El consumo excesivo de alcohol modifica el cerebro, afecta la toma de decisiones y el control de los impulsos. Todo esto redunda en que las persona se vuelva más propensa a beber, indica un estudio publicado en Brain, Behavior and Immunity.

Al parecer esas transformaciones tienen que ver con el sistema inmunitario del cerebro. La investigación fue liderada por Florence Varodayan, profesora adjunta de psicología y miembro del Centro de Investigación del Desarrollo de la Exposición al Alcohol de la Universidad de Binghamton.

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El título de la investigación deja a la vista los resultados de las pesquisas: El etanol crónico induce un cambio proinflamatorio en la regulación por interleucina 1B de la señalización gabaérgica en el córtex prefrontal medial de ratones macho. Es decir, en comparación con los ratones con consumo moderado o nulo de alcohol, los ratones dependientes del alcohol tenían el doble de células productoras de la molécula de señalización inmunitaria (IL-1B) en su corteza prefrontal medial, una parte del cerebro que interviene en la regulación de la función cognitiva.

Sospechábamos que la IL-1B desempeñaba un papel en la EDA, pero los mecanismos exactos en el cerebro no estaban claros“, le dijo Varodayan a la prensa internacional.

La relación de esta molécula con el trastorno por consumo de alcohol (TUA) se descubrió por primera vez en investigaciones anteriores; por ejemplo, los individuos con ciertas mutaciones en el gen que codifica la IL-1B son más propensos a desarrollar niveles elevados de consumo de alcohol. Las autopsias de personas que padecieron AUD en vida también mostraron niveles más altos de IL-1B en el cerebro.

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Según Varodayan, el sistema neuroinmunitario es un sistema inmunitario especializado en el cerebro que trabaja para eliminar patógenos y promover una curación adecuada tras una lesión. Además de estas funciones, también interviene en el funcionamiento saludable del cerebro.

Los investigadores han descubierto que el alcohol activa “levemente” el sistema neuroinmunitario, lo que significa que el patrón de activación es más débil que el causado por un patógeno o una lesión. Pero los cambios de esta activación leve parecen persistir y acumularse con el tiempo a medida que el individuo bebe más y con más frecuencia, explica la autora.