Me encontraba por los alrededores del El Teatro Jorge Isaacs, por lo que mi salvadora alternativa en ese instante era acudir a los oportunos servicios de un lustrabotas. Fue así como tuve la oportunidad de conocer y charlar un rato con la señora Albenair Marín.

La dama tiene 65 años, al contemplarla brinda la sensación de ser una mujer adusta, muy seria, pero al iniciarle una charla, se muestra cordial y  me va contando con orgullo que lleva 32 años ejerciendo su oficio de lustrabotas y que conforma el grupo de las 5 mujeres pioneras que  diariamente embolan el cazado a los transeúntes, que como yo, se desplazan por la plaza de Caicedo y sus alrededores.

Hay mujeres que prefieren primero prostituirse a tener que lustrar zapatos, les avergüenza este oficio. La verdad es que anteriormente a uno los padres le advertían,  si usted no estudia, le tocará irse a embolar zapatos, discriminaban  bastante este oficio, como lo peor. Hoy día no tanto”.

Cuando le indago como es un día normal de trabajo, doña Abenair relata que su jornada empieza a las 7 a.m.. y va terminando a las 5:00 p.m., aunque advierte que en ocasiones se va para su casa a las 2 de la tarde, pero casi siempre prefiere emplear horario de oficina para poder hacerse el diario.

Suele haber días en los que “levantan bandera” casi al medio día, ocurre por lo general en días lluviosos como hoy.

Uno aquí como no tiene sueldo fijo, ni prestaciones ni nada, se las tiene que hacer diariamente, no todos los días  son buenos, me hago diez mil, veinte mil pesos, pero como le digo he sobrevivido 32 años lustrando zapatos, empecé en el 84”.

Todavía sin indagarle a fondo sobre su vida familiar ella misma me cuenta que está soltera y aún sin ganas de matrimonio, porque según ella, el matrimonio al que no mata,  “lo desfigura”.

Con esta afirmación rompe por completo el hielo y empieza a lustrarme en forma los zapatos.

No tengo hijos, pero si tengo “arrimahijos”, o sea sobrinos, de mi trabajo han dependido mis 15 sobrinos y mis 3 hermanas, a todos les he colaborado económicamente”.

Cuenta doña Abenair que le ha embolado los zapatos a varios políticos de la región, de esos que prometen muchas cosas en campaña y nunca cumplen nada cuando suben al poder; como anécdotas o gajes del oficio saca a relucir que no faltan los deshonestos vivarachos que le llegan con el billete de 50 mil pesos a pagarle la embolada de 2 mil pesos y se van dizque a cambiarlo y nunca regresan, le hacen el detestado “conejo”, situación que vive recurrentemente desde que se inició en el oficio de lustrabotas.

Javier Santamaría

Sobre si tiene alguna estrategia en especial para mantener y aumentar su clientela responde categóricamente:

Yo no acostumbro a promocionar mi servicio, ni digo que lustro mejor que las demás, la verdad no me gusta andar llamando al cliente como hacen en los almacenes, que casi los entran de las orejas a comprar una prenda, eso es muy feo, el cliente me llega a mí, algunos ya conocen mi trabajo y sencillamente me buscan”.

Doña Abenair Marín me cuenta que no tienen ningún problema con las autoridades municipales por ocupar espacio público,  gracias a que se encuentran todos debidamente afiliados a la asociación de Lustrabotas  de la Plaza de Caicedo, razón por la cual desempeñan sus labores sin zozobras.

Gracias al consagrado trabajo de esta tesa lustrabotas que le saca también brillo a la vida, mi calzado quedó reluciente, como acabado de comprar. Le pago la embolada, no sin antes agradecerle su amable charla y me dirijo satisfecho a cumplir con la cita.

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