Esa práctica nacional es bien conocida bajo el nombre de colombianada.

Pensamos que  ese delito es un problema sólo de funcionarios públicos y grandes magnates que vienen a saquear esta república bananera. Al final, somos nosotros, todos los ciudadanos, los responsables que la corrupción progrese en este latifundio.

Las comparaciones son desagradables, sobre todo cuando las hacemos con quienes son mejores, o quienes luchan para ser mejores.

Aunque el presidente Santos y los demás “poderes” de esta república bananera lo nieguen, en el mundo existen ejemplos de democracia y de verdadera responsabilidad de los poderes, sean legislativos, ejecutivos o judiciales.

Hoy podemos tranquilamente ver un ejemplo de cómo funciona la verdadera justicia y responsabilidad, Corea del Sur.  En ese país, la señora Park Geun-hye, fue destituida del  cargo de presidenta de la nación por el Tribunal Constitucional, y en estos días está respondiendo ante la Fiscalía.

Es importante aclarar que la ex presidenta de Corea del Sur no ha sido juzgada todavía. Sin embargo, perdió su inmunidad y fue destituida para ser investigada. Ante su primera declaración ante la Fiscalía, pidió disculpas.

Naturalmente, Park Geun-hye negó las acusaciones, pero lo que realmente nos debe despertar en Colombia es que la justicia y los poderes sí funcionan. El Tribunal encontró suficiente sustento para destituirla y llamar a elecciones. La Fiscalía no le tembló la mano para llamarla a declarar a pesar de su inmunidad. Todo esto se logró también no en menor grado porque millones de personas marcharon para exigir su salida de la presidencia.

¿Por qué se la destituye investiga? Por corrupción y tráfico de influencias. Es acusada de recibir sobornos de jefes de grandes empresas, y de influir para recibir aportes a sus fundaciones.

Mientras tanto, nuestro presidente, quien supuestamente debe ser ejemplo de liderazgo pero, sobre todo, de integridad ética y moral, huye de su responsabilidad. Las irregularidades de su elección y reelección son rehuidas por el mandatario, apoyado por los empresarios y por el El Tiempo, diario de mayor circulación de Colombia. Él, Juan Manuel Santos, se benefició directamente, pues es presidente.

El caso Odebrecht es sólo la punta del iceberg. En La Silla Vacía fue publicada una investigación propia sobre cómo fueron comprados votos para lograr la presidencia en 2014. Luego de perder la primera vuelta, la maquinaria se puso en marcha para mover las regiones, sobre todo la costa. ¿No es esto corrupción? ¿No es esto tráfico de influencias?

¿No hubo violación de la ley sobre aportes a las campañas políticas?

Los colombianos, como buenos apáticos cuando del bien común y de la justicia se trata, no marchamos, no exigimos. Aceptamos la corrupción como algo natural, como parte de nosotros, así como el aguardiente. Mientras tanto el Nobel se burla del país, apoyado por la propaganda de El Tiempo y de la clase empresarial que apoyó su campaña a cambio de favores.

¿Dónde está la Corte Constitucional? ¿Dónde está la Fiscalía? ¿Qué pasa con el Congreso? Todos están pagados por el ministro súper estrella de la mermelada, o mejor, de la corrupción, Mauricio Cárdenas; y amarrados a las corruptas castas políticas que han gobernado este pseudo-país desde 1810, con muy pocas excepciones.

Las únicas multitudes que se mueven en Colombia son las de los partidos de fútbol y para las rumbas alucinógenas y el desorden.

Hoy el Soju, bebida nacional de Corea del Sur, sabe más rico y llena de honor los corazones coreanos, mientras que el aguardiente sólo sabe a fracaso de Colombia, y lo bebemos para ahogar las responsabilidades democráticas ciudadanas.

LO ÚLTIMO