Muerte de Neruda: conmoción mundial, homenajes y la resistencia cultural frente a la dictadura chilena
El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
Visitar sitioLa muerte de Pablo Neruda conmocionó al mundo y desató una ola de reacciones literarias y políticas.
La muerte de Pablo Neruda, uno de los poetas más influyentes del siglo XX, sacudió al mundo en menos de un día. Las reacciones de grandes figuras literarias internacionales no se hicieron esperar, tal como lo recoge El Espectador. Louis Aragón, destacado escritor francés, afirmó que Neruda era el mayor poeta de su tiempo y dejó entrever dudas que prefería no expresar abiertamente ante los acontecimientos que agitaban a Chile. Rafael Alberti, también poeta, interpretó que la tragedia política vivida en esos días fue una angustia que incidió cruelmente en el desenlace de Neruda. Mario Vargas Llosa, desde su perspectiva, elogió la obra de Neruda y consideró que las «horas sombrías» de su país influyeron en las circunstancias de su fallecimiento, sin atreverse a asegurar detalles que permanecían poco claros.
La relevancia internacional de Pablo Neruda y la conmoción generada por su muerte se reflejaron también en la carta enviada desde México por la sección local del Pen Club al general Augusto Pinochet, liderada por personalidades como Arthur Miller. En ella, según Mario Amorós en su libro “Neruda, el príncipe de los poetas”, se condenó el grupo encabezado por Pinochet y se lamentó el deceso de Neruda, atribuido en parte a la tristeza provocada por la tragedia de Chile. El tributo a la obra de Neruda se entremezcló con la denuncia de la situación política chilena. Voces como la de Jorge Amado, Eduardo Galeano o la Unesco señalaron tanto la grandeza literaria del poeta como la gravedad del contexto nacional.
El funeral de Neruda, celebrado el 25 de septiembre de 1973, se convirtió, tal como relata Amorós, en una potente manifestación simbólica de la vida y obra del escritor. Multitudes de estudiantes, empleados, docentes y escritores lo acompañaron desde su casa, La Chascona, hasta el Cementerio General. Todo esto, bajo una estricta vigilancia militar y policial impuesta por el régimen de Pinochet. El acto fue en sí mismo la primera expresión pública de disidencia frente al nuevo gobierno, relatado a través de consignas, poesía, y el recuerdo colectivo de quienes habían caído días antes.
En ese funeral, el recuerdo de Salvador Allende —presidente de Chile, fallecido en el golpe militar del 11 de septiembre—, y Víctor Jara, músico popular asesinado en el Estadio Nacional, estuvo muy presente. Joan Jara, viuda de Víctor, documentó en sus memorias el ambiente opresivo que rodeó tanto el sepelio de Neruda como la propia búsqueda del cuerpo de su esposo, relatando el dolor y el horror de encontrar a Víctor Jara entre los cadáveres mutilados y amontonados, una escena de devastación y violencia estatal.
La imagen de Víctor Jara tras su asesinato, con signos evidentes de tortura, aparece en las palabras de Joan Jara como una herida personal y colectiva, reflejando el sufrimiento al que fue sometida la población chilena. Ambas figuras, Neruda y Jara, compartieron luchas políticas y artísticas; juntos celebraron el valor de la palabra y la libertad. Jara, además, dirigió una obra en homenaje a Neruda poco después de la obtención del Nobel de Literatura. Los restos de ambos reposaron inicialmente cerca en el Cementerio Central, en tumbas sencillas, convertidas en referentes esenciales de la memoria democrática durante las décadas siguientes.
Así, la memoria de Pablo Neruda y Víctor Jara permanece entrelazada con la historia reciente de Chile. Las lápidas que marcan sus tumbas, según Amorós, representan mucho más que simples homenajes, convirtiéndose en símbolos de resistencia, cultura y democracia, visitados y venerados por quienes, aún hoy, buscan justicia y verdad acerca de aquellos oscuros días de la dictadura.
¿Cuál fue el papel de la comunidad internacional ante la muerte de Pablo Neruda y la dictadura chilena?
Tras el fallecimiento de Pablo Neruda y en simultáneo con la instauración de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, la respuesta internacional no tardó en manifestarse a través de cartas, comunicados y declaraciones de personalidades, instituciones culturales y escritores. Como se evidencia en el texto, organizaciones como el Pen Club y figuras literarias nombraron la situación de Chile y responsabilizaron al régimen por la muerte del poeta y el sufrimiento del pueblo. La declaración de condena, suscrita entre otros por Arthur Miller, subraya la importancia que la figura de Neruda y, en general, la situación chilena tuvieron en la agenda internacional de la cultura y los derechos humanos.
Esta reacción internacional sirvió como una denuncia pública al régimen y un acto de solidaridad hacia la sociedad chilena, acentuando la relevancia de la cultura, la democracia y la memoria. Ello consolidó la imagen de Neruda y Jara como símbolos mundiales de resistencia ante la opresión y la violencia de un gobierno autoritario, marcando así la historia de la literatura y de los derechos civiles en América Latina.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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