La tecnología y todo el tema de las redes sociales, ha llevado a que situaciones como la del matoneo se convierta en un fenómeno social, del que todos se enteran fácil y rápidamente.

Con el término inglés de “bulling”, esta expresión se presenta no sólo entre jóvenes hombres sino también entre las mujeres, y no solo entre personas de bajo estrato sino aún entre los estratos más altos.

En buena medida, nuestra sociedad está marcada por la violencia. Desde pequeños, los niños viven en un mundo rodeado de guerra. La televisión y últimamente los juegos de video, o más bien la variada posibilidad de entretenimientos que brindan los celulares o computadores, hacen que las peleas, las guerras y las luchas sean cosa del día a día.

Y así el matoneo resulta algo cotidiano. Aunque en nuestra época también se valoraban los juegos de guerra, los policías y ladrones, la lucha libre; sin embargo, lo que hoy se da como algo normal y de lo que los padres están poco enterados, es de los juegos virtuales que promueven, desde los primeros años, las actitudes violentas.

Y recuerdo que cuando era joven, también existía el fenómeno del matoneo, con la diferencia de que no habían los altos niveles de violencia y que los maestros y padres de familia podían estar más pendientes de estos fenómenos.

La virtualidad y las relaciones informáticas, hacen que estas situaciones se conozcan de una manera más directa y que haya más formas de reconocer lo que está ocurriendo.

Pero, por otro lado, hace que existan formas novedosas para generar estos ataques a las personas. Los celulares y sistemas como el Facebook llevan a que el matoneo no requiera de una relación directa entre el atacante y el atacado.

Yo sufrí de matoneo cuando estaba en el colegio. No se llamaba así, pero sin duda existía. Aunque estudiaba en un plantel mixto, el curso estaba dividido en dos o hasta en tres grupos. Y yo, en la última fila, estaba rodeado de compañeros matoneadores que, con un esfero, me chuzaban la cola. Y yo al ser un jovencito obediente y disciplinado, soportaba en silencio esos ataques.

Ahora, al escuchar que los colombianos buscamos la paz y que ese conflicto nace del perdón, que esa especie de matoneo entre soldados y guerrilla, entre población inerme y fuerzas oscuras; grupos que siguen atacando a diestra y siniestra a los habitantes de un país marcado por la violencia y la sangre.

Así, con variados nombres, se repiten los matoneos entre los colombianos. Graves casos como los falsos positivos, los ataques a poblados inermes, las retenciones ilegales o secuestros, los ataques con ácido. Toda una serie de situaciones que llevan a pensar que nuestro país vive una constante lucha entre sus habitantes, más allá del evidente enfrentamiento entre Estado, guerrillas, bandas criminales y otros grupos oscuros que van apareciendo con el paso del tiempo.

Todo esto pone a pensar que los conflictos colombianos son más profundos de lo imaginado; que nuestra sociedad requiere de un sicoanálisis profundo para resolver esto que se acerca a una enfermedad mental. Sin una clara explicación, vivimos en un círculo vicioso de violencia y de retaliación.

La ausencia de una justicia oportuna y eficaz lleva a que muchos la cojan por mano propia. Más violencia lleva a más violencia. Pero cómo lograr que esta cadena se rompa, cómo permitir que el dolor de la guerra, de la muerte le dé una esperanza a las víctimas para seguir el camino de sus vidas. Por conseguir el perdón y el olvido.

A través de una especie de terapias, de ejercicios de pacificación, de una cultura de aceptación del otro, debemos buscar que el matoneo deje de ser una situación cotidiana.

Nota: Las opiniones expresadas solo comprometen a su autor y no pueden considerarse una posición oficial de Pulzo.com.

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