Para los científicos, dicho hito evidencia los efectos del cambio climático, así el presidente Trump lo siga negando.

El jueves, la oficina local del Servicio Meteorológico de Estados Unidos (NWS) escribió en Twitter que “el aeropuerto internacional de Anchorage oficialmente llegó a 90 grados [Farenheit, que equivalen a 32 ºC] por primera vez”.

El anterior récord se estableció el 14 de junio de 1969, con 85 ºF, que equivalen a 29,4 ºC.

Las primeras lecturas en el aeropuerto comenzaron en 1952. Los 10 años antes se hicieron en otro aeródromo en Anchorage (de 300.000 habitantes), donde el jueves también se registraron los 32,2 ºC.

“Varias otras localidades en el sur de Alaska rompieron el récord del día más caluroso”, indicó el NWS este viernes en medio de lo que expertos han llamado una “ola de calor” en la entidad.

En Kenai y King Salmon llegó por ejemplo a 31 ºC, superando marcas de hace dos años.

Estas temperaturas excepcionalmente cálidas son causadas por una “vasta área de alta presión justo encima de nosotros”, dijo el meteorólogo Bill Ludwig, del NWS, al Anchorage Daily News.

Impacto devastador

Aunque el nuevo récord pueda parecer impresionante, no es inusual registrar temperaturas muy altas en Alaska durante el verano boreal, que superen los 30 ºC, especialmente en el interior.

La ciudad de Fairbanks, situada a casi 500 km al norte de Anchorage, experimentó una temperatura de 37,2 ºC el 28 de julio de 1919. Y más recientemente, el 5 de agosto de 1994, llegó a cerca de los 34 ºC, según los registros del NWS.

El récord absoluto para Alaska alcanzó el umbral simbólico de 100º F (37,8 ºC) en Fort Yukon, en la parte centro-este del estado, el 27 de junio de 1915.

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La zona ártica es muy sensible al cambio climático. Según científicos, Alaska se viene calentando dos veces más rápido que el promedio mundial.

“Entre 1901 y 2016, las temperaturas medias del continente de Estados Unidos aumentaron 1,8 grados Fahrenheit [1 ºC], mientras que en Alaska aumentaron 4,7 grados [2,6 ºC]”, alertó Rick Thoman, del Centro de Evaluación y Política Climática de Alaska.

El impacto es devastador para las comunidades costeras, compuestas principalmente de indígenas, cuyas aldeas son víctimas de una erosión tan marcada que muchas han tenido que ser prácticamente mudadas enteras, según constató un equipo de la AFP en abril.

La aldea Napakiak, por ejemplo, ha tenido que mover su escuela y hasta el cementerio por la rápida erosión costera y el deshielo del ‘permafrost’, una capa de suelo que solía estar permanentemente congelada y sobre la que se construyeron muchas aldeas nativas de Alaska.

El calentamiento global afecta el modo de vida tradicional de estas tribus que dependen de la caza y la pesca. El deshielo afecta el hábitat de muchos animales y la recolección estacional de bayas que crecen en la tundra.

Los ríos que solían servir como carreteras en invierno y primavera para conectar pueblos y mover bienes y mercancías no se están congelando por completo o se rompen prematuramente, generando accidentes mortales.