Niños israelíes masacrados por Hamás hace dos años también cuentan en tragedia de Gaza

Mundo
Tiempo de lectura: 7 min
Escrito por:  Fredy Moreno
Actualizado: 2025-10-07 07:14:58

Despreciar la vida de un niño (cualquiera que sea su origen) es desdeñar a la humanidad misma; callar frente a una tragedia y reclamar por otra deja dudas.

Ha sido tan desproporcionada e indiscriminada la reacción de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 que produjo dos hechos profundamente adversos para sus intereses. Por un lado, la magnitud de esa respuesta minimizó, por no decir que tiene prácticamente borrada de la historia, la no menos bárbara, aborrecible y atroz, acción del grupo islamista; y, por otro lado, Israel ha llevado a tal punto su retaliación que viene cometiendo el mismo delito del que una vez fue víctima y por el que despertó la solidaridad de buena parte del mundo: el genocidio. Hoy recibe el reproche de una parte significativa del mundo.

(Le interesa: Si Hamás sigue plan de Trump, se cae llamado de Petro a armar ejército mundial ¿Ahora qué?)

La desproporción se evidencia en el número de personas muertas desde ese nefasto sábado de hace dos años: Hamás mató en pocas horas a más de 1.200 israelíes, mientras que, según cifras del ministerio de salud de Gaza, bajo control de Hamás, Israel ha matado en estos dos años a más de 62.000 palestinos, aparte de la destrucción casi total de la ciudad, los desplazamientos permanentes a que son sometidos sus habitantes, y un sitio que les impide acceder a comida, medicamentos y agua. Los daños son irreparables y las heridas lucen incurables.

Sobre las víctimas, todas, también caen como martillazos las miradas que solo visibilizan una cara de la tragedia, unas veces por estar desinformadas, otras veces por perseguir intereses políticos. Los combatientes —para eso se arman— mueren en su ley cuando se enfrentan entre sí. Pero cuando se sacrifican las vidas de los no combatientes el dolor es mayor. En su ataque a Israel, Hamás masacró a 885 civiles, entre ellos, 300 mujeres y 53 niños y adolescentes menores de 18 años, y secuestró a 251 más (algunos niños de brazos), de los cuales 47 siguen en su poder.

Israel, sin dar cifras exactas ni verificables, ha calculado el número de bajas de integrantes de Hamás por encima de los 13.000, es decir casi una cuarta parte del total de los muertos estimados en Gaza. La magnitud de las vidas de civiles perdidas es tal que resulta cínico llegarlas a calificar —como usualmente ocurre en las acciones militares— como daños colaterales. Y, lo más doloroso, según la ONG Save the Children, en promedio, al menos un niño palestino ha sido asesinado cada hora en Gaza desde el 7 de octubre de 2023 por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), para un total que supera ya los 20.000 niños muertos.

El mundo vive estremecido con las imágenes de una población palestina martirizada que, cuando no está sacando de los escombros a sus muertos y llorándolos sin consuelo, deambula en busca de lugares seguros donde no sean blanco de las bombas israelíes o lucha por un poco de esa comida que alcanza a llegar. Las imágenes más desgarradoras son las de madres y padres destrozados con sus hijos muertos en brazos. Esas dolorosas imágenes son las que prevalecen hoy en el mundo.

Atrocidades de Hamás contra niños de Israel

Ante ese predominante caleidoscopio de imágenes de la tragedia gazatí, ya casi ni se recuerda (además porque no hubo muchos registros gráficos) lo que ocurrió ese 7 de octubre de 2023. Después del ataque de Hamás, la AFP reportó que publicaciones en redes sociales en hebreo, francés o inglés afirmaban que el grupo islamista palestino mató ese día a decenas de bebés, decapitando o mutilando a algunos e incluso quemando vivo a uno de ellos.

Pero aún hoy, dos años después, los detalles exactos de ciertas atrocidades siguen siendo objeto de controversias. El propio primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo el 27 de septiembre de 2024 ante la ONU en Nueva York que los atacantes “quemaron vivos a bebés”. La agencia de noticias señaló que algunas alegaciones de funcionarios israelíes, compartidas en las redes sociales, no estaban “respaldadas por datos ni por registros públicamente disponibles”.

Sin embargo, más allá de especulaciones, un recuento de la AFP halló datos concretos: en la lista inicial de víctimas mortales figuraban varios niños: Mila Cohen, de 9 meses (asesinada a balazos junto a su padre en su refugio en Beeri, cerca de Gaza) y Omer Kedem Siman Yov, de 2 años, cuyo cuerpo se encontró quemado, en el kibutz Nir Oz, junto a los de sus hermanas gemelas Shahar y Arbel, de 5 años, y los de sus padres. En el mismo kibutz fueron secuestrados los hermanitos Ariel (5 años) y Kfir Bibas (4 años y 9 meses).

También hay hechos confusos como las muertes de los gemelos Liel y Yanai Hetzroni, de 12 años, que formaban parte de un grupo de 13 personas secuestradas por Hamás, y fueron halladas muertas después en una casa bombardeada por un tanque israelí en el kibutz Beeri. El ejército israelí afirmó que “la mayoría de los rehenes [de ese grupo] fueron asesinados por los terroristas”, pero la duda persiste. Fue tal la devastación que las autoridades necesitaron más de un mes, y la ayuda de arqueólogos, para buscar entre las cenizas de la casa incendiada y poder confirmar la muerte de Liel.

En Gaza, pues, no está perdiendo un bando en lo militar (Hamás, al estar siendo aplastado) y el otro en lo político (Israel, por el repudio mundial que provoca su acción). Pierde la humanidad que ve agredidos a los niños de ambas partes. El desprecio por la vida de un niño (cualquiera que sea su origen) es el desprecio por la humanidad misma, porque, así como cada nacimiento de un niño implica un pequeño volver a empezar de la humanidad, cada pérdida fatal de un niño entraña o supone la muerte de la humanidad.

La humanidad y los humanistas que se arrogan el papel de defenderla deberían repudiar la muerte de todos los niños, de uno o de miles, de una nacionalidad u otra. Callar y desviar la mirada frente a la tragedia de unos y elevar la voz por la de otros deja serias dudas morales y éticas. Si tiene éxito el plan de fin de la guerra plantea el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y que está en negociación en Egipto, no solo se podría alcanzar la paz y, lo más importante, parar las muertes de niños. También dejaría sin instrumento a quienes manipulan con la situación de los niños palestinos, y les quitaría los pretextos artificiales a quienes están incluso dispuestos a ir a luchar por ellos en nombre de la humanidad.

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