Esa es la razón por la que este neologismo, un adjetivo conformado por el prefijo ‘pos’ (o ‘post’ en algunas voces), que significa ‘detrás de’ o ‘después de’, y la palabra ‘verdad’, está dando que hablar y es considerado por muchos como la expresión del año.

Para entenderlo hay que empezar por decir lo que no es: como podría deducirse de su etimología, no es una categoría o algo que ocurra ‘después de la verdad’. De acuerdo con el diccionario Oxford, ‘posverdad’ (‘post-truth’) es un concepto “relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”.

Esto, en principio, aclara el camino, pero no es suficiente. Los ejemplos ayudan mejor, y los más recurridos para ilustrar lo que es la ‘posverdad’ estuvieron en Estados Unidos, Gran Bretaña y Colombia (¡sí, Colombia!). En el primer caso, el triunfo de Trump; en el segundo, el del ‘brexit’, y en el tercero, el del No en el plebiscito por la paz, reseña Rubén Amón en un artículo de El País, de España.

¿Pero qué tienen estos tres acontecimientos en común? Son ‘posverdades’ en la medida en que “han sobrepasado cualquier expectativa ortodoxa o racional, reflejando por añadidura la miopía de la clase política en sus iniciativas plebiscitarias o el escaso predicamento de los medios informativos convencionales en su esfuerzo de sensatez editorial”, explica Amón.

En esas tres jornadas democráticas “se votaba más con las vísceras y el instinto que con la razón o la lógica”, agrega, y precisa: “La posverdad […] puede ser una mentira asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad”.

Para aportar en la explicación del término, Jorge Eduardo Espinosa recuerda en su columna de El Espectador que Trump tuiteó poco después de su victoria que The New York Times estaba perdiendo miles de suscriptores por la “cobertura errónea del fenómeno Trump”. El periódico respondió, también en Twitter: “Hecho: nuevos suscriptores, en impreso y en digital, 4 veces más de lo normal”.

A partir de ese cruce de trinos, Espinosa explica cómo funciona la ‘posverdad’: “Los miles que, por la razón que sea, detestan al periódico, creerán la versión de Trump, falsa, sin importar lo que digan los hechos. Esta es otra manera de decir que ‘las creencias’ valen lo mismo que ‘los hechos’. Las creencias, en estos tiempos de la posverdad, configuran realidades. Este estado de cosas también ha ocurrido en otro tiempo. Y es que mentir ha sido siempre propio del hombre. Lo que ahora cambia se resume en dos palabras: Internet y alcance. El trino de Trump fue compartido 35.000 veces. La respuesta del Times, con la verdad, solo 2.600”.

Sobre el origen del término ‘posverdad’ hay varias posturas. Amón dice que proviene del libro ‘Post-truth’ (2004) del sociólogo norteamericano Ralph Keyes, en el que ese autor se refería “a las apelaciones a la emoción y a las prolongaciones sentimentales de la realidad”, aunque advierte que fue Eric Alterman el que “revistió la idea de un valor político, tomando como ejemplo la manipulación que habría ejercido la Administración Bush a raíz del trauma del 11-S, precisamente porque una sociedad en situación de psicosis iba a resultar mucho más sensible y fértil a la inoculación de posverdades […] empezando por la posverdad de las armas de destrucción masiva [que tendría Irak]”.

Otra articulista de El País, de España, Soledad Gallego-Díaz, sostiene, por su parte, que el inventor del término es David Roberts, que en la edición de abril de 2010 de la revista norteamericana humorística ‘Grist’, especializada en información medioambiental, publicó un artículo en el que, según ella, por primera vez, se hablaba de ‘política posverdad’. “Roberts se refería a los políticos que negaban el cambio climático, pese a toda la evidencia científica que existía al respecto. Han pasado seis años y la expresión ‘época posverdad’ está presente en multitud de análisis en medio mundo”, dice.

Ambos, sin embargo, coinciden en citar el editorial de The Economist que hace poco advirtió que “se está utilizando la mentira en política de una manera más intensa y con mayor capacidad de penetración que nunca”, y en el que ese prestigioso medio resalta que Trump es un exponente adelantado de los políticos ‘posverdad’.

Pero Gallego-Díaz va más allá y pone el dedo en la llaga: “La lucha contra la política de la posverdad empieza, sin embargo, a tomar forma, ayudada por decisiones como la de The New York Times, que ha renunciado al famoso principio periodístico de dar dos versiones enfrentadas y equivalentes. Por primera vez, el diario tituló el otro día en primera página que Trump era un mentiroso. No se trata de decir a la gente lo que debe pensar, explicó el director del diario; se trata de decir quién miente”.

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