Tiene 79 años y sigue dando ‘lora’. O más bien, encargándose con éxitos de acallar a sus críticos y de ser la envidia del país futbolero. Ejemplo en el manejo de las finanzas de su institución, y responsable de todas las conquistas del Deportes Tolima, el boyacense Gabriel Camargo Salamanca es, en la actualidad, uno de los mejores dirigentes (si no el mejor) del fútbol colombiano. Los resultados hablan por sí solos.

Gabriel, el polémico; Camargo, el ídolo, ya suma en su palmarés 3 torneos ligueros (2003-2, 2018-1 y 2021-1), ante tres de los llamados grandes de este país como Deportivo Cali, Atlético Nacional y Millonarios. Una Copa Colombia, conquistada frente al primer campeón del país, Independiente Santa Fe (2014). Y de paso le repitió la ‘dosis’ a los ‘Azucareros’, con la obtención de la Superliga 2022. De esas conquistas, tres llegaron en los últimos cuatro años.

Y es que en las últimas dos décadas y bajo su dirección, más allá de las fuertes críticas que genera su figura, el ‘Senador’ ha hecho del ‘Vinotinto y Oro’ un proyecto sólido, pese a las bajas que sufre semestre a semestre. A manera de ejemplo, ni siquiera la partida del llamado ídolo, como el arquero Álvaro Montero, o el canterano Jaminton Campaz, si quiera afectó la estructura del equipo.

Y todo porque se dio el lujo de traer a 12 jugadores de categoría, entre ellos un arquero mundialista como Álex Domínguez, para pelear absolutamente todo en el FPC. Como casi nunca antes lo vio el club en 67 años de historia, o quizá solo comparable con aquel glorioso inicio de la década de los 80, cuando también sacudió el mercado a la sombra de los poderosos y peleó mano a mano la gloria.

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Con ello potenció la base de futbolistas que ya venía haciendo una gran laboren la escena local, bajo la batuta de un entrenador que, tras el fracaso de 2020, recibió todo el respaldo para continuar al frente del plantel. Tarde que temprano la idea cuajó y los resultados se dieron, a tal punto de que llegó a disputar cuatro finales en el último año, de las cuales ganó dos para su fortuna.

Estandartes como Julián Alveiro Quiñones, con ocho años en la institución y cuatro títulos; o Yohandry Orozco, que acumula tres trofeos; sumados a Juan David Ríos y Junior Hernández, valor de la cantera, han hecho comunión con jugadores de la talla de José Moya, Jeison Lucumí, Andrés Ibargüen y Michael Rangel, el responsable de darle un nuevo título al club, en apenas dos meses.

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Este es el mejor momento de la relación entre el veterano dirigente y la afición, que una vez más le reconoció en vida todo lo que ha hecho por traer más éxitos. Las épocas de los agravios mutuos, de los fuertes rifirrafes con la prensa local y nacional y de los vetos a medios independientes, parecen ser cosa del pasado. Y tal vez por eso es que ha empezado a gestarse un ambiente incomparable, único.

Nunca antes se había visto tal la devoción del hincha hacia el dirigente, a tal punto de que su nombre fue coreado hasta el cansancio en cada presentación y su imagen se ha convertido en objeto de culto para, incluso, cumplir promesas. Como en la época del famoso ‘Kokorico Tolima’, entre 1980 y 1982, cuando fue dos veces subcampeón y llegó a semifinal de Copa Libertadores de América.

Y junto a él se ha vuelto costumbre que aparezcan en cada celebración su hijo, César, y su nieto, Alejandro: Tres generaciones distintas que parecen llevar el legado de todo un pueblo adelante, por más cuestionamientos que haya recibido su control hegemónico por el club. Y, en el caso de César, se ha convertido en cábala llevar esa bufanda ‘Vinotinto y Oro’ y pasearla por las canchas del país.

“Yo llevo en mis venas ganar. Yo no me conformo con menos. Soy un ganador y no sé si seré capaz de estar mañana en el equipo cuando no pase”, dijo el dirigente el pasado 15 de diciembre, cuando descubrió su lado más humano y se sinceró con los medios y la hinchada. Y tal parece que tiene fuerzas para seguir dando la pelea a lo grande en el torneo rentado, con un plantel de jugadores de ensueño.