Carta abierta a mi hijo: no vuelvas a Colombia por favor

Nación
Tiempo de lectura: 5 min

Hijo mío: ahora que vives tan lejos y vuelas sólo, no dejó de recordar a ese pequeño ‘pichón’ que dependía de mí.

Me encuentro una foto de hace 24 años abrazándote con ternura a las pocas
horas de nacido, y me es posible revivir la sensación que ese día invadió mi
mente: fue un sentimiento tremendo, cálido y tranquilo, a pesar del miedo que me daba tener un hijo a los 18 años.

Los padres soñamos con un futuro mejor para nuestros hijos, aunque nunca
estamos preparados para el día en que abandonan el nido. Cuando te fuiste del país, se acabaron nuestras horas para compartirlo todo y para mí no fue fácil, te lo confieso. Hablar y ver fútbol, reírnos, discutir, dormir, jugar, comer, verte jugar al tenis. Me hace falta ese gran y feroz competidor en PlayStation.

Como los espacios para hablar y compartir son ahora tan reducidos, y nos
comunicamos únicamente por videollamadas, suceden muchas cosas que hago y no las conoces o no las sabes y por eso decidí escribirte esta carta.

Te cuento que desde 2008 tengo publicados más de 87 mil tuits en mi cuenta de @Momentistas con una cantidad de comentarios personales a los temas de actualidad. También he compartido noticias, columnas, vídeos, apuntes, chistes, quejas, reclamos y pods de medios tradicionales y otra gente con los que me han seguido y aun lo hacen.

De redes y otros demonios

Y si tan solo me remitiera a esa información podría decirte, que a pesar de todo lo malo, el país es un lugar hermoso con gente muy muy buena. Sin embargo, también es real y no menos cierto, que son muchos los que no son buenos y nunca lo serán.

Colombia, lamentablemente, es el país del dolor y la tragedia personal y colectiva. Por la experiencia de curar información, más todo lo que cubrí, vi y entendí luego como reportero en medios tradicionales, me veo obligado a decirte, muy a pesar de las críticas que pudiera recibir y todos los discursos ‘colombianistas’ que seguramente me podrían callar, que si bien hijo mío te extraño tanto que me duele, me da más alegría, que ya no estés aquí perdiendo tu tiempo o expuesto a todo tipo de dificultades y peligros, como le sucede a tantas personas, por no decir que la mayoría de colombianos.

Pídele a Dios que cuando regreses, en un tiempo prolongado, las cosas hayan cambiado para bien. Pero si haces una comparación de lo que era tu vida antes de que te fueras con la vida actual en el exterior, creo que vas a decir: no vuelvo nunca.

El trabajo en cualquier cosa aquí es sinónimo de esclavitud o mal trato. Resulta igualmente perverso comprar o tener algo, por cualquier bien mueble o inmueble se debe pagar mucho dinero en impuestos que siempre se los roban.

Un emprendimiento se vuelve un gran padecimiento y estamos siempre
escuchando políticos prometiendo que las cosas van a mejorar. Sostener una
empresa con todas las arandelas de ley, es casi imposible. Las buenas noticias poco gustan ya, así sean más los buenos que los malos. La verdad es que son los malos quienes hacen más ruido y los intereses de todo tipo han primado sobre el beneficio de la mayoría.

Urbanitas y Transmilenio

Lo que se publica, debate y se comenta es sobre caos, inviabilidad y corrupción en sus infinitas presentaciones. Las peleas de todos contra todos son el pan de cada día. Nunca hay un acuerdo sobre nada.

Ni siquiera la petición de rodillas del papa Francisco clamando por un
entendimiento por encima de nosotros mismos para vivir en reconciliación, más allá del explicable y justificado dolor, claramente no ha sido posible.
Por eso te recomiendo, casi te exijo, que no te enteres de nada de lo que sucede en Colombia, pues saberlo no sirve sino para entristecerse.

¿Entonces, para qué perder el tiempo? No vale la pena. No saber de Colombia es el mejor ejercicio para los que están afuera y anhelan volver.  Noticieros y portales abren diariamente con tantas aberraciones o escándalos que
no alcanzaríamos a enumerarlos.

Por eso, enhorabuena que los jóvenes puedan irse a conocer horizontes
diferentes donde sea posible la realización de sueños y esfuerzos de los que el país adolece por completo. Por ejemplo, adolece de un sistema educativo que sirva al deporte y a los deportistas talentosos o sacrificados como tú para lograr de verdad resultados importantes.

Aquí practicar deportes es costoso y está mal manejado. Padecí junto a ti el tenis infantil, juvenil y semiprofesional colombiano, que pesadilla. El resultado es obvio, o ¿cuántos jugadores top 100 tenemos? Argentina tiene al menos 30.

Así que cuando vuelvas, si Dios lo quiere, ojalá llegues cargado de ideas y
aprendizaje, a un lugar que para entonces debería ser mejor para todos no en intenciones sino en acciones. Como todavía eso no será, no desperdicies ni tu vida, ni tus sueños pensando que aquí vas a lograr algo.

Hijo me duele decirlo, pero prefiero que te quedes afuera del país, por tu salud mental y espiritual.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.

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