Mujer estuvo 11 años secuestrada por persona que aseguraba ser la hija de Dios: "Me golpeaba"
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Visitar sitioMaría Esperanza vivió por más de una década bajo el control de una supuesta guía espiritual que la mantuvo aislada, sometida y en condiciones infrahumanas.
María Esperanza Castro García, una mujer de 71 años originaria de Salamina, Caldas, contó su historia al pódcast Vamos pa’ eso, después de pasar once años en cautiverio. Desde joven, María Esperanza vivió en un entorno familiar estable, aunque con normas estrictas impuestas por su padre, y tras desplazarse al Caquetá debido a la violencia en Colombia, continuó sus estudios y comenzó a trabajar en diferentes ciudades del país, siendo una mujer activa y responsable.
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Sin embargo, la vida de Esperanza cambió radicalmente cuando conoció a una mujer llamada Cielo, que se presentaba como una líder espiritual con supuestos poderes para adivinar el destino. El encuentro con Cielo se dio en Mesitas, gracias a una amistad con una mujer llamada Carmensa, dueña de un restaurante local. Carmensa había recibido en su casa a una mujer recomendada por Cielo, y poco a poco María Esperanza fue introducida en este círculo, donde la religión se utilizaba como herramienta de control y sometimiento.
La mujer que se hacía llamar “novia del cordero” comenzó a ejercer un dominio absoluto sobre ella y otras personas, imponiendo reglas estrictas que incluían aislamiento de sus familias, trabajos sin descanso y castigos severos bajo la excusa de supuestos designios divinos. Lo que siguió fue un proceso progresivo de alejamiento de su vida cotidiana y un vínculo cada vez más estrecho con esta mujer que, con discursos religiosos y supuestas visiones divinas, fue tomando control total de su vida.
Once años de secuestro y manipulación bajo un falso poder espiritual
María Esperanza fue convencida de abandonar su autonomía y someterse a las decisiones de Cielo, quien le imponía tareas, limitaciones y castigos. En poco tiempo, quedó completamente aislada de su familia y su entorno. A lo largo de once años, vivió bajo vigilancia constante. No podía usar su celular libremente, no tenía acceso a su dinero y fue obligada a entregar bienes personales. Incluso el alimento era administrado por la líder del grupo, quien decidía cuándo y qué comer.
Durante esos once años de cautiverio, María Esperanza sufrió no solo maltrato psicológico sino también físico. Relata que fue golpeada en varias ocasiones, a veces directamente por Cielo y en otras por miembros del grupo que esta lideraba. Además, su estado de salud se deterioró considerablemente debido a la falta de atención médica. A pesar de presentar enfermedades graves como herpes zóster, no recibió ningún tratamiento, pues la líder espiritual consideraba que cualquier medicamento iba en contra de la voluntad de Dios.
“Me dijo: ‘Ese es un castigo de Dios. Por eso no espere que le dé un medicamento, porque eso es ponerme contra los designios del Padre'”, aseguró. “Ella me miraba y me decía: ‘Gran varona eres. No perteneces a este mundo. Serás rica, millonaria, traspasarás fronteras. Dios te habla’. Los que estábamos dentro del grupo no teníamos derecho a familia, a nadie. Por cualquier cosa, encerraban a uno en la bodega, sin cobijas, aguantando frío”, agregó la mujer.
El encierro se caracterizaba por condiciones precarias y el acceso a alimentos y servicios básicos era controlado arbitrariamente. La comunicación con el exterior estaba completamente restringida. María Esperanza no pudo contactarse con su familia durante todo ese tiempo, quienes permanecieron sin noticias de ella por más de una década. Este aislamiento total fue parte de la estrategia para mantener el dominio sobre ella y el resto de las personas atrapadas en esa red de manipulación.
Uno de los momentos más difíciles para María Esperanza fue cuando sufrió un infarto y otras graves enfermedades, sin recibir la atención necesaria. Fue dejada a su suerte, sin medicamentos ni apoyo, y en una ocasión tuvo que valerse de la ayuda de desconocidos para trasladarse hasta su casa. A pesar de todo, relató cómo mantenía su fe y resistencia en medio de la adversidad.
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“Ella me golpeaba. Muchas veces me reventó. Una vez porque no escuché un mensaje que me mandó al celular. Me lo pidió, lo revisó y me pegó con un palo”.
Finalmente, después de tantos años de sufrimiento, María Esperanza logró escapar y se atrevió a contar su historia. A sus 71 años, no ha recuperado completamente la salud, pero sí su voz, que durante once años fue silenciada.
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