Este es el santo al que muchos le rezan para encontrar cosas perdidas: hay milagro detrás
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Aquellos que tengan alguna clase de petición específica por esta creencia de la Iglesia Católica pueden acudir a una figura reconocida en el mundo.
Así como la ganadora en la Lotería de Medellín calificó de “bendición” ese premio de 1.000 millones de pesos que ganó con su esposo como subgerente, hay miles que confían en la fe para su vida diaria.
En ese sentido, son muchos los seguidores que acuden a la oración para situaciones comunes como el extravío de objetos, por lo que hay un referente reconocido de la Iglesia Católica para este punto.
San Antonio de Padua: el santo de las cosas perdidas
El santo universalmente reconocido y al que la tradición popular atribuye el poder de ayudar a encontrar las cosas perdidas es San Antonio de Padua. Su devoción en este ámbito es tan arraigada que es común escuchar frases como “San Antonio, San Antonio, ayúdame a encontrar lo que he perdido” cuando alguien busca un objeto extraviado.
La razón por la cual San Antonio de Padua se convirtió en el patrono de las cosas perdidas tiene su origen en un milagro. Se cuenta que, mientras San Antonio se encontraba en el convento, un novicio le robó un libro de salmos de gran valor, ya que contenía anotaciones personales y comentarios que el santo utilizaba para sus predicaciones.
San Antonio, al notar la pérdida, oró fervientemente pidiendo la recuperación de su libro. Milagrosamente, el novicio ladrón, arrepentido, regresó el libro al santo. Aunque hay variaciones de la historia, este evento es la base de la creencia de que San Antonio intercede para ayudar a recuperar lo extraviado.
Además de ser el santo de las cosas perdidas, San Antonio es también patrono de los pobres, de los matrimonios (se le invoca para encontrar pareja o solucionar problemas matrimoniales) y de los viajeros. Su festividad se celebra el 13 de junio, día de su fallecimiento.
Cabe resaltar que esto hace parte de la creencia de la Iglesia Católica y una historia en la que se ha estructurado toda una formación para sus seguidores, realidad que tiene toda una tradición a pesar de que existan quienes cuestionen esta fe.
¿Cómo es la oración para encontrar cosas perdidas?
Las siguientes son algunas de las oraciones para encontrar cosas perdidas en el pedido a San Antonio de Padua:
“San Antonio, perfecto imitador de Jesús, que recibiste de Dios el poder especial de restaurar las cosas perdidas, concédeme encontrar [mencionar el objeto perdido]. Al menos devuélveme la paz y la tranquilidad de espíritu, cuya pérdida me ha afligido aún más que mi pérdida material. Prefiero perderlo todo antes que perder a Dios, mi bien supremo. Amén”.
La anterior es una versión breve de Catholic Answers, mientras que la comunidad católica Hozana tiene otra oración para el mismo propósito. Es la siguiente:
“Glorioso San Antonio, tú has ejercido el divino poder de encontrar aquello que ha sido perdido. Ayúdame a encontrar lo que he perdido, y haz que recupere la gracia de Dios y me haga más devoto al servicio de Él. Permíteme hallar lo perdido y, de esta forma, muéstrame tu bondad. (Rezar un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria)”.
Estas son algunas referencias claves para quienes deseen acudir a una petición en ese sentido.
¿Quién fue San Antonio de Padua?
San Antonio de Padua (nacido Fernando de Bulhões e Taveira, Lisboa, 1195 – Padua, 13 de junio de 1231) fue un sacerdote franciscano, predicador y teólogo de extraordinaria elocuencia y santidad.
Es una de las figuras más veneradas del santoral católico, reconocido mundialmente por su elocuencia, su profundo conocimiento teológico y los numerosos milagros que se le atribuyen.
Desde muy joven, Fernando mostró una profunda vocación religiosa. Inicialmente se unió a los Canónigos Regulares de San Agustín en Lisboa, donde recibió una sólida formación intelectual. Sin embargo, su vida tomó un giro decisivo al conocer a los franciscanos y ver los cuerpos de los primeros mártires de la orden en Marruecos. Inspirado por su sacrificio, decidió unirse a los frailes menores en 1220, adoptando el nombre de Antonio.
Su vida como franciscano lo llevó a un viaje inesperado. Originalmente se dirigía a Marruecos con la intención de predicar y, si era la voluntad de Dios, sufrir el martirio. Sin embargo, una enfermedad lo obligó a regresar y, por azares del destino (un naufragio lo desvió de su ruta), terminó en Italia. Allí conoció a San Francisco de Asís y, aunque inicialmente se dedicó a tareas humildes, su impresionante talento para la predicación fue descubierto accidentalmente.
San Antonio se convirtió rápidamente en un orador formidable, captivando a las multitudes con sus sermones claros y conmovedores, en los que exponía la doctrina cristiana y combatía las herejías de su tiempo. Su capacidad para comunicar el Evangelio de manera sencilla y profunda le valió el reconocimiento de sus superiores, incluido San Francisco de Asís, quien lo designó como el primer lector de teología de la orden. Recorrió gran parte de Italia y Francia predicando y convirtiendo corazones.
Además de su elocuencia, San Antonio es famoso por ser el “taumaturgo” o “hacedor de milagros”. Se le atribuyen curaciones, conversiones y, el más conocido, el milagro de ayudar a encontrar objetos perdidos. Esta última devoción surge de la historia de un novicio que le robó un valioso libro de salmos y, tras las oraciones de San Antonio, el libro fue milagrosamente devuelto.
San Antonio falleció en Padua, Italia, el 13 de junio de 1231, a la temprana edad de 36 años. Fue canonizado menos de un año después de su muerte, en 1232, debido a la gran cantidad de milagros reportados. En 1946, el Papa Pío XII lo proclamó Doctor de la Iglesia, con el título de “Doctor Evangélico”, en reconocimiento a la profundidad de su enseñanza. Su festividad se celebra el 13 de junio.
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