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Reseña de “El Coleccionista” de John Fowles.
Hoy les traigo un libro bien singular y que ha sido catalogado como uno de esos libros “malditos” – más delante sabremos la razón. Se le ha mencionado como el primer thriller psicológico moderno de Occidente. Su nombre: “El Coleccionista” (Sexto Piso, 2018), publicado en 1963 por el novelista y ensayista británico John Fowles (Leigh-on-Sea, Essex, 1926 – Lyme Regis, Dorset, 2005), gran admirador de la obra de Albert Camus y Jean-Paul Sartre.
La obra, fue llevada al cine dos años después, en 1965, por uno de los tres mejores directores de Hollywood de la época, William Wyler, protagonizada por Terence Stamp y Samantha Eggar en los papeles de Frederick Clegg y de Miranda Grey respectivamente. La excelente película fue candidatizada a tres de los Oscar en las categorías de Mejor Director, Mejor Actriz (Samantha Eggar) y Mejor Guion Adaptado (por Stanley Mann y John Kohn). También ha sido adaptada para teatro en numerosas ocasiones, una de las mejores la pueden encontrar acá: https://www.youtube.com/watch?v=k9KSZ67gLfY&t=2131s, adaptación que realizó la compañía La Locandiera Teatro en la sala Margarita Xirgu de Alcalá de Henares el 10 de junio de 2017.
La novela tiene tres partes: en la primera parte conocemos a los protagonistas. Por un lado, Frederick Clegg, un joven introvertido y solitario, poco agraciado e inculto, de una clase social inferior a la de su coprotagonista, Miranda Grey. Clegg colecciona mariposas y vive con su tía y su prima desde el accidente que le quitó la vida a sus padres prematuramente. Por otro lado, Miranda es una preciosa, culta, vivaz e inteligente estudiante de Arte en Londres, de clase acomodada, de la que Clegg se enamora perdidamente. Sin embargo, Frederick es incapaz de entablar una relación normal con ella, no es capaz ni de hablarle. Su complejo de inferioridad intelectual y social solo le permite desearla, anhelarla, soñarla, imaginarla…Está convencido de que son el uno para el otro y se obsesiona con ella: la sigue, entra a los mismos restaurantes, cafés y pubs a los que ella va con sus amigos y compañeros de estudio.
Un día, Clegg gana una apuesta de futbol cuyo monto le permite financiar parte del viaje de su tía y prima a Australia y abandonar su trabajo; compra una casa en las afueras de Londres. Ahora tiene el dinero suficiente para forzar ese encuentro con Miranda, ese encuentro en el que ella se dará cuenta, por fin, de lo valioso que es. Así pues, como único ser vivo, decide sumarla a su colección de mariposas, con el anhelo de que, con el paso del tiempo, se enamore de él.
Tras cautelosos preparativos, Clegg sigue a Miranda provocando un encuentro en el que la secuestra sedándola con cloroformo y la encierra en un sótano de la casa que había comparado a las afueras de Londres, en el que la “aloja” con todas las comodidades posibles, incluidas obras de arte compradas especialmente pensando en ella. Cuando despierta en el sótano de Clegg, ella se niega a comer y trata desesperadamente de encontrar una vía de escape; tras una breve negociación en la que se adivina el tono posterior y alternante de la novela, le promete que la dejará salir en un mes si ella promete comer y no tratar de huir. Le asegura que la tratará con respeto y que jamás abusará de ella y que surtirá todas sus necesidades y gustos… que él cree conocer pero que no conoce en absoluto. Le compra a Miranda un diario en el que ella comienza a escribir su historia.
La segunda parte pues, es el diario de Miranda. Si bien al principio es bastante repetitivo y convencional, vemos como poco a poco en el relato del diario se introducen nuevos hechos y elementos que alimentan esa tensión y ese duelo sicológico en donde captor y cautiva, cada uno en una casa y en una jaula de oro, respectivamente. Miranda comienza – y termina – sintiendo pena por Frederick, comparándolo con el personaje Calibán de “La Tempestad”, la obra de William Shakespeare dada a su obsesión por ella. Clegg, entonces reacciona y le dice que su nombre es Ferdinand, quien en la obra de Shakespeare es quien gana el corazón del personaje de Miranda.
Las reflexiones de Miranda se hacen más profundas y llegan a relatos breves en donde la ficción se empieza a confundir con la realidad, en donde la realidad presente se mezcla con el pasado, en donde la literatura se entrelaza con la vivencia actual de la protagonista. Su visión del arte y su naturaleza, en comparación con la de su captor, nos hace empezar a descubrir una mujer intelectual y socialmente clasista, que se cree moralmente superior. Sus reflexiones sobre un amor que descubre en su pasado – no era consciente de que hubiera estado “enamorada” de ese hombre del pasado -, sus sueños, sus estrategias para que Clegg la deje salir… en fin, un relato íntimo dirigido a su hermana o a ese hombre del pasado al que denomina G.P, un relato que, de a poco, nos introduce en la compleja psique de una mujer víctima de un rapto cortés, en el que su captor, por demás, se honra de estar actuando racionalmente, dadas las circunstancias. Breves reflexiones filosóficas sobre la humanidad y la existencia de Dios nos sorprenden en medio de tamaña desesperación.
Miranda intenta diferentes estrategias para lograr su libertad. Por supuesto, trata de escapar físicamente en múltiples ocasiones, sin lograrlo. Intenta seducir a Clegg, pero descubre que los motivos que la mantienen cautiva no son sexuales; el realmente quiere casarse y formar una familia con ella. Inclusive intenta asesinarlo, lo cual tampoco logra y la afecta de forma importante. Miranda comienza a sentir pena por ella misma, porque cree que matar a su captor la rebajaría a su nivel, y desiste de volver a intentarlo.
La tercera parte del libro es un epílogo de Frederick en el que se desarrolla el final de la historia. Un final inesperado que deja al lector desasosegado moralmente. Un final del que nuestra consciencia no puede huir, respecto del cual, además, tenemos sentimientos encontrados.
Y la fama de “libro maldito” la tiene ganada porque, si bien Fowles afirmaba que una de sus motivaciones para escribir era imaginar a sus personajes en situaciones límite para ver cómo respondían, su relato inspiró a varios de los criminales y sicópatas en serie más conocidos, v.gr. Leonard Lake y Charles Ng quienes mataron entre 11 y 25 personas, a mediados de la década de 1980, en una cabaña remota en el condado de Calaveras, California, en las estribaciones de la Sierra Nevada, a 240 kilómetros al este de San Francisco, manifestando la necesidad de encontrar su versión de Miranda, la protagonista de El coleccionista. Lake llamó a su montaje “Operación Miranda” y confesó el tema en un video. El australiano Christopher Wilder, llamado “The Beauty Queen Killer”, que raptó y asesinó a 12 mujeres durante un recorrido de casi dos meses a través de los Estados Unidos en 1984, memorizó “El coleccionista” casi por completo y, con posterioridad a su suicidio, entre sus pertenencias fue hallado un ejemplar del libro que ahora reseñamos. Robert Berdella mató en Kansas a 6 hombres de 1984 a 1987 y, tras ser detenido, dijo que la inspiración para sus violaciones y secuestros la encontró en la versión cinematográfica de “El coleccionista.”
De ahí también puede ser la ausencia casi total de reseñas del libro, una novela de altísima calidad literaria, con una estructura novedosa y que ha caído en el olvido. Agradecemos a Sexto Piso su reedición desde 2018, pues la novela puede darnos luces de muchos aspectos sicológicos, mentales, emocionales, de muchos de los criminales que aun pululan en la actualidad.
Un clásico de culto que merece ser leído, sin que ello signifique que merezca ser recreado. Una estupenda trama sicológica que nos adentra en los recónditos laberintos de la mente humana. Oscuramente maravilloso.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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