“Hay que exaltar el valor de Uribe en caso de Hollman Morris”

Fue emocionante escuchar al expresidente en la Corte Suprema cuando reconoce que nunca tuvo pruebas de nexos del periodista con grupos al margen de la ley, dice Juan Pablo Calvás en su columna de El Tiempo, y recomienda que todos deberíamos seguir ese ejemplo porque demuestra que “así nos duela y nos pese, es mejor arreglar los pleitos por las buenas”. Califica la actitud de Uribe de “grandeza”, y admite que puede ser un “exceso de entusiasmo” de su parte, pero considera que es por ese mismo camino que deberíamos empezar a movernos con miras al proceso de paz. Y hace tres preguntas para la reflexión: “¿De qué sirve que ‘Jesús Santrich’ salga a señalar a Uribe de paramilitar y asesino? ¿Acaso el jefe guerrillero tiene el valor moral para señalar a alguien como asesino cuando él y sus tropas no solo masacraron, sino que secuestraron y torturaron a cientos de personas? ¿Qué sentido tiene que algunos uribistas recalcitrantes sigan atacando a personajes como León Valencia por haber estado en el Eln cuando hace ya más de 20 años abrazó la legalidad y la vida civil?”.

Es histórico que un par de “joyas” como Álvaro Uribe y Hollamn Morris lleguen a un acuerdo

Y lo es porque cada uno decidió ceder en su respectivo radicalismo en aras de un acuerdo consensuado, resalta Hugo Quintero B. en su columna de El Nuevo Siglo. En realidad, le da el crédito de ese “milagro” al magistrado Fernández Carlier, de la Sala de Casación Penal, que tuvo a su cargo la audiencia. “Logró hacerlo porque actúo como conciliador verdadero, despojado de cualquier autoritarismo o dogmatismo de juez o de cualquier vicio de abogado”, dice sobre el togado. Pero va más allá y asegura que esa audiencia, incluso, debería volverse “manual de jueces y fiscales”. “La verdadera reforma judicial ocurrirá cuando jueces y fiscales se tomen en serio las audiencias de conciliación y las asuman con liderazgo, sin dogmatismos de abogados y sin autoritarismos de funcionarios, sino como verdaderos conciliadores o amigables componedores”, agrega.

El nuevo Fiscal, prestigioso abogado de causas privadas, está ahora ante el deber de actuar en procura del interés público

Ese interés al que debe responder Néstor Humberto Martínez es el de una justicia transparente, efectiva y no discriminatoria, basada en pruebas reales y no en declaraciones amañadas, cuando no compradas o inducidas por intereses políticos, advierte El País, de Cali, en su editorial. A partir de ahora, a Martínez le corresponde “investigar y conseguir que la justicia condene a los delincuentes, mejorar los procesos para que la Fiscalía a su cargo se acerque al ciudadano del común y logre su colaboración y lograr que el Estado recupere una de sus funciones fundamentales, la de ser árbitro justo de la sociedad para que se pueda construir una verdadera y duradera paz en Colombia”, destaca el diario caleño.

Promesas escuchadas antes y hasta ahora no cumplidas también se hicieron en la posesión del nuevo fiscal

Si Néstor Humberto Martínez quiere la paz, el camino es uno: aplicar la ley y luchar contra el crimen, plantea El Colombiano en su editorial, y remarca que las ideas de “corrupción”, “impunidad” y “paz” fueron centrales en los discursos del presidente Juan Manuel Santos y del nuevo Fiscal General. “Parecería que hablar de impunidad a la vez que se invoca una idea particular de paz, en un entorno en que la primera —disfrazada bajo sofisticada terminología político-jurídica— se consagró en acuerdos escritos para lograr la promesa de la segunda, constituiría una dificultad lógica insuperable. Sin embargo, ambos protagonistas del acto de ayer, duchos en discursos multívocos, lo hicieron sin problema”, dice.

 

Lo que sucede en Colombia no es desarrollo sostenible, sino precisamente lo contrario: desarrollo insostenible

Eso, en contravía de los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por Naciones Unidas, asegura Cecilia López Montaño en su columna de El Heraldo, y da como prueba la Ciénaga Grande del Magdalena, en donde, como se ha denunciado desde 1994, los manglares mueren gracias a “errores cometidos por los grandes ingenieros de la Costa, en alianza con los políticos de siempre” y la severa crisis que generan los pueblos palafíticos. Hoy la situación se ha agravado y el tema es el hambre y la emigración de las poblaciones de estos pueblos que viven en medio de la Ciénaga, “a los que se les dedicaron esfuerzos hace más de 20 años”. Por eso, pregunta: “Dónde diablos ha estado el Ministerio del Medio Ambiente, al que han llegado muchos ministros que han pasado sin pena ni gloria por ese delicado cargo”.

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