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"Demencial": Felipe Zuleta, contra Petro, por insólito mensaje tras Nobel de María Corina Machado
Un especialista puso un delicado tema de la salud mental sobre la mesa no solo por la manera en la que logran un impacto, sino porque hay consecuencias.
Las controversias que surgen en redes sociales tienen un aspecto muy particular en los momentos en los que quienes aparecen en cámara toman un actitud que llega a ser impactante.
Detrás del llanto, las quejas y la exageración no solo hay una simple y espontánea reacción por parte de los creadores de contenido y figuras públicas que las protagonizan.
Lo cierto es que un experto puso la lupa en este tema y dejó en evidencia un aspecto que para muchos pasaría de largo, pero que explica con claridad las razones para que sean mecanismos tan efectivos.
En nuestro entorno actual parece haberse impuesto una especie de “era del drama”, donde exagerar, llorar o quejarse a menudo se vuelve la estrategia más efectiva para captar atención y resonar con los demás.
Según el psicólogo Scott Lyons, autor de ‘Adictos al drama’ y replicado por el diario La Vanguardia, estamos saturados por estímulos constantes (imágenes dramáticas, noticias alarmantes, debates polarizados) lo cual incrementa nuestra necesidad de expresiones emocionales extremas para sentirnos “vivos” de nuevo.
Lo que antes se consideraba una reacción individual ha evolucionado en un rasgo colectivo: el dramatismo se ha normalizado como forma de comunicación ineludible, tanto en redes sociales como en política y relaciones interpersonales.
Las narrativas cargadas de tragedia y urgencia resultan herramientas poderosas para atraer atención y permanecer ancladas en la memoria de las audiencias.
Para captar y retener la atención, el lenguaje dramático utiliza tonos, imágenes y metáforas que apelan directamente a la activación del estrés, pues las zonas cerebrales sensibles a la alerta también son las que sostienen el foco de la atención prolongada.
Además, entre los creadores de contenido hay quienes apelan al llamado ‘sadfishing’ (publicar emociones negativas de manera calculada para suscitar empatía o reacciones) causando confusión entre lo auténtico y lo escenificado.
El filósofo Eudald Espluga advierte que esta tendencia dramática no es meramente emocional, sino cultural: su popularización en las plataformas digitales provoca una atmósfera colectiva en la que el melodrama se convierte en moneda emocional corriente.
Frente a esto, proponer contraste (como discursos moderados, reflexiones pausadas o formas de comunicación más equilibradas) puede ofrecer una alternativa ante la saturación emocional.
Si bien no lo menciona el especialista ni el texto en cuestión, resulta pertinente revisar con detenimiento las consecuencias detrás de este tipo de publicaciones no solo para los espectadores sino para sus protagonistas.
Hay varios efectos que pueden tener en la salud mental exagerar o quejarse constantemente, de acuerdo con expertos en el tema:
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