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El recordado entrenador argentino, ídolo en Boca y campeón con Millonarios, deja un legado de temple, humildad y resiliencia dentro y fuera de las canchas.
Miguel Ángel Russo nació en Buenos Aires en 1956 y dedicó toda su vida al fútbol. Como jugador, fue un mediocampista aguerrido en Estudiantes de La Plata, donde disputó más de 400 partidos. Pero su mayor huella la dejó en los banquillos, donde su estilo equilibrado y su capacidad de liderazgo lo convirtieron en un técnico admirado tanto en Argentina como en el resto del continente.
(Vea también: Murió Miguel Ángel Russo, querido extécnico de Millonarios: medios argentinos lo confirmaron)
Su carrera como entrenador comenzó en los años 90, y desde entonces dirigió a equipos como Lanús, Rosario Central, Vélez Sarsfield, Estudiantes, Racing y Boca Juniors. En cada uno dejó una impronta basada en el trabajo silencioso, la fe en los procesos y la firmeza de carácter que lo distinguía.
El punto más alto de su carrera llegó en 2007, cuando llevó a Boca Juniors a conquistar la Copa Libertadores con Juan Román Riquelme como figura. Aquel título lo consolidó como uno de los entrenadores más importantes de su generación.
Años después, en 2017, Russo escribiría otra página dorada en Colombia al comandar a Millonarios hacia el título de liga. Su conexión con Bogotá fue inmediata, y los hinchas lo recuerdan por su serenidad, su disciplina táctica y su humildad en la victoria.
Más allá de los títulos, Russo será recordado por su valentía frente a la enfermedad. En 2018 superó un cáncer de próstata, un proceso que afrontó con la misma calma y convicción con que preparaba un partido. Desde entonces, se convirtió en símbolo de esperanza y resiliencia para colegas, jugadores y aficionados.
En cada rueda de prensa, daba a entender que en el fútbol y en la vida, lo importante es levantarse siempre, frase que hoy resume su legado.
Su huella quedó grabada en los vestuarios y corazones de quienes lo conocieron. Más que un entrenador, Miguel Ángel Russo fue un maestro de vida que enseñó que la verdadera victoria está en nunca rendirse.
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