡Cómo lo tenía de bonito por dentro, pá! ¡Era hermoso! Todo se lo llevaron porque yo no quise coger nada. Yo solo les dije: ‘ese es el trabajo de ustedes’. Que tumben todo que yo después vuelvo y construyo. Yo no me preocupo, la calle me da todo. Lo único que no se recupera es la vida y la libertad”.

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