Del monte a la escena: la primera excombatiente firmante de paz que se convirtió en actriz

Nación
Tiempo de lectura: 13 min
Por: 

El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.

Visitar sitio

Sarah Luna Ñustes perteneció 11 años a la guerrilla de las Farc; fue enfermera e instructora política. Se graduó como profesional en Artes Escénicas.

Cuando comienzo a registrar nuestra conversación, Sarah se queda observando mi grabadora y su memoria la lanza 15 años atrás. Sentada en un sofá improvisado que ella misma construyó para su casa, cuenta que en la época más dura de los hostigamientos del Ejército, cuando el uso de radios empezó a ser restringido, los guerrilleros grababan las noticias en aparatos de bolsillo como ese para poder escuchar lo que estaba pasando en el país.

(Le puede interesar: Abogada, presa por meter narcos en proceso de paz por $ 15.000 millones, quedaría libre)

A sus pies, en tres recipientes puestos sobre el suelo, Sarah guarda hierbas, libros de plantas, algunos textos que ha escrito y varias ocarinas que imitan los sonidos de los pájaros y que trajo de Ecuador, donde hizo su primera presentación como actriz profesional el pasado 20 de diciembre, apenas 11 días después de su grado en Artes Escénicas de la Academia Superior de Artes (ASAB) de la Universidad Distrital.

Sarah viste suéter tejido, un jean negro apretado y tenis. Al frente suyo está su planta de romero, varias suculentas —que, dice, le parecen mágicas— y un pescadito que adorna la cocina. A sus espaldas, una cama doble, un pequeño estudio y una repisa atestada de libros. Después de pasar 11 años en la guerrilla, con ese hogar nómada que cabía en una maleta de 25 libras, aprendió que no se necesita mucho más para vivir cómodamente.

Sarah Luna Ñustes. Ese es su nombre. El mismo que tenía en la guerra y el único que menciona, porque el de pila nunca le gustó. Tiene 36 años muy bien escondidos y es la primera excombatiente de las Farc que se dedica profesionalmente a la actuación luego de la firma del Acuerdo de Paz de 2016, y está convencida de que desde las tablas también se reconcilia y se transforma el país.

“El teatro es político. Todas las obras lo son, y en las que he participado buscamos reiterar un mensaje de esperanza en un país diferente y ayudar a transformar la cultura de guerra y violencia por una cultura de paz. Los artistas somos movilizadores de consciencia y eso es una responsabilidad”, dice Sarah.

En las artes escénicas también ha encontrado un altavoz para contar y reivindicar la historia de las mujeres farianas desde su versión: “Ya estamos mamadas de que cuenten nuestra historia con otras palabras, como mujeres violadas, esclavizadas, sin considerarnos agentes de cambio, repitiendo cosas falsas”.

(Lea también: Gobierno de Petro suspende cese al fuego con el Eln y ordena reactivar ofensiva militar)

Seis años atrás, ad portas de que se materializara la firma del Acuerdo, Sarah estaba instruyendo a un grupo de compañeros que se convertirían en comunicadores, cuando llegó la documentalista Priscila Padilla. Sarah le propuso un intercambio: se dejarían entrevistar solo si les enseñaban sobre manejo de cámaras y sonido.

Para los guerrilleros, la incógnita sobre el futuro fue un momento crítico. Muchos estaban en las Farc desde jóvenes y lo único que creían que sabían hacer era eso: ser guerrilleros. Sarah no era la excepción: “Cuando Priscila me preguntó qué quería hacer, solo pensé en que ya era hora de decidir por mí misma algo que me gustara, porque en el monte nunca se decide. Le dije que de niña quería ser actriz. Solo pensé en algo con lo que me sintiera feliz y le hice caso a mi niña interna”.

Pero cumplir ese deseo de la infancia después de abandonar la guerra no fue sencillo. No solo tuvo que adaptarse al nuevo mundo después de más de una década en la selva, sino que también le esperaban un nuevo examen del ICFES para presentarse a la universidad, la pelea por uno de los 30 cupos de su carrera entre más de 400 aspirantes, los señalamientos de que estaba muy vieja para estudiar, la falta de apoyo para los excombatientes que decidieron profesionalizarse, la pandemia que se le atravesó en las clases, los paros y mucho más.

Se graduó del colegio con apenas 15 años, y se las arregló a esa edad para trabajar y tratar de estudiar. Hizo cuatro semestres de Diseño Textil, hasta que se colgó en las cuotas de la matrícula y tuvo que dejar la universidad. Empezó a hacer cursos de teatro y televisión, hasta que conoció un grupo de amigos que la enrolaron en una célula del Partido Comunista Clandestino Colombiano (el PC3, una organización política paralela a las Farc creada en 1993).

Al comienzo solo se encontraban para leer textos, marchar y escuchar música fariana, pero en diciembre de 2006 ella resultó yéndose al Meta, a la zona del Bloque Oriental, con la idea de hacer un curso para milicianos urbanos como ella. Le mintió a su mamá: dijo que se iba a alfabetizar niños en el campo con una ONG, y arrancó para el monte. Después de seis meses de instrucción, devolverse a Bogotá fue una opción cada vez más lejana.

“Ya me había retirado de la universidad, en el barrio la situación era difícil: se hablaba de desapariciones, los paramilitares imponían toques de queda, hacían limpieza social, y en los meses de curso yo había conocido la Colombia de mucho más allá de la última carretera pavimentada, abrí los ojos teórica y físicamente, y ya no podía hacerme la de la vista gorda”, recuerda Sarah.

Aprendió que los fusiles no se los daban a cualquiera, que “antes que armar las manos se debe armar la cabeza”, aprendió a acatar órdenes y, sobre todo, comprobó que la guerra no le deja mucho espacio al arte.

Sus palabras lo ejemplifican bien: “El arte es bulla, es algarabía, y eso no es tan fácil cuando tienes a un Ejército persiguiéndote. Si quieres pintar, debes llevar tus implementos cuando ya tienes más de 25 libras de remesa que cargar. Si quieres llevar una guitarra, debes cargarla al tiempo que el equipo y un fusil”.

(Vea también: No estarían cumpliendo con obras del Acuerdo de Paz: $ 19.000 millones en juego)

A pesar de todo eso, a diario debían cumplir la hora cultural, y todos los domingos tenían una hora cultural recreativa, en la que declamaban poesía, cantaban, hacían bailes y, en conmemoraciones especiales, se inventaban obras de teatro y echaban mano de lo que hubiera para personificarse. Los toldillos se convertían en faldas, las lonas en bambalinas, los totumos y las ollas en instrumentos musicales… Sarah también aprendió sobre medicina. Nunca le gustó, pero se convirtió en enfermera de guerra y salvó a varios de sus compañeros que llegaban heridos de combate o muriéndose por una hernia o una vena várice que ella, con los métodos disponibles en la selva, les operaba. Y por allá en 2011, empezó a recorrer todos los frentes y estructuras dictando talleres de comprensión de lectura. De ahí que algunos de sus antiguos camaradas, cuando la ven, la llamen “profe”.

Sarah llevaba cinco años dictando esos talleres cuando la llamaron a formar parte de la mesa de negociaciones en La Habana. Su misión era comunicar los avances de los diálogos, y durante casi un año dirigió y presentó Rebelarte, la sección de arte y cultura del noticiero insurgente NC Noticias. Allá se hicieron virales algunas de sus entrevistas, como la que le hizo al cantautor guerrillero Julián Conrado, quien en 2020 se convirtió en el primer firmante de paz en ganar una alcaldía por voto popular: la de su natal Turbaco, en Bolívar.

“En el noticiero yo creaba, dirigía, producía y posproducía, y eso me ayudó a reencontrarme con las artes, porque me relacionaba todo el tiempo con músicos, pintores, escultores, teatreros, y ahí volví a pensar en dedicarme a esto”, dice Sarah, quien recuerda claro el momento en el que, de una vez por todas, se tenía que enfrentar a tomar la decisión de lo que quería hacer en adelante.

Volver a nacer

Un día de 2016, Carlos Antonio Lozada, quien fuera su comandante, les soltó la bomba en un almuerzo: “Mujeres, esto se firmó”.

Por un momento, la emoción de saber que el Acuerdo de Paz ahora sí sería una realidad quedó nublada por una pregunta que se hicieron en silencio las guerrilleras sentadas en esa mesa: ¿qué vamos a hacer ahora?

Cuatro meses después de llegar a Bogotá, en diciembre de 2017, Sarah y un puñado de excombatientes participaron en un taller de actuación dictado por Patricia Ariza, fundadora de la Corporación Colombiana de Teatro (CCT) y actual ministra de Cultura. El taller se convirtió en Paz anhelada, una obra que se estrenó en la Cumbre nacional de arte y cultura por la paz, la reconciliación y la convivencia. Patricia Ariza se convirtió en su mentora, la lazarilla que la guiaría y le abriría las puertas de la CCT.

A inicios de 2018 decidió estudiar actuación. Quería hacerlo en la universidad pública, en la ASAB, una de las academias más reconocidas del país. Usó la misma disciplina que sus años en la guerrilla le forjaron para actualizar lo que le habían enseñado 15 años atrás en el colegio, presentó la prueba del ICFES, ensayó hasta el cansancio para las pruebas específicas de la academia, y en el primer intento logró quedarse con uno de esos disputados cupos que otros 360 aspirantes hubiesen querido tener.

Sarah dice que en la universidad nunca se sintió discriminada por haber pertenecido a la guerrilla. A lo que sí se enfrentó fue a la hostilidad de la ciudad, a la violencia interiorizada en las aulas, a la asfixia de insertarse en un sistema luego de ser rebelde e insurrecta.

“Yo venía del lugar más violento del mundo, que es la guerra, pero acá me sentí más violentada. Acá la gente no se habla con amor, no se ayuda, no es solidaria. En el monte, en cambio, ese con el que parecía que tenías un raye era el primero que corría a salvarte la vida”, dice.

Parte de esas experiencias quedaron consignadas en Del monte a la escena, su trabajo de grado. En esa reflexión personal, Sarah habla de cómo su experiencia en las Farc y su paso por la Corporación aportaron a su formación actoral. “Yo no sabía que para ser actriz se necesita tanta disciplina, y nada como un ejército para aprender la disciplina para afrontar el rigor.

Las Farc también me enseñaron sobre el trato en comunidad, y qué más comunitario que el teatro, en el que siempre —hasta en los monólogos, porque necesitas quién te ponga luces y te dirija— hay trabajo en comunidad”, cuenta Sarah, quien mantuvo esa disciplina estricta durante toda la carrera. Obtuvo cuatro matrículas de honor por sus calificaciones y participó en varias obras de teatro y producciones de televisión antes de su grado, que fue el 9 de diciembre pasado.

Ahora, dice que lo único que desea hacer en la vida es “mucho teatro y mucha televisión”. Además de Paz anhelada, ha participado en obras como Salida al sol y Manuela Libertadora, protagonizó el cortometraje El Camino Real, actuó en la serie televisiva La verdad revelada y es uno de los personajes principales de un documental de Priscila Padilla que se estrenará en 2025. También escribió un relato de no ficción en el libro Agua corriente, en el que explora su relación con los ríos y caños de aguas cristalinas enterrados en lo más hondo de las selvas del país, esos que nunca han sido vistos por los turistas.

El texto termina así: “Cada vez que recuerdo los caños azules me imagino volviendo a ellos. Si hay algo que añoro en esta vida es poder volver a esos lugares mágicos e inhóspito que se me presentaron en el camino, volver a cruzar nadando los ríos Tunia, Papamene y los brazos del Duda, volver a sumergirme en los caños gigantes que están atrapados entre rocas, tomar del agua que sale de un hoyo en la tierra. Ir a los caños azules y bañarme ya sin afán, sin la zozobra de la presencia enemiga. Solo nadar y dejar que el agua me lleve a donde ella quiera”.

Que el agua la lleve a donde ella quiere y actuar mucho. Esos son sus dos mayores deseos.

Temas Relacionados:

Te puede interesar

Bogotá

40.000 hogares y 10 proyectos industriales, en riesgo: preocupación por la luz en Bogotá

Novelas y TV

Mamá de Diana Ángel habló luego de que actriz pidiera irse del 'reality': "Se arrepentirá"

Nación

Soacha le dijo sí a grupo con Bogotá: tendría mejor transporte, una línea del Metro y más

Vivir Bien

Métodos para usar limón y ahuyentar a las cucarachas de su casa; no regresarán

Deportes

"Me agarré a trompadas con los 3": Óscar Córdoba, sobre Selección Colombia; dio nombres

Carros

Chevrolet, con las alarmas encendidas en Colombia: tiene complicación con sus ventas

Contenido Patrocinado

'Tiktoker' enciende las redes por supuesta transferencia de 1.000 millones que recibió en vivo

Nación

Buenas noticias para profesores en Colombia por novedad en su modelo de salud

Sigue leyendo