Donald Trump asume con pragmatismo el liderazgo mundial que otros buscan con fanatismo

Mundo
Tiempo de lectura: 8 min
Escrito por:  Fredy Moreno
Actualizado: 2025-10-09 08:14:00

El presidente de EE. UU. consiguió que Israel y Hamás aceptaran la primera parte del plan que les propuso, con amenaza para el grupo islámico de destruirlo.

Haciendo uso de su capacidad y de la enorme influencia global que tiene por ser el presidente de la primera potencia mundial, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se erige como líder mundial indiscutible al lograr que Israel y Hamás suscribieran en las últimas horas la primera parte de su plan para acabar con la guerra que tiene devastada a la Franja de Gaza desde hace dos años.

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Es claro que su idea se impuso después de que le diera un ultimátum al grupo islamista palestino que agredió a Israel con una cruenta incursión en la que mató a 1.200 personas y secuestró a otras 250. Si Hamás no aceptaba su propuesta, se “desataría el infierno” sobre esa organización hasta ser aniquilada, advirtió el mandatario estadounidense, que asume un liderazgo que el mundo le reclama.

Hamás no es el verdadero actor de la guerra en Gaza

Así, el conflicto que ha cobrado, por la desproporcionada reacción de Israel, también la vida de unos 62.000 palestinos, la tercera parte de ellos niños, entró en una fase de desescalamiento, aún incierta porque no se sabe si Hamás esté, como lo ha hecho en otras oportunidades, aprovechando el respiro para recobrar fuerzas. Pero ante la seria advertencia de Trump, lo más probable es que el grupo haya hecho un análisis de costo beneficio en el que debió ver seriamente reducidas sus posibilidades.

La conflagración en Gaza había alcanzado tales dimensiones que ni la ONU pudo mediar con relativo éxito entre las partes o mitigar el sufrimiento de las víctimas. El mundo sigue viendo en directo la ejecución de un genocidio sin que, hasta las últimas horas, se vislumbrara una salida. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) avanzaban en una nueva ofensiva cuyas consecuencias iban a ser más palestinos martirizados en medio de una campaña que no consigue alcanzar su objetivo final: la destrucción de Hamás, y que, para muchos analistas, conviene que no tenga fin, que se prolongue en el tiempo, y sirva a los intereses políticos del primer ministro, Benjamín Netanyahu.

Hamás, atrincherado en la maraña de túneles que construyó en el subsuelo de Gaza, no es, sin embargo, el verdadero actor en este conflicto. Actúa como operador de Irán en su propósito de destruir al Estado y al pueblo de Israel. De hecho, el ataque del 7 de octubre de 2023 a varios kibutz del suroccidente de Israel se habría producido como consecuencia de los acercamientos de ese país con Arabia Saudita, lo que consolidaría la paz y la presencia israelí en la región.

En ese sentido, el objetivo del grupo islamista no es la creación de un Estado palestino (algo que ya reclama prácticamente todo el mundo) ni la lucha por mejorar las condiciones de vida de los gazatíes, apretujados contra el mar. Su objetivo principal hoy es, por estar diezmado y acorralado, sobrevivir a toda costa, incluso con la convicción de que todavía puede seguir resistiendo la arremetida israelí parapetado tras los rehenes que mantiene (se estima que de los 48 que conservaba, solo 20 estarían vivos).

¿Pero qué pudo haber hecho que Hamás aceptara el plan del presidente Trump, en momentos en que Netanyahu está políticamente contra las cuerdas (hoy muy pocas naciones, incluso pocos en el pueblo israelí, aceptan su brutal campaña militar en Gaza)? Hamás había conseguido ponerse a salvo solapándose detrás de la causa palestina que despertó la solidaridad mundial. Porque hay que dejarlo claro: una cosa es el violento grupo islamista y otra el pueblo palestino al que somete mediante el terror y también es atacado por Israel.

Gustavo Petro dice que Donald Trump ha aprendido

Sin embargo, la no discriminación de esos dos aspectos ha hecho que la causa palestina haya sido instrumentalizada por fanáticos en diferentes partes del mundo con fines políticos, desde jefes de Estado que buscan notoriedad y liderazgo en el ámbito internacional, hasta colectivos violentos que encuentran en ella el pretexto perfecto para hacerse sentir, afectando las manifestaciones legítimas y pacíficas por Palestina que se presentan en múltiples ciudades.

A ese fanatismo sin incidencia significativa en el ámbito internacional (ningún país serio, por ejemplo, ha respondido a la convocatoria que hizo el presidente de Colombia, Gustavo Petro, para conformar un ejército que salve al mundo, empezando por los palestinos) y sin ningún efecto práctico que se traduzca en un alivio inmediato para los habitantes de Gaza se opuso el pragmatismo de Trump, que planteó un plan aterrizado y respaldado por las poderosas capacidades militares de su país. Tiene cómo amenazar con eliminar a Hamás si no se acoge.

Pese a que de las acciones del mandatario colombiano frente a Gaza no se conocen resultados concretos en términos de alcanzar algún avance para lograr la paz, desde Bélgica aseguró que el presidente Trump “ha aprendido, a pesar de su soberbia, que la presión mundial es la que lo lleva a decirle no a Israel, y a imponer, junto a otros mediadores, la necesidad de una tregua”.

De nuevo, la retórica frente a la ejecución; la ideologización de los acontecimientos frente al pragmatismo para enfrentarlos. Estados Unidos tiene un extenso conocimiento acumulado a lo largo de los años sobre estrategias para incidir en la política internacional. Unas pruebas de lo que puede hacer ese país ya se las dio a Irán con la destrucción precisa de sus centrales nucleares hace poco, y antes con el abatimiento, en el aeropuerto de Bagdad, del jefe militar iraní, Qasem Soleimani, en un bombardeo quirúrgico. Los jefes iraníes de Hamás saben que Trump no echa tiros al aire.

Hasta ahora, Estados Unidos se ha mostrado como el principal socio de Israel sin intervenir en sus problemas, pero, con su advertencia, Trump anuncia con claridad que actuará directamente sobre el grupo islamista. En el fondo, quizá no sean los cabecillas de Hamás los que estén aceptando el plan de Trump, sino sus jefes iraníes (aunque también lo puede hacer Hamás ‘in extremis’ para no ser exterminado y en un acto de insubordinación). En todo caso, Trump le vuelve a dar una lección al mundo: hay que disminuir al enemigo, reducirle su voluntad de combate y hacerle sentir la inminencia de su destrucción, para llevarlo a una mesa de negociación.

Aunque falta mucho para una paz generalizada en Gaza, la nueva situación con el plan de Trump se logra por consideraciones prácticas de las partes: en el caso de Estados Unidos, la eliminación de Hamás si no se acoge a su plan; no da espacio a negociaciones improductivas y dilatadas en el tiempo. Busca un resultado que se debe dar ahora o nunca. En el caso del grupo islamista, es la posibilidad de supervivencia para sus integrantes, aunque quizá ya no armados ni con el gobierno de Gaza.

La paz en Gaza se empieza a consolidar como producto de la acción decidida del presidente de Estados Unidos, basada en el poder concreto que tiene y los medios reales de que dispone. No es el resultado de un arsenal de consignas lanzadas para conformar contingentes imaginarios que solo mueven a los activistas. El mundo esta diferenciando el tipo de liderazgos que hay y que pueden resolver efectivamente los problemas.

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