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Luis Fernando Acosta Mejía, alias ‘Ñangas’, fue el responsable de las explosiones de los carros bomba que sacudieron a Bogotá en los 90.
“Piérdase un tiempo, lo van es a picar” le ordenó el extinto jefe del cartel de Medellín al hombre que coordinó, armó, ubicó y detonó unos 4 vehículos con explosivos en el centro y el norte de la ciudad, entre enero y febrero de 1993, cuando las autoridades lo identificaron.
El programa Los Informantes lo buscó, 24 años después, para que contara algunos de los detalles más oscuros de la guerra que enfrentó a Escobar contra el Estado colombiano y de cómo empleó la tortura como un mecanismo para doblegar a sus enemigos.
“Rogaban que los mataran antes de tortúralos”-dijo- “habían muchas formas, con una bolsa o con un taladro en una rodilla… era muy duro”.
Alias ‘Ñangas’ fue la mano derecha de uno de los hombres más sanguinarios de la estructura criminal del cartel de Medellín: Alberto Castaño Molina, alias ‘El Chopo’, un hombre desalmado y que, según afirmó ‘Ñangas’, “mataba solo por la sospecha”.
“Pablo lo respetaba mucho…”, aseguró. El desarrollo de esa historia concluye en que Castaño Molina fue asesinado en prisión con un disparo en la boca.
Pero fue el ‘Ñangas’ quien trajo el terror a Bogotá. En una finca ubicada en Guasca (Cundinamarca) encaletó 3.000 kilos de dinamita con la que golpeó a la capital en 4 ocasiones.
“Pablo necesitaba que las bombas hicieran más daño” y por eso, explica, armó con 100 kilos de explosivos cada uno de los carros que detonaron en sectores claves para desestabilizar el centro del poder del entonces presidente César Gaviria.
La última bomba, con la que alias ‘Ñangas’ cumpliría el cometido de Pablo Escobar, sería contra la sede de la Dijín. Unos 2.000 kilos, encaletados en una volqueta, sería el remate de la empresa terrorista.
Pero fue traicionado por hombres cercanos a Escobar y ese objetivo se frustró. Entregó la dinamita y terminó en una prisión de máxima seguridad de donde escapó luego de sobornar a la guardia. Fue recapturado y condenado a 60 años de cárcel. Logró una rebaja en la pena de 20 años y solo estuvo 14 en prisión.
Aceptó todos los cargos sin delatar a nadie y eso le permitió seguir con vida. “Yo vivo tranquilo porque me alejé de todo el mundo…”, pero dijo que no espera morir de muerte natural, confesó al programa que dirige María Elvira Arango.
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