¿Qué sería de nosotros sin la ficción?

Últimamente he pensado en qué pasaría si de un momento a otro nos prohibieran los libros, las películas, las series, las obras de teatro y los programas de televisión salidos de la imaginación de sus creadores.

Lo invito a hacer un ejercicio. Piense en su obra de ficción favorita. No es necesario que los críticos la consideren una obra de arte. Puede ser la telenovela de la noche o la saga de alguna película que vaya por las siete entregas.

Ahora recuerde cómo se sintió cuando la vio o la leyó ¿Qué estaba pasando en su vida en ese momento? Quizás acababan de despedirlo, su novio le había terminado, sentía alguna frustración o simplemente estaba agotado y hastiado de su entorno: desde sus amigos hasta los gobernantes de turno.

¿Recuerda qué significó esa obra para usted? Puede ser que haya encontrado consuelo, se haya reído, llorado o simplemente fue el espacio que le permitió olvidarse por unas horas de sus problemas y conectar con otra realidad. Muchas veces ese puede ser el mayor regalo que alguien nos puede dar.

Ese es el poder de las historias y la ficción. Dice el guionista de Hollywood Robert McKee que los seres humanos tenemos hambre de historias porque ellas se han convertido en nuestra principal fuente de inspiración en nuestra búsqueda del orden en el caos y de la coherencia interna de la vida. Por eso la idea de vivir sin ficción es aterradora.

Y también es aterrador que desaparezca alguna de las formas en que nos acercamos a las historias: el cine, los libros, el teatro, la televisión, incluso Netflix y otras plataformas de contenido.

Por eso no entiendo cómo nos acostumbramos a vivir en un mundo sin ficciones sonoras ¿Las recuerda? Si es muy joven, es probable que sus padres o abuelos le hayan hablado de los radioteatros o las radionovelas y de cómo esperaban que cada noche la radio transmitiera sus series favoritas.

Sin duda la más famosa en Colombia fue ‘Kaliman, el hombre increíble’. En los años 70 y 80 la radio transmitió las aventuras de un príncipe indio y su incomparable compañero, descendiente de faraones egipcios. Nunca la escuché, pero sé que sus oyentes la recuerdan con mucho cariño.

No estoy muy segura de cómo sucedió, pero en algún momento la radio colombiana dejó de crear, producir y transmitir radionovelas. Lo mismo ocurrió en otros países de América Latina. Quizás no fue una decisión premeditada. Ningún dictador decretó el fin de la ficción sonora, pero lo cierto es que yo crecí en un mundo sin historias creadas para los oídos.

Advierto que me falta investigar este asunto a fondo, pero me atrevo a decir que los guionistas, realizadores y actores de radionovelas fueron absorbidos por la televisión. Y mientras tanto, la radio se fue llenando de espacios informativos, opinión y humor. Mucho más fáciles y económicos de producir… Hasta que llegó el podcast.

El 12 de mayo de 2016 se estrenó en España ‘El Gran Apagón’, una serie de ficción sonora de Podium, la plataforma de podcast de la cadena SER. Yo llegué un poco tarde al show, en realidad, varios años tarde.

No quiero hacerle ‘spoiler’, así que solo contaré que es un falso documental sonoro que inicia luego de un evento apocalíptico: una tormenta solar que deja sin electricidad a todo el planeta.

No creo que haga falta decir que amé la serie. Amé la idea -del guionista José Antonio Pérez Ledo-, amé la actuaciones y amé, sobre todo, la dirección de Ana Alonso.

Ya llevaba varios años escuchando podcast, pero la experiencia de oír una ficción fue diferente. Tuve la sensación de estar en presencia de algo nuevo, todo un privilegio en estos tiempos en que nada parece sorprendernos.

Recuerdo que cuando terminé las tres temporadas me sentí desamparada, porque ¿Dónde iba a encontrar algo parecido? ¿Dónde estaba la siguiente ficción sonora para darme un atracón como el que solía tener con las series de Netflix?

Pasó un tiempo y fui encontrando otras ficciones impresionantes como Guerra 3, Informe Z y recientemente Menlo Park y Biotopia. Pero ¿Lo ha notado? ¡Se cuentan con los dedos de la mano!

Hoy sé que estas historias pudieron concebirse gracias a que en España la radio pública se encargó de mantener vivo el género. Los oficios de escribir, producir, dirigir y actuar en función de los oídos, no se perdieron porque los artistas sonoros encontraron en Radio Nacional de España un espacio para seguir creando.

Debo decir que no son muchos. También se cuentan con los dedos de la mano. Allí fue donde hizo y sigue haciendo carrera el guionista y realizador Alfonso Latorre, creador de Menlo Park -ciencia ficción en la era en que Thomas Alba Edison inventó la bombilla- y Ana Alonso de Blas, directora de las grandes ficciones de Podium.

Sé que en Colombia algunos podcasteros quieren apostarle a la ficción. Comienzan a aparecer algunos intentos destacables, pero se nota la falta de escuela. Y es lógico. Los realizadores tratan de adaptar elementos del cine, la literatura, la televisión y el teatro al podcast, pero no es lo mismo. La pérdida del oficio tiene consecuencias.

Pero esta no es una columna apocalíptica. Es una invitación a los creadores de contenidos y podcasteros para que vean en el sonido una opción para construir personajes, situaciones y universos, que ayuden a saciar el hambre de la humanidad por las historias. Necesitamos muchas ficciones sonoras.

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Y a todas estas, ¿qué es un podcast?

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.