Huellas del secuestro: empezó como una toma guerrillera y terminó con 9 años en cautiverio

Nación
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Armando Castellanos Gaona fue uno de los liberados en la Operación Jaque y aprovechó el mes de las víctimas para relatar cómo fue su plagio.

Q’Hubo dialogó con el ibaguereño Armando Castellanos Gaona, subcomisario retirado de la Policía y quien sobrevivió a la toma guerrillera que las Farc realizaron de manera simultánea en Prado, Villarrica, Dolores, y La Arada (Alpujarra), en 1999.

Luego de aquel día, permaneció en cautiverio por ocho años y ocho meses y fue rescatado, junto a otros 14 secuestrados, durante la operación Jaque, ejecutada por las Fuerzas Militares en julio de 2008.

Así tituló el periódico El Nuevo Día la noticia que informaba sobre la toma guerrillera de cuatro poblaciones del suroriente del departamento a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), durante el 16 y 17 de noviembre de 1999.

(Vea también: Las primeras imágenes de la liberación de Sebastián Lodoño, tras 11 meses en cautiverio)

En esta incursión, que comenzó el martes a las 10 de la noche y se prolongó hasta el día siguiente, fueron usadas bazucas, lanzagranadas y, por primera vez en el Tolima, cilindros de gas para destruir puestos de Policía, entidades bancarias como Bancafé, Cooperamos y Coopdesarrollo, y predios aledaños a estas, en cada una de las cuatro poblaciones.

Como consecuencia de aquella toma, ocho policías fallecieron: Félix Antonio Varón García, José Fulgencio Rodríguez, Óscar Manuel Pinzón Perdomo, Luis Alfredo Méndez Carrillo, Saúl Gómez Barrero, Fernando Villanueva Villanueva, José Farid Arciniegas Gómez y Rubén Bastidas; asimismo, hubo 11 heridos, tres desaparecidos, un civil asesinado, identificado como Rómulo Calderón, y siete más heridos; al igual que varios insurgentes fallecidos.

En Prado, siete de los ocho uniformados perdieron la vida, la iglesia fue destruida y las torres de energía de Hidroprado fueron blanco de un atentado, lo que dejó sin energía eléctrica a gran parte del sur del Tolima; mientras que en Dolores, cuatro policías resultaron heridos. De acuerdo con una fuente de esa institución, un grupo de agentes fueron llevados al parque principal donde los insurgentes pretendían asesinarlos, pero la población se opuso. Horas más tarde fueron entregados a un reportero.

En Villarrica murió el octavo policía y dos más resultaron heridos, mientras que en La Arada dos registraron lesiones y otros fueron secuestrados, entre esos el subcomisario Armando Castellanos.

Horas después de iniciada la toma guerrillera fueron enviados a la zona cinco helicópteros artillados de la Fuerza Aérea y refuerzos de la Policía y el Ejército. El reportero gráfico del Nuevo Día, relató que, al llegar a cubrir los hechos, tuvieron que dejar los vehículos en la entrada de Dolores e ingresar caminando.

Una vez estaban en el parque principal, solo encontraron escombros: “Eso fue tenaz, en el piso había un tapete de casquillos, las paredes llenas de agujeros. Bajaron un poco de guerrilleros y le gritaban a la Policía ‘se entregan, llegó la prensa, se salvaron, ratas, porque le íbamos a meter candela a ese puesto, llegó la prensa a tirarse todo’. Cuando al rato se oyó el grito de alguien ‘¡prensa, prensa, prensa!’ y salió un policía con las manos arriba y al lado de nosotros había como 20 guerrillos y le apuntaban. Él con las manos arriba dijo ‘¡prensa no nos dejen matar, ayúdenos!’. Uno apuntando con la cámara y ellos con el fusil”.

Para aquella época, el subcomisario ibaguereño, Armando Castellanos Gaona, adscrito al Departamento de Policía Tolima, tenía 29 años de edad y llevaba siete prestando sus servicios a la institución. Castellanos recuerda que aquel día, la toma guerrillera terminó aproximadamente a las ocho de la mañana y después de eso, los guerrilleros los subieron a él y a sus compañeros a varios camiones y se los llevaron con dirección a la vereda Café Las Pavas, ubicada entre Dolores y La Arada (Alpujarra).

Después de un largo trayecto a bordo de los vehículos, subieron a pie por una montaña ubicada en los límites con el Huila donde la visibilidad para los aviones de la Fuerza Aérea era muy limitada, lo cual convertía a este lugar en un punto estratégico para el accionar de los subversivos.

Allí estuvieron alrededor de tres días, luego de los cuales empezaron a caminar hasta llegar a Colombia (Huila) y de ahí siguieron la marcha durante 15 días más hasta los Llanos orientales, donde estuvieron alrededor de cinco meses hasta que las Farc decidieron trasladarlos a la zona de distensión, aduciendo que en aquel lugar podrían estar más seguros, tanto los combatientes como los secuestrados.

(Vea también: “Entré a las Farc con 11 años por los abusos de mi padrastro”: relato de desmovilizada)

Así las cosas, se desplazaron hasta un campamento guerrillero en el Caquetá y allí el subcomisario Armando Castellanos conoció a Íngrid Betancurt, Clara Rojas, Luis Eladio Pérez, Alan Jara, Orlando Beltrán, entre otros secuestrados. En ese lugar estuvieron hasta que se acabó la zona de distensión y luego tuvieron que emprender de nuevo la marcha hacia las selvas del Guaviare, Vaupés y el Vichada a raíz de los operativos que el gobierno de la época incrementó en zonas de influencia subversiva.

La liberación

Armando Castellanos recuerda que los secuestrados se rotaban entre los campamentos que la guerrilla hacía con alambres de púas en las selvas de estos departamentos hasta el día que fueron liberados durante la operación Jaque,ejecutada por las Fuerzas Militares el 2 de julio de 2008 en Tomachipán (Guaviare). Aquel día, se acabaron ocho años y ocho meses de cautiverio y pudo volver a abrazar a sus hijos y a su señora madre que siempre estuvieron pendientes de su regreso a Ibagué.

El subcomisario Castellanos estuvo aproximadamente tres meses en recuperación y readaptación a la Policía Nacional, luego de lo cual retomó labores en la institución, esta vez desde las calles de Bogotá, donde debía realizar su trabajo acompañado por un nutrido esquema de seguridad.

Mientras laboraba en la Policía, sus hijos recibieron becas de la Fundación Julio Mario Santodomingo y la corporación Matamoros y se convirtieron en profesionales. Hace cuatro años se pensionó y se vino a vivir a su ciudad natal, Ibagué, donde actualmente lleva una vida normal junto a su nueva esposa.

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