Los ánimos estaban caldeados. Al minuto 91, Rosario sufrió la expulsión de Esteban Burgos y, al 95, el gol de la eliminación.

Lo anotó Berrío, y se lo gritó al arquero Sosa, que sentado en la cancha se ‘bancó’ la evidente y grotesca provocación del jugador colombiano.

Ni siquiera David Castañeda, quien tomó a su compañero Berrío e intentó alejarlo de Sosa, logró detener al enardecido anotador que intentó justificarse alegando insultos racistas. Lo cierto es que, como lo negativo es contagioso, Marlos Moreno también le gritó a Sosa el gol en la cara.

@macknst
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Berrío solo reaccionó ante la furia —provocada— de Damián Musto, que no tuvo la paciencia de su compañero Sosa y le tiró puños al cartagenero. Ambos resultaron expulsados.

A Musto lo frenó una patada de Sebastián Pérez, que saltó del banco exclusivamente para golpear al argentino, y volvió a desaparecer de la escena. No fue sancionado al instante pero fácilmente podría quedar fuera de la Copa Libertadores.

Cabe destacar en esta ocasión el buen comportamiento del público, que no se dejó llevar por la provocación de sus enajenados jugadores y evitó una reacción violenta y en masa que pudo terminar con problemas de orden público, heridos y tribunas sancionadas, como ha sucedido en el pasado.

Para la muestra vale recordar la gresca del estadio Azteca durante la edición 2014 de la misma Copa Libertadores, que inició con un codazo de Cuauhtémoc Blanco a Anderson Lima cuando América enfrentaba al Sao Caetano.

Al final, de vuelta en la cancha del Atanasio Girardot, Giovani Lo Celso canalizó toda la impotencia de Rosario en un ‘lazo al cuello’ (o a la nuca) de Mejía, al mejor estilo de la lucha libre, “entendible”, según el narrador de Fox, pero al fin y al cabo agresión y expulsión.

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Berrío tiró la granada y Atlético Nacional ganó la batalla, pero las bajas le podrían costar la ‘guerra’ por la conquista del continente.

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