Ella era Natzabary, tenía siete meses de embarazo y sicarios acabaron con su vida

La mañana del 26 de julio marcó un antes y un después en la vida de la familia Malaver. Natzabary, una joven de 23 años con una sonrisa constante y el corazón lleno de sueños, fue asesinada brutalmente mientras trabajaba vendiendo tintos en el barrio San Mateo, en el municipio de Soacha, al sur de Bogotá, Colombia. Su madre estaba allí, a pocos metros, y presenció la tragedia que le arrebató a su única hija mujer.

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El crimen no solo apagó la vida de Natzabary, sino que dejó una profunda herida en su familia. Su padre, el señor Alfonso, apenas puede hablar del tema sin romper en llanto. “Era mi única niña, me la quitaron de la peor manera”, dice con la voz entrecortada.

Natzabary era madre de un niño de seis años, quien hoy pregunta por ella sin entender por qué no vuelve. Además, estaba embarazada de siete meses. Vivía con su pareja, un joven con quien soñaba construir un hogar y criar a sus hijos juntos. Esa ilusión quedó truncada con la violencia que se llevó dos vidas inocentes en cuestión de segundos.

La joven había estado trabajando en ese puesto durante cuatro meses, vendiendo arepas, tintos y empanadas para darle una mejor vida a sus hijos. El día del ataque, un individuo en una motocicleta le disparó en la cabeza, acabando con su vida y la de su hija no nacida.

Desde entonces, su familia vive entre el dolor y la incertidumbre. Aunque se han mencionado versiones y presuntos responsables, hasta el momento no hay capturas ni avances significativos en la investigación. Las autoridades aseguran que continúan trabajando, y la policía está manejando varias hipótesis.

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En Soacha, una madre llora por su hija, un padre implora justicia, un niño espera a su mamá y una familia entera grita en silencio por respuestas. Porque mientras no haya justicia, el duelo seguirá siendo una herida abierta.