La aplicación que te vuelve viejo y te quita el sueño

Tecnología
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Verse viejo en una aplicación fue dizque una moda. Una moda momentánea que no alcanzó ni el top de los 10 más vendidos ni leídos.

¿Por qué? Sencillamente, la mayoría de personas temen verse viejas y arrugadas.

Definitivamente no nos entendemos ¿Acaso cuando somos niños tememos a ser jóvenes? Si lo recuerdo, ese era uno de los más grandes juegos y anhelos. Las niñas deseábamos ser jóvenes actuales y maquilladas, con tacones de mamá y collares de abuelas. Y los niños, siempre pretendiendo ser señores bomberos, policías y hasta doctores.

Y hoy, la mayoría temen, se asombran y se repudian al imaginarse o verse con canas y piel arrugada. No se reconocen. No se aceptan. Se detienen en esa asombrosa metamorfosis y, sin pensarlo, la derrumban con tan solo una mirada.

Pero ser viejo, adulto mayor o anciano debe ser el mayor grado de la vida. Es culminar los años con un doctorado. Es alcanzar la calma. La ilusión intacta y la esperanza prominente. Con esas ganas de tener todo bajo control. Sin el afán de sorprender, de impresionar.

La vejez es la consolidación de un ser humano. Y claro, sin olvidar que con ella llegan los achaques de un motor que se ha revolucionado por años. Al cual se le ha exigido. Pero que también ha respondido. El cual pide entrar a etapa de reposo. De mantenimiento. Así la lámina toque asearla, retocarla, pintarla y hasta esculpirla de nuevo.

El pintor español Salvador Dalí afirmó que “muchas personas no cumplen los ochenta porque intentan durante demasiado tiempo quedarse en los cuarenta.” Y eso esencialmente es lo que les pasa a cantidad de seres humanos, en especial a las damas.

La vejez no empieza en las arrugas, queridos. Ni en la canas que salen. La vejez se va asomando cuando se deja de ser curioso. Cuando ya nada te sorprende. Cuando te sientes menos que el otro.

Nuestra cultura machista nos ha metido en la cabeza que la mujer tiene prohibido envejecer. Que los años no nos deben pisar. Que ya debemos usar perfumes fuertes, porque aquel fresco de frutas tropicales, al que huele la juventud, no lo merece nuestro cuerpo.

Estamos acostumbrados a que lo viejo siempre se bota, se cambia, se demerita. A lo que lo viejo no sirve por ineficiente. Por inoperante. Por lento. Por cualquier razón.

Mónica Toro de Ferreira / Cortesía de Mónica Toro de Ferreira

He aquí las repuestas a la discriminación laboral. En Colombia, por ejemplo, lograr emplearse a los 30 años es ganarse la lotería. A esa edad, ya se está viejo, obsoleto y eres material reciclable; y eso, si alcanzas dentro del cartón, que es reutilizable.

En países como Estados Unidos, por ejemplo, da gusto ir a las grandes cadenas de supermercados y encontrar a personas de 80 años y más, llevando la batuta en servicio. Recepcionistas, cocineros, cajeros, farmacéuticos. En edades avanzadas, con rostros perforados de arrugas, claro, pero con una capacidad laboral respetada y ganada.

Por mi parte yo no me siento vieja. Y quizás para muchos ya lo estoy. Como me dijo un amigo: “Tu cuarto de hora ya pasó”, ¿Y ya pasó para qué? ¿Para ser cuerpo de exposición? ¿Para ser vista como un mercader en el trabajo o en las calles mientras caminaba? ¿Para ser apetecida por cualquier hombre desocupado sexualmente?

Mi cuarto de hora no tiene inicio ni fin. Y creo que el de todas las mujeres que me leen tampoco. Los años pasan y la madurez nos hace más sensatas. Y claro, los años cobran factura. Ya tengo canas. Ya mi cuerpo no metaboliza bien las hamburguesas que me comía cuando tenía 20. Ya no resisto una fiesta hasta más de las 2 de la mañana. Ya me gusta ver Sábados Felices y la Serenata. Y hasta ya prefiero las tardes de té.

Mi cuerpo ha madurado o se está envejeciendo paso a paso. Y quizás mi alma también, pero con una ventaja: que cada día se siente más fuerte, menos banal, más llevada por el placer propio, que por el contentamiento de los demás. Un alma recién sacada del horno.

Así que desde ya respetemos la vejez. Ella se alimenta, se acompaña. Por ella no se siente lástima. No se maltrata. Ni se es indiferente a ella. No podemos ir en contra de esa naturaleza misma que nos da, que nos brinda. La gratitud va por encima de tantas arrugas que nos tildan.

No dejes entonces que tu sueños envejezcan, que tus metas se caigan antes de tiempo, que las arrugas tropiecen los anhelos de tu corazón. Mírate al futuro. No al pasado. Imagina que esas arrugas que llegarán quedarán representadas por los cientos de besos que has dado. Las bellas miradas que has regalado. Las muchas veces que has llorado.

Ojo. Sin darte cuenta, quizás ya estés más viejo que lo que ves en una aplicación. O, sencillamente, más viejo que lo que ves actualmente frente a un espejo.

Tan solo fantasea tu vida en el futuro. Yo imaginé a mis hijos viejitos. Los vi felices. Sonriendo. Canosos y con arruguitas como las de Coco, pero con ese corazón amoroso y dulce que los caracteriza. Idealicé verlos así en años

¡Qué dicha que me alcanzara la vida para verlos viejos. Bien viejos!

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.

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