La casa de Armenia que guarda más de mil pesebres: un legado navideño de amor y memoria en Quindío

Durante más de veintiséis años, una vivienda en el sur de Armenia se ha transformado en un genuino santuario de la Navidad gracias a la dedicación y amor de Fernando Arturo Muñoz Delgado y su compañero de vida, José María Ospina López. Lo que comenzó como una pasión compartida entre ambos acabó por convertirse en una de las colecciones más singulares de pesebres en el departamento del Quindío, albergando más de mil representaciones del nacimiento en variados tamaños, materiales y formatos. Cada diciembre, la casa cobra vida con nuevas figuras, no solo como un adorno fugaz, sino como una experiencia constante que revive tradiciones y recuerdos.

El sentido profundo de esta colección está marcado por la historia personal de quienes la idearon. De acuerdo con Fernando, José María —quien falleció en enero de este año tras enfermarse durante la temporada navideña— fue el motor que impulsó la búsqueda, adquisición y creación de pesebres únicos. Para ambos, era esencial preservar el espíritu navideño durante todo el año, convirtiendo el ritual de sumar pesebres a la colección en parte indispensable de su cotidianidad, así como una manera de perpetuar memorias y homenajear la vida compartida.

Según lo reportado por Crónica del Quindío, la colección creció gracias a frecuentes viajes por ciudades como Manizales, Pereira y Tuluá, donde asistían a ferias y exposiciones en busca de piezas irrepetibles. José María poseía un conocimiento prodigioso de cada pesebre de la colección, identificando siempre aquellos que faltaban. Ejemplo de ello es la adquisición de una de las piezas más caras, comprada en la Feria Internacional de Manizales por 450.000 pesos, una suma secundaria frente al valor sentimental que representaba sumar una nueva escena a la narrativa navideña de la casa.

La particularidad de esta colección se acentúa porque muchos de los pesebres no solo se compraron, sino que fueron elaborados a mano. José María diseñaba cuadros bordados con alfileres y lentejuelas, y ensamblaba escenas a partir de figuras sueltas, creando originales composiciones sin paralelo. Esta dedicación artesanal hizo que numerosas piezas fueran auténticamente únicas, entre ellas una obra especial realizada por un escultor de Medellín, de la que solo existen dos ejemplares en el país.

Antes de su fallecimiento, José María manifestó su inquietud sobre el destino de tantos años de trabajo y devoción. La respuesta de Fernando fue continuar compartiendo la colección como homenaje vivo a su compañero. Por tal razón, cada 7 y 8 de diciembre, la vivienda se abre durante el tradicional alumbrado, permitiendo que habitantes y visitantes recorran este excepcional Belén urbano, sorprendidos por la magnitud y belleza de la muestra en Armenia. Así, más que una colección de pesebres, este legado encarna una historia de amor, memoria y tradición que sigue iluminando, discretamente, la Navidad quindiana, tal como subraya la crónica local.

¿Qué simbolizan los pesebres en la tradición navideña?

Esta pregunta es pertinente porque los pesebres ocupan un lugar central tanto en la colección de la casa de Fernando Arturo como en las celebraciones colombianas, tal y como se evidencia en la historia referenciada por Crónica del Quindío. Comprender el significado de estas representaciones ayuda a valorar el esfuerzo y la emoción invertidos en cada figura y escena que decora la vivienda y sorprende a los visitantes que asisten en diciembre.

El pesebre, tradicionalmente, simboliza el nacimiento de Jesús en la religión cristiana y reúne escenas con figuras como la Sagrada Familia, los Reyes Magos, pastores y animales. En muchas culturas de habla hispana, armar y exhibir pesebres es un acto litúrgico y familiar que refleja devoción, memoria colectiva y sentido de comunidad, elementos claramente presentes y reforzados en la notable colección armenita.