“A la luz de los trágicos acontecimientos en Venezuela”, Openhaimer critica en su escrito que “la mayoría de los medios periodísticos todavía se refieren a Maduro como ‘Presidente de Venezuela’, ‘Líder venezolano’ o ‘Jefe de Estado de Venezuela’”.

“Eso está bien en una primera referencia”, asegura. “Pero no en todo un artículo, porque coloca a Maduro en el mismo nivel que la presidenta alemana Angela Merkel, o —incluso para quienes lo consideramos un pésimo presidente— Donald Trump”.

Así, este columnista pone el dedo en la llaga y abre la discusión porque no son pocos los que se asombran y hasta critican que algunos medios, en sus espacios informativos, se refieran al dictador como tal, incluso desde los titulares, y consideren que ese apelativo no puede naufragar, en este momento, en la tradicional y necesaria frontera que divide los terrenos de la opinión y la información.

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De hecho, solo hasta comienzos de agosto, por ejemplo en Colombia, los editoriales de El Tiempo y El Espectador calificaron de “dictatorial” el régimen de Maduro. Incluso, El Tiempo lo puso en el nivel “del sátrapa sirio Bashar al Asad, del eterno dictador de Zimbabue Robert Mugabe o del brutal líder norcoreano Kim Jong-un”. Pero en ningún artículo de información de esos dos medios lo mencionan de esa forma. Y así ocurre con la mayoría de medios.

Oppenheimer atribuye eso a que los manuales de estilo exigen abstenerse de usar adjetivos en las páginas de noticias, y reservarlos para las secciones de opinión. También, a que hay “una larga tradición de referirnos a los dictadores como ‘presidentes’ mientras están en el poder, y pasar a llamarlos ‘dictadores’ apenas se mueren, o son derrocados”.

Y recuerda que así ocurrió “con el dictador derechista Augusto Pinochet en Chile, y con el dictador izquierdista Fidel Castro en Cuba. Y lo seguimos haciendo hoy con el cubano Raúl Castro. ¿Hay alguna duda de que es un dictador?”. Por eso, plantea que es hora de cambiar todo eso. “Llamar a estas personas ‘dictadores’ no es una cuestión de opinión. Es un hecho”.

Para elaborar su planteamiento, Oppenheimer apela a las definiciones de dictador que ofrecen el diccionario de la Real Academia Española: es una “persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica”, y el diccionario Merriam-Webster: es “una persona que gobierna un país con autoridad absoluta y a menudo de manera cruel o brutal”.

A quienes no están de acuerdo con él, los reta a que le muestren una definición de ‘dictador’ de cualquier diccionario. “No van a encontrar ninguna definición de dictador en ningún diccionario que no se aplique a Maduro”.

En un análisis del concepto ‘dictadura’, Ronal F. Rodríguez, profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, aclara en El Espectador que el hecho de que Maduro llegara al poder por medio de elecciones y que aún cuente con apoyo de algunos sectores, “no implica que no sea un dictador”.

Para Rodríguez, a Maduro no se le llama dictador “para descalificar su gestión, o porque la crisis económica, social y política que vive Venezuela despierte la molestia de diferentes sectores de la sociedad venezolana, latinoamericana o mundial […]”. La constituyente que se instaló la semana pasada (que “busca dar ciertos niveles formales de institucionalidad y legitimidad a la continuidad del chavismo en el ejercicio del poder”) demuestra “la supremacía del poder ejecutivo sobre el ordenamiento jurídico, en otras palabras, demuestra la supremacía del poder dictatorial”.

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