Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Buenaventura   Ago 6, 2023 - 3:24 pm
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Alejandro Gaviria duró seis meses en el gobierno de Gustavo Petro y hace seis meses también salió de él. O mejor, lo sacaron. El Presidente no soportó las diferencias de criterio que su ministro de Educación tenía con respecto a la reforma a la salud. Gaviria escribió un libro sobre su corto viaje a bordo del Gobierno –“La explosión controlada: la encrucijada del líder que prometió el cambio”– que por momentos parece una catarsis. Está lleno de anécdotas ilustrativas –como la de su desencanto tras una visita a San Andrés–, pero sobre todo con profundas reflexiones sobre el ejercicio del poder, el talante de Petro y lo que le espera a Colombia.

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Usted se había graduado como visionario cuando en el 2022 anticipó que el primer gabinete técnico que nombraría Petro se desbarataría a los seis u ocho meses, que no lograría cohesionarlo y de ahí en adelante la agenda de país girando alrededor de Petro y el Gobierno quieto, entonces uno se pregunta, ¿será que Alejandro Gaviria se equivocó entrando al Gobierno?

Quiero ubicarme en ese momento, 2022, había pasado la primera vuelta presidencial, las opciones que tenía Colombia eran complejas y problemáticas y había una promesa de un Gobierno que iba a llevar a un acuerdo nacional, y a mí siempre me han gustado los acuerdos parciales entre personas diferentes, que tienen diferentes visiones del cambio, el cambio social. Yo he sido por mi formación, por lo que he leído, por la vida, un poco más incrementalista, yo creí en esa idea. Hoy en retrospectiva pude ser ingenuo, pero yo creí en esa idea y decir en retrospectiva que me equivoqué, es facilista. Ahí estaban José Antonio Ocampo, Cecilia López, gente que había trabajado en otras campañas, había un esfuerzo, yo no sé si con algún objetivo electoral, de unir fuerzas distintas en una idea de cambio, que era lo que el país estaba demandando. Dije esta semana en una entrevista que si supiera lo que hoy sé, quizás no habría entrado, pero siempre esa inteligencia retrospectiva es muy fácil de practicar, y quizás yo con la misma información que tenía en ese momento, quizás habría tomado la misma decisión”.

De hecho recuerdo que cuando usted entró coincidió con una declaración en la que se refería a una explosión controlada, algo en ebullición, un poco inspirado en el tema del estallido social, ¿sigue creyendo en esa teoría de la explosión controlada?

“La explosión controlada era una teoría de canalizar el descontento, de entender también desde el punto de vista de nuestra democracia, que había sectores de la población estructuralmente excluidos, que veían en Petro una figura distinta, que veían en él por lo menos una ilusión de inclusión. Yo decía, eso es bueno para la democracia colombiana porque al creer en la figura del presidente, creen en la democracia y renuevan la confianza en el Estado. Y eso es lo que estaba detrás de esa teoría de la explosión controlada, es decir, el presidente Petro, y eso lo tenemos que aceptar, es una realidad política innegable, representaba y sigue representando, para muchas personas, una idea de un Gobierno de cambio, de algo distinto. Hoy pienso en lo que ha pasado en este año, dos cosas que eran difíciles de prever. La primera, que el tema de lo que podríamos llamar la estabilidad macroeconómica, esa explosión sí está controlada. El país tiene, por ejemplo, una última cifra del desempleo que en las 13 ciudades y sus áreas metropolitanas es la más baja en este siglo. La inflación viene cayendo, las cuentas externas y las cuentas fiscales están más o menos en orden. Pero políticamente hay un desacuerdo grandísimo, o sea, la coalición de Gobierno no le funcionó al Gobierno y eso me preocupa hacia adelante”.

¿Pero cómo explicar que llega Petro a la Presidencia y ya no hay protestas sociales, cuando los indicadores no han cambiado, es decir, no hay mejores circunstancias. Podría ser que ese estadillo social es parte de esa manera de Petro y del grupo político que lo acompaña, de exacerbar los ánimos de la gente más vulnerable, creándole unos ideales difíciles de cumplir?

“Yo diría dos cosas. Primero, yo creo que sí ha existido una recuperación de la economía colombiana muy rápida después de la pandemia, incluso es una fortaleza de nuestra economía, no necesariamente tiene que ver con Petro. Esa recuperación, esa capacidad de generar empleo, sobre todo en los sectores de servicios urbanos, ha sido incluso para muchos economistas sorprendente. Yo haría como esa nota de pie de página. Y la segunda, que así es la política, o sea, podría haber dos gobiernos que hagan lo mismo, pero que sean juzgados y percibidos de manera diferente. Y lo otro es que al Gobierno actual algunos grupos le dan el beneficio de la duda que no le daban al anterior. No va a durar mucho en mi opinión”.

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Bueno, con sus capacidades de pronóstico, nos asusta un poco.

“Es que la gente comienza a cansarse y las demandas de cambio van a exigir resultados. El libro lo que presenta es un Gobierno muy bueno para hacer ciertos actos simbólicos que permiten renovar esas ilusiones, pero menos bueno para dar resultados reales y una respuesta más efectiva a las demandas de la sociedad”.

¿Por qué decidió escribir el libro? ¿Necesitaba una suerte de exorcismo, de darle una explicación al país o a qué se debió?

“Cuando salgo del Gobierno , mucha gente comenzó a preguntarme, bueno, ¿qué va a pasar? Yo vi una demanda grande por tratar de entender en este momento de incertidumbre, en esta encrucijada, respuestas sobre hacia dónde iba el Gobierno . Fue una respuesta a eso. Catarsis personal o que yo quisiera darle una explicación política, quizás algo de eso había, pero no fue la razón principal”.

Al escribir el libro, ¿qué descubrió que no hubiera intuido antes o que no supiera de antes de su paso por el Gobierno?

“Yo tenía una historia personal qué contar, pero uno siempre cuando cuenta estas historias, descubre cosas. Por ejemplo, en el último capítulo, hago una reflexión sobre ciertos momentos muy temprano en el Gobierno , cuando yo me empecé a desconectar emocionalmente, incluso espiritualmente del Gobierno , eso yo no lo había racionalizado plenamente. Empecé también a descubrir las dificultades políticas de este tipo de alianzas, cuando se juntan dos visiones del cambio social tan diferentes, la mía más incrementalista, yo creo en el reformismo democrático, en el reformismo permanente; la otra un poco más revolucionaria, más del cambio de todo. Esa conversación es difícil. En el libro hay una reflexión sobre eso, sobre si el progresismo y lo que a mí me gusta llamar el liberalismo clásico más centrado en otra visión del cambio social, pueden conversar o no. Y yo lo que intuyo, lo que está en el libro, es que ese tipo de alianzas pueden ser posibles, pero son precarias y quizás siempre se van a terminar rompiendo”.

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Esa desconexión, según lo que escribes en el libro, se dio en San Andrés.

“Sí, es una visita que tuvimos a San Andrés y Providencia, en el primer mes de Gobierno . Tuvimos la oportunidad de compartir con los funcionarios que estaban saliendo y nosotros que estábamos llegando. Me pareció que durante el día tuvimos un entendimiento de parte y parte. Y después hubo una declaración del presidente Petro que me pareció injusta con quienes habían trabajado. Y yo hice una reflexión, incluso en una libreta naranja, en la que apunté que habíamos sido injustos. Y un Gobierno que estaba hablando tanto de justicia, ser injusto con funcionarios que le habían dedicado la vida a eso. Fue una inquietud que yo no articulé en su momento plenamente, pero que salió a relucir en la medida que estaba escribiendo el libro”.

Usted ahí revela ese rasgo del carácter del presidente, ese ánimo de criticar, de cuestionar a quien considera su adversario, pues termina siendo injusto.

“Cuando él había sido congresista quizás sumaría en el Congreso. Ese es el papel, de poner el dedo en la llaga, de señalar. La política también necesita ese tipo de personalidades, pero a la hora de gobernar las demandas son otras y el quehacer es distinto. También yo fui descubriendo, a medida que iba escribiendo el libro, esa faceta del presidente que yo no la había entendido plenamente y que en algún momento la describo como la soledad de la elocuencia. El presidente tiene esos escenarios, sobre todo en los escenarios internacionales, cuando él trata de diagnosticar el país, de describir sus problemas, de describir la forma como nos relacionamos con el mundo, él lo hace bien. Pero de allí no se desprenden medidas de política pública que vayan a llevar a un cambio de verdad. De ahí esta frase que yo había leído por allá en una descripción del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que decía que el cambio no es solo voluntad y teatro, necesita algo más, necesita aplicación a las políticas públicas. El presidente parece no gustarle ese tema. La política pública práctica, la de la focalización, conseguir el presupuesto, hacer la evaluación de impacto, ver qué está pasando, ajustarla porque no siempre las intenciones iniciales coinciden con lo que uno encuentra en el territorio”.

Sí, usted utiliza varios conceptos y uno de ellos es el de las utopías regresivas y menciona que estas resumen los extravíos de los reformistas dogmáticos, que terminan causando mucho sufrimiento humano en la búsqueda de un modelo sistema perfecto. ¿Usted cree que Petro es un hombre de utopías regresivas, que plantea paraísos ideales, pero irrealizables, y que pueden llevar a problemas graves?

“Yo traigo a cuento esta idea de las utopías regresivas, que se la escuché por primera vez a Felipe González, en el año 2015 o 2016, en una conferencia en Cartagena. La traigo a cuento a propósito de la reforma a la salud, que en teoría postula un sistema perfecto, pero que en la práctica puede llevar a que estemos peor de lo que estamos, o peor, que algunos de los avances que ha tenido el país vayan a perderse. En algún momento hablo también que la idea de como está concebida la paz total puede ser una utopía regresiva. Porque ese propósito abarcador, utópico, idealista de acabar con la violencia estructural que hemos tenido por años, puede llevar a que terminemos con más violencia de la que tenemos hoy”.

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Usted también habla de la pasión por lo imposible. Y yo me preguntaba, ¿cómo siendo Petro un hombre tan inteligente en lugar de resolver los problema, los crea. ¿Por qué se dedica a lo imposible?

“Esa pasión por lo imposible que yo describo, hay que aceptarlo, le ha servido políticamente. Lo que yo planteo en el libro es una tensión entre esas ideas que fueron eficaces políticamente, no lo son a la hora de gobernar. Y entonces están estas dos personas, el que quiere ser pragmático, pero que de alguna manera se da cuenta que está traicionando sus ideales y su historia política, entonces se devuelve. Y en esa tensión pasan los meses, ¿no? Y el Gobierno está de un lado para otro. Yo cuento una historia. Cuando estuvimos en las discusiones que fueron muy intensas al interior del Gobierno sobre la reforma a la salud, recuerdo una que tuvimos en la Hacienda Hatogrande. Y el presidente Petro parecía darse cuenta que la reforma como estaba siendo concebida por la ministra de entonces era una reforma que iba a ser de un lado inviable políticamente y de otro lado no iba a llevar a resultados, o a mejores resultados en el sistema de salud. Y él dice, nos chichipateamos. Pero viene después esa idea, esa otra cosa, ese idealismo. Y mucha gente diciéndole que no puede traicionar su historia política. Y el presidente ambivalente de un lado para otro y termina en última instancia volviendo a la utopía regresiva. Esto es, dándole la razón a Carolina Corcho. Yo escribo en el libro esa tensión, esa contradicción… Incluso yo hablo de una figura trágica, porque él como si intuyera que para poder ser eficaz tiene que traicionar esas ideas y volver a la figura más pragmática. Pero no logra llegar plenamente a eso”.

Porque eso le resulta más rentable…

“Le puede ser más rentable políticamente. Todos construimos, y sobre todo las figuras políticas y las personalidades políticas del presidente, una historia de nosotros mismos. La historia que ha construido el presidente Petro de sí mismo, el relato en el que él está instalado, es un relato del cambio, es un relato de una personalidad política que va a romper la historia y la va a partir en dos. Y ese relato no parece ser muy consecuente con la idea del reformista, que simplemente hace unos ajustes y logra construir sobre lo construido y de esa manera se va dando el cambio, como una especie de acumulación”.

En el libro, por primera vez, vemos detalles de cómo se dio su salida y describe una lucha para incluir unos artículos minutos antes de que se radicara la reforma. Eso retrata lo que estamos hablando, la ideologización del tema, la improvisación, la falta de no escuchar.

“Sí, es un buen ejemplo. Nosotros habíamos trabajado en un proyecto, en un documento, un memorándum de 17 páginas, que incluía nuestras preocupaciones conceptuales, pero también una propuesta de artículos de reforma a la reforma a la salud. La ministra de Salud dijo yo voy a introducir los cambios según las infinitas reuniones que hemos tenido. Llegamos al día lunes y nos dimos cuenta al mediodía que ninguno de los artículos, ni sugerencias, ni recomendaciones, ni propuestas habían sido incluidos. Eso generó, por supuesto, en alguna parte del gabinete una reacción. Tuvimos una reunión, recuerdo bien, en la oficina de la jefe de gabinete, tratando de incluir algunos artículos a la carrera, pero era simplemente para dejar una constancia, no tenía sentido, era una especie de teatro mientras del otro lado la gente ya estaba esperando que pasáramos a la presentación y radicación de la reforma a la salud”.

Alejandro hablemos de la idea que retoma de El Gatopardo de Lampedusa, en el sentido de que hay una transición en la cual las cosas buenas se arrojan a la basura con las malas, al mismo tiempo que surge una nueva élite política que replica los peores defectos de los antecesores, ¿usted cree que en el tema de la paz total o esos cambios frustrados, lleven a Colombia a una situación extrema?

“Yo empecé a escribir este libro recién salido del Gobierno y cuando salí hice una lista de libros que quería leer, entre ellos El Gatopardo de Giuseppe Di Lampedusa . Me interesé por el personaje, por la historia, porque es una novela histórica sobre el cambio y el cambio frustrado en el siglo XIX de Italia y lo que pasa es que el cambio se frustra, y se da el ascenso del fascismo y me pareció que esa novela traía una advertencia no solamente para Colombia sino para el mundo, y son promesas grandilocuentes de cambio que se terminan enfrentando a la ineficacia, en este caso de las democracias, y que le abren la puerta a ideologías políticas extremas y eso no solamente podría ocurrir en Colombia, sino que está ocurriendo en buena parte del mundo, por ejemplo en el este de Europa, entonces hay una partecita al final del capítulo 2 donde se da esa advertencia”.

Eso puede ser una reacción, un resultado, pero también usted menciona que hay una relación difícil de Petro con los límites al poder, con los pesos y los contrapesos. Con lo que alcanzó a conocer de Gustavo Petro, ¿cree que él sería capaz de quedarse en el poder, pasando por encima de las formas democráticas?

“Lo primero es que esa reacción podría darse, no es ficción, no es una interpretación de una novela, tiene alguna base fáctica y los últimos datos de esta encuesta de opinión política en Latinobarómetro muestran unas ciertas tendencias autoritarias en la opinión pública en América Latina, entonces son preocupantes, esa es la primera parte de mi respuesta. La segunda es una pregunta reiterada que me han hecho muchas veces sobre un rompimiento institucional de parte del presidente Petro, yo no creo que vaya a ser de esa manera, yo creo que los pesos y contrapesos institucionales de nuestro país son suficientemente fuertes para evitar ese escenario. Lo que sí podría pasar con algunos enfrentamientos, y quizás el que yo más temo y que está escrito en el libro, es un enfrentamiento con el Congreso, no es que el presidente Petro vaya a cerrar el Congreso, sino que va a tratar de poner a la opinión pública en contra del Congreso y se va a instalar rápidamente en una narrativa de no me dejaron, el Congreso no me dejó y el Congreso que representa -voy a abrir comillas aquí , en un supuesto hipotético discurso-, “que representa los poderes oligárquicos, simplemente no quiere el cambio” y eso va a llevar a una polarización, una crispación política que no le conviene al país”.

¿Usted aprendió algo para su futuro político de este paso por el Gobierno?

“No solamente de mi paso por el Gobierno sino de cuando renuncio a la Universidad de los Andes y entro a una campaña presidencial sin tener una experiencia en la política electoral, con una historia política no plenamente consolidada porque yo había tenido unas promesas de apoyo del Partido Liberal, del Partido Verde pero eso no se dio. Una primera conclusión que saco es que construir una personalidad política es complejo. Otra que no he logrado definir plenamente es si yo quiero volver a la política electoral en estas democracias mediatizadas, complejas que tenemos. Este libro no tiene, no me van a creer, una intención electoral, alguien dijo que estaba lanzando mi campaña”.

Al contrario pareciera que este acercamiento del poder lo aleja de toda esa retórica de las promesas por los votos y de actos simbólicos

“El libro termina con una idea, todavía esbozada, me falta quizás consolidarla más, que yo llamo el humanismo en la política. Y cuando yo pienso en eso ahí está el escepticismo y cierta distancia escéptica con el poder. Yo creo que los mejores gobernantes siempre van a ser aquellos que tienen una distancia escéptica con el poder, que entienden de antemano los límites de la política, de antemano los límites del Estado, entienden las complejidades del cambio y digo que esta reflexión no está plenamente consolidada porque mi experiencia como político es que si uno tiene ese discurso sobre los límites del poder y las complejidades de la política, probablemente nunca va a ganar una elección. Y cómo conciliar esa forma de honestidad con acceder al poder es algo sobre lo que yo no tengo una respuesta definitiva”.

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