El desacierto más evidente de la ahora senadora del Partido Liberal es, sin dudas, la promoción de un referendo para volver a las cavernas y no permitir la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Es decir, posa de liberal, pero en el fondo es otras de las seguidoras de la política retrógrada que ha mantenido a Colombia inmersa en las tinieblas por décadas.

A Morales, por supuesto, hay que reconocerle varias acciones que realizó mientras ocupó el asiento de Fiscal General, como la solicitud de medidas de aseguramiento al ‘pincher’ Andrés Felipe Arias, Bernardo Moreno y Luis Carlos Restrepo, y también por haber investigado al alcalde más corrupto que ha conocido Bogotá: Samuel Moreno. Y luego de eso, la vinculación de 18 concejales al mismo proceso.

Allí, y tal vez sin saberlo, Viviane se estaba abriendo a sí misma las puertas para el regreso a la arena política con una imagen de justicia que le hacía bien al podrido prestigio que tienen quienes llevan las riendas de la Nación. Sin embargo, y para decepción de todos los que reconocen sus logros al mando de la Fiscalía, en su curul de senadora, Morales no se distanció mucho de los retrógrados sectarios (Roberto Gerlein y compañía) que han ocupado las cómodas poltronas del Congreso.

Las posiciones de Morales frente a la adopción por parejas del mismo sexo son gravemente tóxicas en la medida en que buscan echar para atrás una correcta y (verdaderamente) vanguardista decisión de la Corte Constitucional, y que se estaba esperando desde hacía varios años.

Además, parece cerrar los ojos ante los estudios científicos que indican que los niños adoptados por parejas homosexuales no se ven afectados por ese hecho. A las evidencias sustentadas, Viviane responde con prejuicios morales que carecen de humanidad. Y eso que aparentan ser religiosos.

Está claro que Morales aprovecha lo evidente: que varios colombianos votarían en contra de la adopción homosexual. En parte, claro, por la propia ortodoxia que tienen enquistada en su interior, pero también por la influencia retrógrada que han recibido de la política conservadora desde tiempos remotos, la misma que Morales ahora defiende pero de una forma más peligrosa: posando de dama liberal.

Pero no sólo eso: de dama liberal que apoya el proceso de paz en La Habana, pero que gasta su tiempo, su posición y su prestigio para hondar aún más las diferencias sexuales en un país que claramente es intolerante.

Por eso mismo, y pese a su pulcrísima imagen, Morales no dista mucho de la escandalosa diputada santandereana que en medio de un ataque de ira y asco lanzó en estos días unos lamentables ataques que muestran la calaña de personas que ocupan puestos que deberían ser exclusivos para personas ejemplares. Aunque claro: Colombia no es un país de personas ejemplares sino de cafres, como bien dijo (lo único que hizo bien) Darío Echandía en alguna ocasión. Cafres como la diputada o como Morales, que más allá de querer el bienestar general, velan por creencias cegadoras que, mal conducidas, no llevan a otra cosa sino a dejar en evidencia la estupidez humana.

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