De símbolo de represión a patrimonio: Brasil protege la histórica sede del DOPS en Río de Janeiro

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Brasil declara patrimonio nacional al edificio símbolo de represión y resistencia en la dictadura; descubre su historia y por qué su protección es clave para la memoria democrática.

El Ministerio de Cultura de Brasil ha oficializado la protección de una de las edificaciones más emblemáticas de Río de Janeiro: la sede donde operó el Departamento de Orden Política y Social, conocido como DOPS, organismo central en la represión durante la dictadura militar que se extendió desde 1964 hasta 1985. Según el decreto publicado en la edición del 30 de diciembre del Diario Oficial y la resolución del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Iphan), esta construcción se incorpora al grupo de bienes considerados patrimonio público nacional, hecho que implica su resguardo para conservar la memoria colectiva del país.

La declaración reconoce, basándose en el criterio de Iphan, la importancia histórica, artística y arquitectónica del inmueble. Además, subraya el valor simbólico del edificio como escenario de resistencia política y social en un contexto marcado por la lucha por la democracia brasileña. En este sentido, la protección legal busca convertir el espacio en un recordatorio permanente de los episodios de censura, tortura y violaciones a los derechos humanos que caracterizaron al régimen militar.

Durante una ceremonia celebrada en octubre pasado, el presidente del Iphan, Leandro Grass, enfatizó la importancia de la decisión, manifestando que la preservación del lugar constituye un tributo a quienes afrontaron persecución, tortura, muerte o desaparición en su búsqueda de la libertad. “Con el acto se rinde homenaje a aquellos que fueron torturados, perseguidos, muertos o desaparecidos por luchar por la libertad. Al convertir el edificio en patrimonio contribuimos para que las generaciones presentes y futuras no repitan los errores del pasado”, aseguró Grass.

La edificación, ubicada en el tradicional barrio de Tijuca, cuenta con tres pisos y un patio central. A lo largo de su historia, fue sede de distintas instituciones represivas. Durante el régimen de Getúlio Vargas, entre 1933 y 1944, acogió la Comisaría Especial de Seguridad Política y Social (Desps). Posteriormente, entre 1962 y 1975, funcionó como sede del DOPS, centro tristemente célebre tanto por la detención de presos políticos como por la práctica sistemática de torturas contra los opositores del poder de turno.

Conocido también como el Palacio de la Policía, el edificio se consolidó como un punto crucial en la represión política, siendo destino habitual de líderes opositores en distintos períodos históricos. Entre las figuras que estuvieron allí detenidas durante el mandato de Getúlio Vargas figuran Luiz Carlos Prestes, Graciliano Ramos y Olga Benário, opositores que simbolizaron la resistencia frente al autoritarismo. Esta carga simbólica refuerza la necesidad de preservar el sitio y promover una reflexión crítica sobre el uso del poder estatal.

El inmueble, inaugurado en noviembre de 1910 bajo el diseño del arquitecto Heitor de Melo, es considerado una obra relevante dentro de la escuela ecléctica de la arquitectura brasileña, lo que aporta un valor artístico adicional a su importancia histórica y social.

¿Por qué se considera relevante la protección de espacios asociados a la represión del pasado?

La decisión de preservar edificios como la antigua sede del DOPS surge del reconocimiento de su papel como testimonio físico de períodos oscuros en la historia nacional. Para sociedades como la brasileña, la memoria de la represión política y la lucha por la democracia debe permanecer visible y accesible a las nuevas generaciones, permitiendo comprender tanto las violaciones sufridas como el coraje de quienes resistieron.

Este tipo de reconocimientos contribuye a fortalecer la identidad democrática, ya que reflejan la importancia de recordar para no repetir los errores del pasado. Convertir estos lugares en patrimonios nacionales propicia su resignificación, transformando sitios de dolor y violencia en espacios para la reflexión, la educación y la construcción de una memoria colectiva que respalde la defensa permanente de los derechos humanos.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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