Lo bueno:

Los escenarios cumplieron con las calidad exigida por las diversas federaciones (excepto por el agua de las piscinas que estuvo verde algunos días), destaca Folha de São Paulo.

El ambiente en las arenas y los parques de la ciudad fue de fiesta, alegría y tranquilidad.

El transporte público funcionó de acuerdo a lo planificado y las zonas separadas para la familia olímpica fueron respetadas.

A pesar de todos los temores expresados antes de los Juegos, la seguridad fue uno de los puntos altos del evento, tanto así que uno de los robos más mediáticos, fue inventado.

El clima invernal de Río de Janeiro , “perfectamente aceptable para la mayoría de visitantes de la ciudad”, pero a la vez “inhóspito para los mosquitos […] que claramente decidieron saltarse las festividades”, resalta CNN, destacando el temor al zika se disipó rápidamente.

Lo malo

Los asientos vacíos fueron una postal recurrente en los escenarios olímpicos. “Reventa de entradas, boletos no utilizados por los patrocinadores y el ‘cambismo’ no tuvieron solución en Río”, analiza Folha, recordando que un miembro del COI fue detenido por reventa ilegal de entradas.

Los sobrecostos en la organización de los Juegos, pese a que el Comité Olímpico Internacional y el Comite Organizador Local aseguran que el presupuesto no afectó dineros públicos.

La alimentación fue uno de los aspectos con más quejas de atletas y visitantes, según recoge Folha:

Filas, personal inexperto, existencias (de productos) mal calculadas, menú limitado y nada saludable, precios altos, botellas sin tapas y problemas para pagar con tarjetas de crédito distintas a las del patrocinador de los juegos”.

Además, las filas en el ingreso a los escenarios, el transporte de atletas y prensa, una falta generalizada de información, y señalización equivocada o inexistente.

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