En estos días de transición entre el año que desaparece y el 2017 que va llegando, he estado pensando, no pocas veces con el deseo, cuál podría ser el futuro inmediato de las más importantes figuras de la política colombiana. Omito algunos, por olvido o para no aburrirlos. Y les dejo para su consideración y especulación este listado a manera, quizás, de improbable horóscopo.

Juan Manuel Santos: para el presidente, que continúe por el camino de la paz, pero que entienda que la verdadera se hace con reformas sociales. Que “el Iva va y los cuarenta ladrones” y demás trapisondas en favor de los dueños del país pueden generar una nueva explosión social; y que recuerde que Nobel creó el premio de paz arrepentido de haber inventado la dinamita.

Germán Vargas Lleras: que ya untados suficientemente de mermelada, melaza y almíbar viviendas, carreteras y aeropuertos, el delfín entienda que el país ya está muy enmelcochado hasta el 2018 y que se puede resbalar en su propio postre. Y que si va a seguir cascando indiscriminadamente al subintendente Ahumada, pues que se compre unos guantes de seda. Y que deje de aprovechar su cargo y se vaya de una vez con su cambio radical a buscar clientes.

Alejandro Ordóñez: para el estandarte cantinflesco de la extrema derecha templaria y medieval, que deje definitivamente la pecaminosa vida laica, tome los hábitos y se encierre en el convento del Ecce Homo en Villa de Leyva, para bien de su alma y de la democracia.

Álvaro Uribe Vélez: que como la paz es prácticamente un hecho cumplido, empiece a preparar otra estrategia de reconquista del poder, distinta de su amor por la guerra. Podría ser una política educativa a través de la dirección de la Fundación Buenos Muchachos. O un programa de nutrición con las rapitiendas Tres Huevitos. O que se dedique al ciclismo en materia de persecución individual y por equipos.

Timoleón Jiménez: que, a la espera de que lo dejen ser senador, edil o maestro de escuela, se compre un cafetal con vista a las montañas de Colombia. O bien que gerencie una empresa de agroturismo ecológico bien adentro del Guayabero con visitas guiadas a la tumba de Marulanda. O en últimas, como todo militar en uso de buen retiro, que funde una empresa de seguridad privada que le dé empleo a su gente y que le preste servicios de celaduría a Fedegán. ¿O es mucho pedir?

Humberto De la Calle: que se deje de mixtificaciones liberales e intermediarios lobos y lance de una vez su candidatura al 2018 por el Partido Nadaista con la asesoría de imagen de mi amigo el poeta Jotamario, bajo el signo acuariano del arcoiris posthippie. Por él votaría hasta Juan Manuel Roca, otro poeta bendito. Les tengo la frase de campaña: “Humberto, por todo el centro… De la Calle”.

Gustavo Petro: al jefe de los Progresistas, le recomiendo que tome una serie de talleres de bacanería, ojalá en el carnaval de Barranquilla, y haga especial énfasis en materias como la cheveridad, la seducción y la mamadera de gallo batemano-caribeña. Y que saque de una vez por todas de su mesa de noche los libros de Habermas y los cambie por las obras completas de Casanova. Ah… y que en las entrevistas conteste algo de lo que se le pregunta.

Andrés Pastrana: se le recomienda con todo cariño que, acabada su carrera política, regrese a su verdadero hogar intelectual, la televisión. Lo veo como el mejor entre los protagonistas de reality shows. Pasaría con gran facilidad de playa baja a playa alta y viceversa. Y que sepa el expresidente que Caracol siempre lo tendrá en cuenta para Sábados Felices. Andrés el Paspi, suena lindo…

Jorge Enrique Robledo: al senador del Polo le caería de perlas en el 2017, para aumentar su nicho electoral, mostrarse como un miembro de la “burguesía nacional” que él tanto defiende. Es decir, quitarse la corbata tradicional y usar un “foulard” francés y un sombrerito tirolés. Y por qué no, en defensa de la producción industrial nativa de gaseosas, lanzar campañas publicitarias tipo “Si Colombiana es la nuestra, Robledo es el nuestro”.

Piedad Córdoba: nuestra querida amiga tendrá que ponerse en Marcha. Y no me refiero a ejercicios. Piedad está en forma, delgada de físico y con un discurso digamos… menos voluminoso. Todo para decir que la vemos en ese sentido, como cabeza de un movimiento constituyente.

Clara López: sí que le va a costar trabajo a la ministra ídem pasar el trago amargo del salario mínimo. Tendrá que echar mano de todas sus artes políticas para pasar indemne después de condenar a los trabajadores a un aumento del mínimo que será tragado por la reforma tributaria de su patrón Santos. Pero aun así, la vemos con toda la voluntad de pelearse con fray Robledo, los icebergs de lo que quedará del recalentado Polo. Por algo es López…

Gabino: al comandante del ELN le recomendamos, para el año que viene, apretar el acelerador. Si no se encarama rapidito al tren de la paz, se va a encontrar con el peligro de todo el peso del aparato militar encima y con la mirada negativa de la opinión. Si el ELN firma una paz tardía, de pronto no encontrará espacio alguno en el posconflicto. Al contrario del beato Ordóñez, Gabino y su gente deben salir del convento de su catolicismo armado. Incluso, sorteando las trampas permanentes que el gobierno le pone a ese proceso de paz.

César Gaviria: vemos que este 2017 será el nuevo año del expresidente. Creemos firmemente que al fin logrará, en materia de acumulación neoliberal de obras de arte, completar la que se llamará la “Colección Gaviria”, que seguramente Gaviria logrará vender al Banco de República, para fundar el Museo Gaviria en Dosquebradas. Ello le permitirá al país no tener que volverlo a ver en política dirigiendo fallidas campañas plebiscitarias.

Ernesto Samper: se cae de su peso que tras su paso por Unasur, el expresidente Samper logrará finalmente lo que ha sido su verdadera ambición y su hobby: el circo. Lo vemos muy pronto en gira por todo el continente exhibiendo su número de domador de elefantes, feliz y definitivamente alejado de la política.

Horacio Serpa: el senador liberal este año también estará preparando su retiro. Lo vemos muy pronto como patrón del restaurante santandereano “Mamola”, instalado al lado de la carretera por los lados de San Gil. ¿Se imaginan a Serpa con su trapo rojo llamando a los automovilistas a la vera del camino, para que se detengan a degustar un plato de cabrito en salsa de hormigas? Una maravilla de la gastropolítica.

José Obdulio Gaviria: vemos al senador del Centro Democrático en 2017 fundando el Centro de Pensamiento de la posverdad. En la línea de la alta filosofía contemporánea que le quita la parte negativa a la mentira y la convierte en capital  político, la nueva escuela de Obdulio contratará académicos de la talla de Paloma Valencia, Everth Bustamante, María Fernanda Cabal, Oscar Iván Zuluaga, Andrés Felipe Arias y Alfredo Rangel. Un altísimo ejercicio intelectual de preclaras inteligencias superiores.

Martha Lucía Ramírez: si las ambiciones políticas de la líder conservadora se ven frustradas en materia de pre y poscandidaturas, siempre le quedará un plan B. Reconstruir el reinado de belleza de Cartagena y de esta manera entrar en directa sintonía y complicidad con el nuevo presidente gringo, Donald Trump.

Pachito Santos: en un giro inesperado y tras una docena de desplazamientos forzados y desplantes por parte de su jefe Uribe, el inefable Pachito se saldrá de las casillas y terminará saliendo del Centro Democrático. Nada raro que vuelva al redil en el sentido estricto de la palabra, es decir a la familia. Y que le acepte a su primo hermano doble -no sean malpensados, doble primo por lado de padre y madre- el cargo de director de Aerocivil.

Enrique Peñalosa: ante el hecho cumplido de su revocatoria en 2017, el entonces exalcalde de Bogotá dictará durante años y en el mundo entero su exitosa conferencia “Las ventajas de un metro con semáforos”.

Roy Barreras: tras sus éxitos en el proceso de paz, en estos tiempos por venir, al senador de la U le va a tocar simplemente hacer cola. Y ya sabemos cola de qué tipo de animal reptante…

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