Nadie -medianamente informado- pone en discusión que el consumo de tabaco constituye una de las principales causas de males evitables y de mortalidad prevenible.

Fumar no solo es “un hábito”. También es una drogadicción, ya que el hecho de fumar tabaco cumple con todos los criterios que definen al consumo de una sustancia como tal: existencia de tolerancia, dependencia, síndrome de abstinencia en ausencia de la misma, comportamiento compulsivo, etc.

La máxima responsable de todo esto es la nicotina, sustancia con un gran poder de adicción similar al de otras drogas como la heroína o cocaína.

La única persona que deja de fumar es el propio fumador, nadie puede hacerlo por él. Es esencial entonces su compromiso aceptando el daño provocado con la necesidad de evitarlo y tratarlo con un proceso de cambio.

Y además es fundamental saber que el motor del cambio es la motivación del paciente. La palanca que logrará que un paciente fumador pase de una etapa a otra son las ganas de lograrlo, la voluntad y seguridad en conseguirlo, en suma la motivación que tenga.

Cuando hay voluntad para someterse a tratamiento frente a la ansiedad es importante apelar a técnicas de relajación y realizar una caminata de unos 10 minutos después de cada comida.

Igualmente se pueden utilizar algunos tipos de chicle (sin azúcar) indicados para ello. Mantener una dieta rica en fibra; si es el caso picar alimentos bajos en grasa y harinas como frutas, verduras, nueces variadas; evitando fritos, salsas, cremas o alimentos muy salados.

Además es necesario mantenerse suficientemente hidratado con agua, jugos cítricos e infusiones. Se debe evitar el café y otras bebidas con cafeína, además del alcohol; obviando todo aquello que estimule el deseo de fumar o que al menos lo asocie.

Hoy existen además presentaciones de medicamentos de diversas categorías para tratar la compulsión y la ansiedad. Para iniciar recomendamos algunos fármacos de origen biológico (medicina blanca o gourmet) que no provocan efectos secundarios. Si la ansiedad es muy rebelde podrían agregarse otros más ortodoxos, pero con ciertos efectos indeseados con estricto control médico.

Para combatir la astenia o debilidad se deben aumentar las horas de sueño y descanso. Después de comer hay que evitar ver televisión y sentarse. La rutina debe cambiarse con un paseo o realizando labores de hogar. Las manos deben mantenerse continuamente ocupadas (escribir, hacer trabajos mecánicos, “hobbies” manuales, pintar, cuidar el jardín, jugar con las macotas, pasearlas, etc.)

En el tiempo libre se deben hacer actividades satisfactorias relajantes. No usar el auto para hacer lo que se pueda hacer andando. Y fundamentalmente empezar a hacer ejercicio físico regularmente, a practicar algún deporte.

Esto es definitivo ya que la actividad física regular estimula la producción de endorfinas que pueden contrarrestar el efecto de la nicotina, e incluso ayuda en el proceso de desintoxicación. Ahora dentro del proceso de desintoxicación también existen alternativas farmacológicas muy efectivas que actúan estimulando el sistema linfático (evacua desechos) y coadyuvando en la depuración sanguínea. Esto permitirá una recomposición metabólica con efectos en el estados de ánimo.

Aprender a vivir sin tabaco es romper una costumbre, una rutina, pensando que este deseo será cada vez menos intenso y frecuente. Es importante tener en cuenta que la dependencia del tabaco tiene un sentido mucho más amplio. Hay que distinguir entre tres tipos de adicción: física, psicológica y social.

La primera es la verdadera dependencia de la nicotina, que es además fisiológica cursando con unas reacciones bioquímicas en el sistema nervioso central. Es la responsable del síndrome de abstinencia. Puede determinarse el grado de la misma mediante el Test de Fargeström.

La psicológica son los procesos de condicionamiento, propios de cada fumador, que cree necesario el tabaco para tener más seguridad, tranquilidad o valor. Lo asocia con pasarla bien falsamente.

Y la dependencia social es el beneplácito social del tabaquismo en algunos sectores o amigos. Son las presiones ambientales que incitan al consumo de tabaco: publicidad, presión del grupo en adolescentes, imagen de seguridad y de dominio de la situación, etc.

Se deben intervenir de forma decidida las tres formas de condicionamiento, recordando que los malos momentos que se pasan al dejar de fumar no son por intentarlo sino por haber fumado.

Apostilla: ‘No te das cuenta de lo esclavo que eres del tabaco hasta que un día intentas dejarlo’. Cesarin.

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