10 vejaciones que íngrid Betancourt restriega a Farc y les pide que no nieguen

Nación
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La exsenadora detalló esas indignantes situaciones en una carta que envió a la JEP luego de que esa guerrilla diera la versión de su cautiverio en el Tribunal.

La misiva está dirigida a la magistrada Julieta Lemaitre, quien pertenece a la Sala de Reconocimiento de Verdad, Responsabilidad y de Determinación de los Hechos y Conductas de la Justicia Especial para la Paz.

Según Betancourt, el pasado 22 de febrero se enteró por un artículo de El Espectador de la versión de las Farc ante la JEP sobre las condiciones de su secuestro. Y además del impacto que le causó ese recuento, en su carta evidencia el desconcierto que le produjo no haber conocido el relato a través de canales institucionales, sino por un medio de comunicación.

¿Se parecen los casos de Aída Merlano (capturada) e Íngrid Betancourt (secuestrada)?

Además, la excandidata presidencial también deja ver su molestia con la justicia transicional por aceptar, según ella, el termino preliminar “retención”, el mismo que, añade, las Farc usaron en su narración de los hechos que rodearon su secuestro.

“Perdón no es olvido. Tampoco es impunidad”, resalta Betancourt en la misiva que fue publicada el pasado 24 de febrero por El Espectador, pero que se viralizó en las últimas horas luego de ser difundida este lunes por varios medios nacionales.

A continuación, los puntos más relevantes de la carta en la que la exsecuestrada refuta la versión que habrían entregado los exintegrantes de las Farc ante la JEP y manifiesta su indignación por esas declaraciones contrarias a lo que ella manifiesta haber vivido en realidad durante su cautiverio:

  1. “Según ellos, mis intentos de fuga los obligaron a encadenarme y a someterme a otros castigos que mencionan parcialmente. […] Yo estaba en derecho de buscar recobrar mi libertad”.
  2. “Dicen ellos que su intención al encadenarme era salvarme la vida. El mayor peligro que yo corría […] eran ellos, su violencia, y su decisión de matarme si era necesario”.
  3. “¿Hacerme marchar encadenada con otro secuestrado para prevenir incidentes? No. […] Al cruzar caños pasando en equilibrio sobre troncos resbaladizos, podíamos morir ahorcados si el compañero se caía. […] El encadenamiento era parte de su obsesión con el castigo para quebrarnos sicológicamente”.
  4. “Dicen que las cadenas las retiraban. A los secuestrados militares y a mí, nos mantuvieron encadenados durante años. No era una medida esporádica”.
  5. “Hacernos asear en público también daba la oportunidad para conductas insultantes, violencias, y terribles abusos […]. Era una venganza contra un ser humano convertido por ellos en el símbolo de su enemigo personal y social”.
  6. “Obligarme a hacer las necesidades frente a un guerrillero, como explican ellos, para impedir mi fuga, es una justificación inaceptable. La razón era otra: la complacencia en el odio, la sed de dominación, el machismo, y la estimulación grupal del sadismo”.
  7. “Dicen que me aislaron para que me cuidaran guerrilleras mujeres y que me reunieron al grupo por solicitud mía. No me solicitaron mi opinión ni aceptaron que la diera. Hicieron conmigo lo que les pareció, sin importarles ni mi sufrimiento ni mis súplicas”.
  8. “Hablan de espacios para hacer yoga, de artículos de belleza, de comida y medicamentos. Con los cambios de comando nos ponían a hacer una lista de implementos de aseo, a sabiendas que nunca llegaría nada. […] Para ellos había todo, mientras nos mantenían encadenados, sin siquiera atendernos con los medicamentos que tenían en reserva”.
  9. “Me hicieron dormir encima de nidos burbujeantes de hormigas mortales. Dicen ellos que ocasionalmente sucedió porque por las noches no las podían detectar. […] La verdad es que las buscaban de día para obligarme a permanecer encima de ellas. […] ¿Sabe alguien lo que es dormir sobre una marea de bichos enloquecidos, encaramándosele a uno de noche por todos lados …?”
  10. “Se apropiaron de mi vida, de mi tiempo familiar y laboral, de mi recorrido político y de mi voz, para usarme como escudo militar, moneda de cambio y plataforma mediática”.

Sobre este último punto, indica Íngrid Betancourt que las Farc siguen usándola “para justificar sus comportamientos delictivos ante la JEP”.

Expresa además que en su cautiverio estuvo “en manos de hombres y mujeres perdidos en la selva, sin Dios ni ley, que hacían con nosotros lo que les parecía”, y que sobre la vida de sus secuestrados “el secretariado llevaba una contabilidad fría y deshumanizada, cubriendo sistemáticamente los desmanes de su tropa, así como lo hacen hoy” con el relato que entregaron a la JEP y que tanta indignación le ha causado.

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