Volcán Puracé enciende alertas: dos fuertes emisiones de ceniza y actividad sísmica preocupan al Cauca

El volcán Puracé, situado a unos 27 kilómetros de la ciudad de Popayán, capital del departamento del Cauca en el suroeste de Colombia, atraviesa un periodo de inestabilidad que ha encendido las alarmas de las autoridades. De acuerdo con el Servicio Geológico Colombiano (SGC), durante las recientes horas el volcán ha presentado dos notables emisiones de ceniza, cuyas columnas alcanzaron aproximadamente los 400 metros sobre el cráter principal. Este comportamiento anómalo se suma a los eventos detectados desde finales de noviembre, cuando el nivel de alerta fue modificado de amarillo a naranja tras observarse un “incremento notorio” en su actividad.

El SGC, organismo encargado de la vigilancia de la actividad volcánica en el país, explicó en su más reciente comunicado que el estado de alerta naranja implica que el volcán puede experimentar cambios temporales en sus manifestaciones, alternando momentos de mayor y menor intensidad respecto a días previos. Sin embargo, tal fluctuación no debe interpretarse como señal de un pronto retorno a la estabilidad. La institución aclaró que únicamente una revisión prolongada y detallada de los diversos parámetros que monitorean —incluyendo sismicidad, emisiones de gases y temperatura— permitirá determinar si el Puracé puede regresar gradualmente al estado de alerta amarilla.

La actividad sísmica continúa siendo uno de los principales indicadores de la dinámica interna del volcán. Según precisa el Servicio Geológico Colombiano, los recientes movimientos telúricos se han localizado fundamentalmente bajo el cráter a profundidades menores a un kilómetro, lo que evidencia la presencia de fluidos en movimiento dentro del edificio volcánico. En particular, se reporta que dos de los eventos sísmicos más significativos estuvieron asociados a la expulsión de ceniza, motivando la emisión de alertas a la Aeronáutica Civil por los posibles riesgos para la navegación aérea.

Junto a estos episodios, se mantienen las emisiones de dióxido de azufre —un gas que suele asociarse a la liberación de material magmático—, además de persistir temperaturas elevadas en la zona del cráter. Estos factores, de acuerdo con los expertos del SGC, sugieren que el ascenso y liberación de gases calientes permanece activo en el interior del volcán.

El Puracé forma parte de la cadena volcánica de los Coconucos y es uno de los 15 conos que la integran. Su historial incluye una erupción mayor registrada en marzo de 1977, aunque desde 2021 ha mostrado un aumento paulatino en su actividad. Esta vigilancia constante tiene un fuerte precedente en la memoria colectiva de Colombia: la trágica erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985, que desembocó en la desaparición de Armero y la muerte de la mayoría de sus habitantes, es un recordatorio del alto riesgo que implica la inestabilidad volcánica en esta región andina.

La información y las advertencias publicadas por el SGC —recogidas por medios como Crónica del Quindío— subrayan la importancia de mantener la vigilancia y de que la población y autoridades presten atención a los informes oficiales para prevenir otra catástrofe asociada a la actividad volcánica en Colombia.

¿Cuál es el significado de la alerta naranja en un volcán y qué acciones implica para la comunidad?

La designación de la alerta naranja, conforme a los protocolos del Servicio Geológico Colombiano, indica que existe una probabilidad considerable de que se produzcan erupciones explosivas o que la actividad volcánica evolucione hacia escenarios más peligrosos en un corto periodo. Este nivel de alerta requiere parte de la población y autoridades una mayor atención sobre las comunicaciones y recomendaciones oficiales, así como planes de emergencia listos para una eventual evacuación.

El contexto colombiano resalta la sensibilidad del tema, especialmente tras el trágico episodio de Armero en 1985. Por ello, la alerta naranja no solo es una categoría técnica sino un llamado urgente a la prevención, la pedagogía y el monitoreo constante por parte de las comunidades cercanas y las entidades responsables de la gestión del riesgo volcánico.