“Queremos que los niños aprendan cómo mediar o dirimir conflictos, construyendo un discurso de paz para que lo apliquen en el hogar, en el barrio y en el salón de clase”, dice a la AFP el director ejecutivo de esa organización, Mauricio García.

Y Soacha, municipio cercano a Bogotá, es el mejor escenario para llevar esas enseñanzas, pues allí hay muchos desplazados del conflicto, y algunas zonas no cuentan con agua potable ni vías de acceso vehicular, y según muchos vecinos persiste la violencia que se vive en las regiones.

En esa población da clases de ‘hip hop’ Andrés Galeano, un profesor de 22 años que busca inculcar a los niños el ‘rap conciencia’, con mensajes de paz y armonía, y alejarse del estigma de que el género habla sólo de violencia, delincuencia y drogas.

Además de Soacha, el taller de la fundación funciona en otras zonas marginales de Bogotá. Los alumnos, que van de los seis a los 18 años, reciben clases de rap, de grafiti, ‘breakdance’ o ‘dancehall’ después de salir del colegio

“Estamos enfrentando (el conflicto) de una manera que no tiene que ver con delincuencia. Si él quiere pelear, podemos cantar; si él quiere pelear, podemos pintar; si él quiere pelear, podemos bailar”, cuenta Galeano, que afirma sentir a sus discípulos como “sus hermanos”.

Proyecto de Vida venía trabajando desde hacía 20 años con niños en condición de vulnerabilidad, pero con música del folclor tradicional colombiano. Sin embargo, su director quiso darle un aire más moderno para hablarles de paz a los jóvenes.

“¿Por qué no intentar el giro con el ‘hip hop’?”, expresó García, quien ha visto que los niños se sienten más motivados para ser agentes de paz con una música que es parte de su entorno.

Para Diana Avella, una famosa rapera colombiana de 30 años, el ‘hip hop’ es “música que netamente viene de las calles, una poesía que llega de las calles, de los barrios, de los callejones en los cuales ni siquiera la policía podía entrar y hoy en día pues es la misma realidad, hay lugares en los cuales ni la policía ni el Estado llegan, pero ahí llega el hip-hop.”

Desde esos rincones, Camilo, de 13 años, toma el micrófono con aire profesional.

Es mejor cantarle a la paz, porque si yo le canto a la paz, yo sé que el mundo puede mejorar con mi canción”, asegura.

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