Cuando el verdadero posparto es sobrevivir a un divorcio

Vivir Bien
Tiempo de lectura: 5 min

Con los pechos inflamados, el cuerpo cansado, la boca reseca y el útero vacío son solo una pequeña muestra de lo que vivimos las mujeres en el periodo posparto.

40 días de sangrado y el mismo tiempo esperando a que las hormonas tomen de nuevo la posición inicial. Sentimientos a flor de piel. Llantos inexplicables. Cansancio extremo. Dolores físicos y mentales.

Nos sentimos inflamadas. Gordas, realmente. Lo estamos, obvio. Nos vemos los kilos ganados, las estrías que quedaron, la celulitis que adornan y las ojeras y manchas que empiezan a hacer parte de nuestro maquillaje natural. Un coctel todo en uno.

Ese estado físico lo vivimos la mayoría de mujeres. Afortunadas son las que reciben el posparto como recién salidas de un quirófano. Y aunque eso es lo que menos nos incumbe, (porque tampoco queda tiempo para pensar en eso) las hormonas exaltadas nos ganan y nos envuelven en una tristeza incontrolable.

Yo padecí depresión posparto. Mínima, pero la tuve. El primer momento en que la sentí fue cuando me di cuenta que no sentí ese amor a primera vista con mis hijos. Yo sentí ternura, bendición y deseo de protección; pero no ese amor desenfrenado que muchas madres dicen sentir al tener a sus hijos en sus brazos.

Me sentí canalla. Decepcionada de mí misma. Inválida de corazón. ¿Cómo no amarlo si lo deseaba, si lo buscaba? ¿Acaso tener lo que se sueña no nos da la certeza de la felicidad? Parecía que no.

Aparte, mi nombre se volvió invisible. En casa ya solo se escuchaba mamá. Mamá cuida. Mamá baña. Mamá carga. Mamá mima. Mamá ama. Y dentro de mí: mamá se cansa. Mamá quiere llorar. Mamá necesita descansar. Mamá desea una larga ducha. Mamá quiere gritar.

Mónica Toro de Ferreira / Cortesía

Y qué me dicen de los besos en la frente que mi amado esposo le dio por darme durante una semana después del nacimiento del bebé. “Claro, como estoy gorda y demacrada”, le decía yo. Acepto que cruzó la barrera de mi dolor, de mi ego sexista de mujer. En vez de amor, siente es compasión de mí, pensaba yo.

El puerperio, pues, está lleno de dolor, intranquilidad y presión. De eso, precisamente, de presión. Yo estaba muy equivocada con lo que era ser mamá. O, por lo menos, no dimensionaba la gran y ardua labor que tiene.

Ya me lo habían advertido, pero hasta no vivirlo no lo entendería. Para mí, el posparto era todo un estrés. Que aguante el ardor en los pezones, que tome aguapanela con hinojo o malta para producir más leche; que no coma granos ni picante para evitar los gases del bebé; que duerma cuando pueda, para que la leche salga más nutritiva.   

Que reciba visitas. Que quedó bien gordita. Que el niño llora, seguro no le sale leche. Que debe darle agua, con leche no es suficiente. Que el esposo está enfadado porque no queda tiempo para ambos. Que el esposo quiere salir a cenar y uno adormilado. Que el esposo quiere una noche de placer y uno reventado.

Así es que comienzan esos roces en pareja que no se esperaban. Y es que es fácil decir que un bebé trae felicidad a un hogar. Pero pareciera que fuera un pecado afirmar que también trae dificultades a él. Discusiones porque no hay tiempo para ambos, actitudes con las que algunas veces desean llevarse la contraria y molestias que preferiblemente se callan.

Así que es ahí, en ese punto, donde uno comprende que el verdadero posparto no es salir vencida de los 40 días de dieta, sino sobrevivir a un divorcio. Sí señores. Ese sí es el verdadero posparto.

Después del nacimiento de los hijos, las parejas tenemos nuestras crisis. Días en que solo quieres salir corriendo, agotamiento exhaustivo, fatiga mental, ‘arrunchis’ que ya no se dan cuando queremos, sino cuando se puede. Y, lo que faltaba, kamasutras transformados: un bebé que se contorsiona y sus pies se atraviesan o se postran en el cuello de sus papás.

Noches de trasnocho, cólicos inexplicables, llanto sin conjeturas y una paciencia de padres que empieza a valer oro. Ahí empezamos una prueba: conocernos mejor, tolerarlos mejor. Trabajar bajo presión, aceptar el cambio y reaccionar con amor.

No es fácil. Y más hoy donde las parejas son más facilistas ante la solución de problemas. La palabra divorcio está siempre sobre la mesa como servilleta, esperando a que con ella limpien velozmente lo que el amor y la tolerancia lo harían mucho mejor.

Así que piensa que es mejor vivir el puerperio en pareja, con amor, con apoyo y consideración. Concilien y piensen que el matrimonio es como preparar un chocolate: toca ponerlo a fuego lento para que no se derrame.  Y cuando pase, toca limpiar de inmediato, para que no se pegue.

Mírense a los ojos, respiren y entiendan que ya no son solo dos corazones habitando en un mismo lugar, que ahora en ese caluroso hogar habita uno más, diminuto, pero latiendo con la misma fuerza y el mismo deseo: una familia que supera las adversidades de la vida.

Encuentra todas las columnas de ‘Mamiboss’ en este enlace.

Sígueme en Instagram como @montorferreira.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.

Temas Relacionados:

Te puede interesar

Economía

Destapan problema que tenía General Motors con su fábrica en Colombia; provocó su cierre

Vivir Bien

Horóscopo de Mhoni Vidente para hoy: Aries, Virgo, Sagitario y más signos verán cambios

Economía

Qué pasará con las pensiones de policías y militares si se aprueba la reforma del Gobierno

Vivir Bien

Horóscopo 30 de abril para Tauro, Géminis y Cáncer: así les irá este martes

Nación

Temblor sacudió a Colombia en la noche del lunes; hubo movimiento fuerte en Santander

Vivir Bien

Truco para arreglar la goma de la nevera sin gastar dinero y ahorrar luz

Economía

Hacen dura advertencia a personas que toman SunTea, jugo Hit y otras bebidas específicas

Loterías

Lotería de Cundinamarca resultado último sorteo hoy 29 de abril y nuevo premio

Sigue leyendo