Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Marizol Gómez   Feb 25, 2024 - 10:28 am
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Con la colección de camisetas de clubes y selecciones nacionales de fútbol que tiene, a Gustavo Adolfo Arbeláez Tobón le alcanzaría para ponerse una diferente cada día durante un poco más de 21 años.

Este empresario y aficionado antioqueño acaba de llegar a las 7.800 piezas y aspira, al finalizar el presente año, alcanzar la conmemorativa 8.000. La mayoría de ellas son originales porque es muy cuidadoso en ello, aunque reconoce que es factible que entre todas le hayan metido “algún gol” con una réplica.

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En tres salones de su casa, ubicada en la parte alta de El Poblado, guarda como tesoros 4 colecciones, de las cuales la más pequeña es la del DIM, el equipo de sus amores y del que fue miembro de la junta directiva, con 209 casacas.

Después está la de los Mundiales y Eurocopas en la que hay cerca de 600, la tercera es de seleccionados de la Fifa en la que solo le hacen falta de 4 países (Islas Vírgenes Británicas, la asiática Tayikistan y las africanas Eswatini y Chad) para completar las 209 federaciones afiliados al ente rector del balompié mundial.

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Y en la cuarta, que sigue creciendo, está la del resto de equipos del mundo, incluidos los de Colombia. Si bien algunas las compra de manera virtual, muchas las ha obtenido durante viajes de vacaciones. De cada una tienen una anécdota y cuando las relata sus ojos verdes brillan con más intensidad. Por ejemplo, no tenía la del equipo Real Fuerza Aérea de Marruecos y el almacén estaba ubicado en la base militar. Entonces cuando fue le tocó entrar escoltado por uniformados como si se tratara de un jefe de estado.

El día que nos recibió tenía puesta la del Club Deportivo Don Álvaro, un elenco español de tercera división de un poblado de apenas 700 habitantes.

“La tomé al azar, de carrera. Es diferente. Me encantan la feas y las raras”, dijo entre risas este hombre afable y espontáneo que fue miembro de la Asociación Argentina de Coleccionistas de Camisetas de Fútbol y que goza de reconocimiento en el continente.

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Cuando le preguntamos cuál de todas es la más representativa para él, se dirigió al fondo de una de las estanterías que asemejan a un almacén de cadena y, con una expresión de satisfacción, mostró una roja pequeña, de algodón, en cuyo escudo aparecen las dos primeras estrellas del DIM. “Esta fue la que yo usé cuando hice parte del equipo de baloncesto del Independiente Medellín en 1973, que era la misma del club de fútbol”. Su padre fue presidente de la institución escarlata, de ahí el amor por esta divisa.

Pero hay otras a las que le tiene lugares especiales, como la del Real Madrid que le obsequió el presidente Florentino Pérez, firmada por Cristiano Ronaldo, Casemiro, Iker Casillas y otras estrellas. Y la que le envió desde Italia Juan Guillermo Cuadrado, con una dedicatoria: “Para el megacoleccionista Gustavo Arbeláez”.

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La que le falta y hubiese querido tener, “pero que no existe”, es la de su ídolo argentino Omar Orestes Corbatta.

Así nació la pasión

El 8 de mayo de 2005 es la fecha que tiene señalada como el inicio de su colección, luego de acompañar al DIM a un partido frente a Paranaense en Coritiba, Brasil, debido al grato recuerdo de la mejor Copa Libertadores vivida con el DIM en 2003 (fue tercero).

En Río de Janeiro entró al almacén Centauros y se enamoró de la camiseta del Gremio de Porto Alegre, de allí salió con 8 más de equipos brasileños que hoy exhibe en su casa.

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“Coleccionar camisetas es algo agradable, algo que lo llena a uno de vida, salud y de interés. Significa ser un cazador, cuando viajo, de ir de pueblo en pueblo para comprarlas; es una sensación espectacular tener una de las colecciones con más piezas del mundo”.

Algún día le sugirieron inscribirse a los Récord Guinness, pero cuando le dijeron que ese trámite costaba 150.000 dólares, de inmediato desistió: “Me los compro en camisetas”, expresó en su estilo paisa.

Como buen ingeniero, en un archivo de excel tiene registradas en estricto orden cada una de las camisetas con el nombre del equipo, el torneo en el que la compró, el país, el continente, absolutamente todo. En las estanterías, colgadas en ganchos blancos, hay una particularidad, pues las que no ha usado están ubicadas de una manera diferente.

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Todos los días se pone una distinta, y eso lo ha hecho en los últimos 10 años, repetir es para él “un sacrilegio”. Confiesa que solo tiene un saco, una camisa y una corbata que compró para ocasiones especiales con sus tres hijos.

A las juntas directivas de la empresa que representa llega con camiseta de futbolista. Y para complacer a su esposa, en uno de los salones hay un stand al que llama Tesorito, en el que encuentra prendas de cuello y que no tengan mucha publicidad, para cuando deba vestirse más formal.

Manifestó que le gustaría que uno de sus hijos o nietos, o cualquier persona de la familia continuara la colección.

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También tiene la ilusión de que se concrete la idea de que el Medellín, ahora que tiene una sede administrativa propia en Itagüí y en la celebración de los 110, construya un museo. Él estaría dispuesto a regalar las piezas alusivas al Poderoso, siempre y cuando le aseguren que las cuidarán y conservarán.

Muchas veces se imagina en 30 o 40 años a la gente viendo el uniforme que vistió la Selección Colombia en el Mundial de Brasil-2014, el que él más disfrutó de los tres a los que ha tenido la oportunidad de asistir hasta ahora. “Sería muy lindo aportar en ese recuerdo de un evento en el que fuimos quintos y tuvimos al goleador (James)”.

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Por ahora, Gustavo Adolfo tiene la mente puesta en llegar a 8.000 camisetas y seguir vibrando, de esta manera, con el fútbol mundial.

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