Vivir del cartón, una realidad cada vez más visible... un día a día en la calle que se normalizó

Nación
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LA PATRIA

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Las historias de dos habitantes de calle reflejan lo que dicen las cifras del Dane sobre la población que vive en esta condición, y que sigue aumentando.

“Yo soy de la calle, apá. Me vengo y me siento aquí a tomarme un tinto y listo, y ahí me voy a reciclar. A nadie le debo nada, gracia a Dios, no fumo vicio ni nada, es lo mejor, ayy qué tal…”, así comienza su relato Jairo Gómez Gómez, quien lleva en la calle cerca de 40 años, viviendo prácticamente del cartón.

Cuando se le pregunta por su labor, sostiene que a veces no se hace nada por el agua, “pero en otras ocasiones logro $30 mil y hasta $40 mil en el día, cuando está bueno”, asegura este hombre de 69 años, mientras se toma un humeante café, sentado en las pequeñas escalas que están afuera, cercanas al Velódromo de la Universidad de Caldas.

De regreso, desde el sector del Batallón vía a Cristo Rey, viene José Gilberto López Amaya, quien asegura que todos los días hace un recorrido similar desde el Velódromo hasta el Batallón, junto con sus tres inseparables amigos. Sus perros Lucio, el cachorro blanco y negro con el que lleva seis meses; Adán el mono, que lo acompaña hace 11 meses; y Juanita, su perra negra, que sabe más de él que cualquier otra persona, durante sus 13 años de compañía y amistad.

Censo del Dane sobre habitantes de calle

Jairo y José Gilberto son solo dos de los 635 casos de habitantes de la calle que reportó el Dane en Manizales, según la Gran Encuesta Integrada de Hogares y los resultados actualizados al 2021, con el fin de determinar la caracterización demográfica y socioeconómica de las personas que recorren a diario los sitios de la ciudad, sin tener claro a dónde ir, comer o dormir.

El objetivo fue establecer una línea base para construir los parámetros de intervención social en la formulación, implementación, seguimiento y evaluación del impacto de la política pública social.

En el registro del Dane, censado en su mayoría a través de entrevistas directas en un 92,1%, igual a 585 personas, se determinó que la mayoría de habitantes son personas entre los 25 y 44 años de edad, y de ellos un 89,9% son hombres y 10,1% mujeres.

El estudio también demuestra que, al igual que Jairo y José Gilberto, cerca del 81% de las personas lleva más de 5 años viviendo en las calles y cerca del 10%, menos de dos años.

En su mayoría son de esta ciudad (67,4%), aunque el 32,3% de los habitantes registrados son personas que llegaron de otros municipios del país.

Por drogas o conflicto familiar

– ¿Por qué se fue del hogar? le consultamos a José, quien asegura que después de que murieron sus padres todos los integrantes de su familia decidieron marchar. “Todos nos abrimos, ir a vivir uno donde lo humillan después, no hermano, es mejor buscar por ahí una dormidita”, dice, mientras recuerda que es de Marsella (Risaralda), de donde se vino muy niño con su familia, porque a su padre le ofrecieron administrar una finca. Luego trabajó en la Universidad de Caldas como almacenista, de donde salió pensionado.

Asegura que después le dieron a su familia un lote en el barrio Viveros para que construyera una casa, donde vivieron unidos, junto con sus 9 hermanos. “Pero murieron y ya faltando los padres uno ya como que se amarga la vida”, dice.

José Gilberto también recuerda algo parecido. “Llevo unos 32 años en las calles. Quedé huérfano de padre y madre a los 18 años, y mire, la honestidad y la honradez valen más que mil palabras y por eso una vez ellos murieron me independicé de mis hermanos mayores. Uno de ellos cogió el vicio en vida de mi madre y mi padre, yo no quise cogerla por no darles mal ejemplo, por eso cuando murieron seguí solo adelante, pero no me arrepiento”, asegura José, quien dice que aunque estuvo en otras ciudades, como Bogotá y Buenaventura, no hay como esta ciudad.

(Vea también: Hay niños desde los 10 años en situación de calle; ¿cómo contribuir a su recuperación?)

Bazuco y cigarrillo

Sin embargo, algunos reconocen que el consumo de drogas fue el motivo que los alejó de su hogar. Fue el caso de Jorge Luis Mejía Prieto, quien desde sus 19 años vaga por las frías calles de Manizales en busca de alguna ayuda. Hoy, a sus 27 años, recuerda con nostalgia que nunca quiso abandonar su hogar. Pese a ello, su padre le reclamó porque se estaba volviendo un gamín, ya que se había vuelto adicto al Sacol (pegante amarillo).

Según Jorge Luis, fue una forma de refugio, ante los problemas que había en su hogar. “Eso me ayudaba a desahogarme y distraerme de los problemas. Veía alucinaciones y me iba de la realidad”, recuerda.

Estos, precisamente fueron los dos factores que evidencia el Dane como las principales causas por las cuales las personas dejan su hogar. Según el estudio, cerca de la mitad, el 42,9% se debió al consumo de sustancias psicoactivas, pero también influyeron los conflictos familiares y dificultades familiares para el 25,5% de los consultados.

De hecho, a la consulta del porqué siguen viviendo en las calles persisten las mismas razones, además de gusto personal. El efecto del consumo de drogas es tan alta, que incluso el 65,3% de los consultados dice que su mayor adicción es el bazuco, seguido del cigarrillo y de la marihuana.

¿Cómo viven los habitantes de calle?

Jairo dice que el cartón, el papel reciclable y los periódicos son una gran ayuda y que con eso siempre se ha podido ayudar. “Es lo que yo haga, me rebusco por todos lados y lo llevo a vender a la Galería, porque allí en Fátima pa’ abajo lo compran, pero por mitad y no aguanta regalar el material. Allá lo pagan a $100 el kilo y en la Galería a $250”.

Según el censo del Dane, la mayoría de habitantes de la calle vive precisamente de recoger material reciclable, limpiando vidrios, cuidando carros o, simplemente de mendigar (ver infográfico).

En las calles y posadas

Aunque las ayudas también provienen en muchos casos de la misma familia o de alguna red de apoyo, Jairo y José desconocen ese tipo de apoyo, que según el Dane alcanza el 57,9%, pues muchas familias siguen pendientes de estos habitantes que abandonaron el hogar.

También niegan que tengan ayuda de instituciones oficiales, el segundo reporte más alto, según el Dane, con el 42,9%, seguido del apoyo de amigos, en el 19,8%, con el que se identifica José Gilberto, quien asegura que todos saben que vive cerca del Velódromo, donde lleva unos 13 años.

“Gracias a mi honestidad y honradez me pude ganar la confianza para estar en el parque del Velódromo. El cambuche mío es esto”, señala su carreta, al tiempo que manifiesta “ahí cargo los trastos y a pesar de que me encuentro en la calle siento que estoy en la casa, en mi departamento y le agradezco infinitamente a la gente que me ayuda”, reitera.

Jorge Luis, quien ya cumple 8 años viviendo en las calles, asegura que a veces duerme en La Posada, lugar que considera reconfortable para dormir. Este es un hogar de paso, cuya única condición es pagar la noche que vale $5 mil, y con esto pueden quedarse, recibir comida, desayuno y bañarse antes de salir al día siguiente.

Jairo es más temeroso y cuando ve a los policías o instituciones como la Unidad de Protección a la Vida (UPV), lo primero que hace es correr. “Duermo en cualquier lugar, alrededor del Estadio o donde me pueda refugiar, pero están llegando esos de la UPV y lo llevan a uno a aguantar frío y hambre, entonces uno ya no puede dar el pago. Antes pagaba La Posada, pero es que allá muchos van a hacer bulla y no dejan dormir, no me gustó”.

Programas para la población

El problema, según el reporte del Dane, es que de los 585 habitantes de calle, solo 265, el 45,3% conoce los programas que ofrece la Alcaldía, a través de la Unidad de Protección a la Vida (UPV). El resto, el 54,2% no sabe de qué se tratan según ellos mismos, y muchos de los consultados por LA PATRIA dicen que tampoco lo quieren saber.

De acuerdo con Valentina Alzate Ruiz, coordinadora de esta Unidad, este es un programa inscrito a la Secretaría de Gobierno que busca restablecer los derechos de los habitantes de calle, con el fin de trasladarlos, con previa autorización, a la estación de Policía de San José, donde les realizan tareas de autocuidado, les dan ropa, se bañan y desayunan, verifican si tienen EPS y registran su cédula o se ayudan para vincularlos y tener el documento de identidad, y se les ofrece un proceso de desintoxicación.

El promedio es de unas 120 personas que se atienden al día. Igual resalta que hay un plan de atención psicosocial, trabajo social, para identificar familiares y seguimiento con trabajadoras sociales. El problema, según el padre Bernardo, es que más que desconocimiento, es la dificultad de rehabilitar a un consumidor, ya que no se puede iniciar un proceso si la persona en verdad no tiene la determinación de cambiar.

Deseo de volver

¿Volvería al hogar?… Jairo asegura que sabe que todos viven en varias partes de la ciudad, pero no los visita, porque no se acuerdan de él. “Para qué si no le ayudan a uno, no soy ladrón ni le robo a nadie gracias a Dios”, sostiene, mientras termina su café.

“Abajo en miradores de Villapilar viven dos hermanas, en Villahermosa viven otros, arriba en Minitas, en Villaluz viven otros, pero no los busco pa’qué, yo me consigo la plata a lo bien, no digo que mucha, que me voy a enriquecer, no. Hay veces que consigue uno y otras que no”.

– ¿Y la casa de Viveros?…. según Jairo, la mamá decidió venderla para no poner a pelear a nadie. “Ojalá no la hubieran vendido, ahí estaría uno bien, apá. Sería sino salir a buscar la comidita, para uno pagar facturas y listo, pero vea a donde viene uno a parar. Yo quisiera volver otra vez, pero no hay forma”, dice, mientras empieza a llorar.

Algo similar sostiene Jorge Luis, quien dice que lo que le hace falta es impulso. “Creo que será cuando mi papá me lo pida, que yo haga un proceso de entrar a algún programa y empiece a desintoxicarme para volver otra vez”, confesó, mientras expresa una larga sonrisa, como si imaginara la felicidad de volver a su hogar.

Por el contrario, José Gilberto cree que es difícil volver. “Cuando mis padres murieron seguí solo adelante, pero no me arrepiento y creo que a estas horas ya es difícil volver”, asegura mientras acaricia a Lucio, que no para de ladrar.

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