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El presidente se demoró tres días para dar a conocer su postura frente a la crisis del vecino país, cuando las circunstancias reclaman rapidez y claridad.
En su propósito de erigirse como una figura de talla internacional, el presidente Gustavo Petro ha pronunciado en varios escenarios su discurso sobre el cambio climático, y también se ha manifestado intensamente sobre hechos lejanos de Colombia, como el conflicto que desató el grupo islamista palestino Hamás al atacar a Israel. Su postura al respecto ha sido tan radical que rompió relaciones con Israel. Pero el silencio guardó durante tres días el mandatario sobre la situación en Venezuela no solo sugiere que su mirada a lontananza le impide apreciar lo que ocurre en su entorno inmediato, sino que plantea dudas sobre el liderazgo que tanto anhela asumir en la región.
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Esa respuesta tardía resulta más estruendosa cuando, en ocasiones pasadas, ha reaccionado casi que de inmediato frente a hechos ocurridos en Perú, Bolivia y El Salvador. También se podría decir que el mandatario colombiano actuó en el caso de Venezuela con la prudencia que se le reclama a todo jefe de Estado, pero su proximidad con la cabeza del régimen de Venezuela (en sus dos años de gobierno lo ha visitado seis veces) y su afinidad ideológica provoca todo tipo de suspicacias.
El tiempo que se tomó el presidente Petro para pronunciarse también se podría atribuir a su sagacidad política, producto de años de formación y experiencia construida en las lides parlamentarias, a punta de ensayo y error. Eso le enseñó a ser cauto, a esperar que los hechos se decanten y a tener elementos claros para emitir un pronunciamiento. Los políticos profesionales, además, saben esperar el momento exacto para subirse en la ola que más les convenga, dependiendo de las circunstancias.
Otra causa para la demora del jefe de Estado, quizá menos probable, aunque emparentada con la anterior, tendría que ver con una actitud dubitativa. Pero el mandatario ha dado suficientes muestras de que tiene claros sus objetivos, aunque no siempre se los comunique con claridad al país, y los persigue sin perder el foco. Incluso, tendría metas que no relacionó en la canasta de reformas que les propuso a los colombianos, y que podría mostrar en la segunda mitad de su mandato. Hay que recordar que en marzo pasado, pese a haber prometido que no tocaría la Constitución, empezó a mover la idea de una asamblea constituyente.
Para otros, se trató de un silencio estratégico, considerando que Maduro y Venezuela representan mucho para varias de las iniciativas que busca sacar adelante el presidente Petro, una de las cuales es la de su “paz total”, comoquiera que en el país vecino se mueven a sus anchas y hasta le hablan al oído a la cabeza del régimen grupos como el Eln y las disidencias de las Farc ‘Segunda Marquetalia’. Otra es la compra de gas debido a la ya cantada escasez que se vendrá en Colombia en los próximos años.
Sea cual sea la razón por la que el presidente Petro se demoró tanto para referirse a lo que ocurre en Venezuela, en donde, de acuerdo con la oposición, Nicolás Maduro cometió fraude, el hecho podría afectar su inocultable propósito de erigirse como un líder regional. La idea de demora se fortalece debido a que hubo otros mandatarios latinoamericanos que se pronunciaron sobre lo ocurrido en el vecino país prácticamente después de que el chavista Consejo Nacional Electoral (CNE) dio por ganador a Maduro sin dar a conocer las actas ni hacer un reconteo de los votos.
Entre las posturas más claras, tempranas y directas estuvieron las del presidente de Chile, Gabriel Borich, que dijo que los resultados de las elecciones no eran creíbles, y la del mandatario de Panamá, José Raúl Mulino, que ordenó a su cuerpo diplomático destacado en Venezuela regresar a su país y dejar en suspenso las relaciones entre las dos naciones. Incluso, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aunque también tardío, se pronunció antes que Petro y pidió a Maduro reconteo, actas y trasparencia.
En nombre de Colombia se pronunció en primera instancia el canciller Luis Gilberto Murillo, con unos planteamientos que lucieron tibios frente a lo que dijo su compañero de gabinete Juan Fernando Cristo, ministro del Interior, que sí solicitó un conteo transparente y la difusión de las actas. El tema no es de su competencia directa, por lo que aún no es claro si habló a título personal, aunque eso no es posible por su investidura. Los dos ministros se convirtieron en las voces oficiales del país, que duró días reclamándole al presidente Petro que se pronunciara.
Este miércoles, por fin el presidente Petro se refirió al tema e invitó al régimen venezolano a permitir “un escrutinio transparente con conteo de votos, actas y con veeduría de todas las fuerzas políticas de su país y veeduría internacional profesional”. De esta forma, se situó en la orilla de los mandatarios que desde antes le reclamaron a Maduro las actas y el conteo de votos, a diferencia de Daniel Ortega (Nicaragua), Miguel Díaz-Canel (Cuba) o Xiomara Castro (Honduras) que de inmediato se congratularon —como era de esperarse— con el ‘triunfo’ de Maduro.
Las apremiantes circunstancias por las que atraviesa Venezuela debido a la oscura actitud del régimen, y que afectarán directamente no solo a Colombia, sino a todo el continente, reclamaban una opinión rápida y clara de los mandatarios de la región, como efectivamente ocurrió con varios de ellos, excepto con el presidente Petro. Si su idea es la de liderar algo en la región, quizá debiera considerar que la celeridad, la presteza y la diligencia, así como la agudeza, la perspicacia y la determinación, son condiciones que debe demostrar un líder.
Pero el presidente Petro dejó ver otra cosa en su trino que llama poderosamente la atención, además de propinarle el segundo golpe a su amigo Maduro, el primero de los cuales fue cuando el régimen inhabilitó por 15 años y le impidió a María Corina Machado inscribirse como candidata presidencial y el jefe de Estado colombiano dijo que era un “golpe antidemocrático”.
Conminó a Maduro a “recordar el espíritu de [Hugo] Chávez”, iniciador hace 25 años del régimen que llevó a Venezuela a la crisis que padece y directo responsable de que Maduro esté hoy en el poder porque lo ungió como su ‘heredero’ e invitó a los venezolanos a votar por él. Así, sobre el posible liderazgo regional del presidente Petro se estaría proyectando la sombra de un personaje que la historia ya empezó a juzgar.
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