Las arrugas les están ganando la guerra a las mujeres en Rusia, por invasión a Ucrania

Vivir Bien
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Por:  Redacción Vivir Bien
Actualizado: 2022-07-07 08:09:28

Clínicas estéticas y clientes sufren impacto de las sanciones occidentales por reducción de existencias, disparada de precios y éxodo de fabricantes de Bótox.

Anastasia Ermakova, de 37 años, se aplicó su última inyección de Bótox para reducir las arrugas en febrero. “Mi esteticista asegura que todavía tiene ‘stocks’ y que las importaciones continuarán a través de terceros países”, dice, sin ocultar su preocupación.

En marzo, la compañía estadounidense Abbvie, exportadora de Bótox —número uno de los productos a base de toxina botulínica— se retiró del floreciente mercado ruso, en aplicación de las sanciones occidentales de represalia por los “acontecimientos trágicos” en Ucrania.

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En consecuencia, “las existencias de Bótox disminuyen rápidamente, provocando preocupación de los responsables de las clínicas acostumbrados a usar ese producto de referencia”, subraya Julia Frangulova, cofundadora de la Asociación Nacional Rusa de Clínicas de Medicina Estética.

Un duro golpe para el sector de las cirugías estéticas, que en 2021 facturó 969 millones de dólares, 2 % más que en 2020, según un estudio de la compañía Amiko Сonsulting.

En 2020, en Rusia se llevaron a cabo en Rusia 621.600 procedimientos —estéticos, quirúrgicos y no quirúrgicos—. Ese país ocupa el noveno lugar mundial de ese tipo de intervenciones, según la Sociedad Internacional de Cirugía Estética y Plástica (ISAPS).

“En marzo, vimos pánico en pacientes, médicos y proveedores. La demanda se disparó, las existencias de Bótox se evaporaron”, explica Oksana Vlasova, directora de desarrollo de la clínica estética Grandmed, de San Petersburgo (noroeste).

En abril y mayo no hubo importaciones de toxinas botulínicas, subraya Nikolai Bespalov, de la compañía RNC Pharma, que analiza el mercado farmacéutico ruso y espera una reanudación “hacia finales del verano [boreal]”.

La situación también es difícil para los rellenos faciales, incluyendo las inyecciones de ácido hialurónico para los labios, un procedimiento muy popular entre las mujeres en Rusia.

“También tuvimos que decir adiós” a los productos del gigante estadounidense Abbvie, lamenta Vlasova, que espera que los productores europeos puedan tomar el relevo.

Crisis también en implantes mamarios

Los implantes mamarios también se encuentran en una situación compleja debido a la falta de productores rusos. La totalidad de las prótesis son importadas, de las cuales 60 % provienen de Estados Unidos y 13 % de Alemania, países que sancionan a Rusia.

Si bien las sanciones no se dirigen a los implantes propiamente dichos, las cadenas logísticas y financieras del comercio internacional se ven parcialmente afectadas y eso dificulta las importaciones y afecta tanto a la reconstrucción mamaria como a las cirugías estéticas.

Como resultado, en marzo, los precios de los implantes se triplicaron, antes de estabilizarse en un nivel 20 % superior al de antes de la ofensiva contra Ucrania, precisa a la AFP el cirujano plástico Evgueni Dobreikin.

Alexandre Saverski, presidente de la Liga de Defensa de los Pacientes, teme que en breve lleguen a las clínicas productos baratos, pero potencialmente peligrosos y que esa situación se generalice en todo el sector de la Salud. “Dentro de unos meses, el déficit de equipos médicos en Rusia, de los cuales 80 % son importados, será crítico”, prevé.

Otro escollo para los profesionales de la belleza es la inflación que corroe el poder adquisitivo de los rusos. Vlasova ya constata una disminución de su clientela. “Los ingresos de la población disminuyeron y la gente reduce sus gastos”, subraya.

A pesar de todo, Dobreikin quiere conquistar una nueva clientela. En junio lanzó la idea de los implantes mamarios RosGrud (pechos rusos) que, en lugar de ser translúcidos, llevan los colores de la bandera rusa o de un entramado militar.

Nastella Sokolova, una diseñadora de 28 años, escogió ese implante. De esta manera, “Rusia estará siempre en mi corazón. Es mi manera de defender mi patria”, explica.

A la espera de encontrar un proveedor en el extranjero capaz y dispuesto a crearlos, Dobreikin rechaza las críticas o las burlas por su proyecto.

“Tal vez los que están en contra de nuestros implantes patrióticos también están en contra de nuestro país. Deberíamos ‘interesarnos’ en ellos”, dice, haciendo alusión a los juicios que se multiplican contra los detractores de la ofensiva rusa en Ucrania.

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