En su peor crisis, ¿dónde están los aliados de Nicolás Maduro?

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Desde que comenzaron las operaciones de Washington en el Caribe y el Pacífico, en lo que Donald Trump denomina “lucha contra el narcoterrorismo”, la Casa Blanca ha incrementado considerablemente la presión sobre Venezuela. Expertos consideran que por “incomodidad” o “incapacidad”, los viejos y poderosos aliados (China, Rusia, Irán, et al.) se muestran lejanos de la posibilidad de incidir en la crisis abierta entre Washington y Caracas. ¿Se quedó solo Maduro a nivel internacional?

El 2 de septiembre, el presidente estadounidense Donald Trump anunció el primer ataque de las fuerzas armadas de su país contra una embarcación con “narcoterroristas del Tren de Aragua” a bordo.

Desde entonces, se sucedieron al menos 21 acciones, en las cuales murieron 83 personas. Unas víctimas mortales de las que poco se conoce, mucho menos de las pruebas sobre lo que se les ha imputado: estar transportando drogas.

Para encontrar una operación similar, hay que remontarse a 1989, cuando la Casa Blanca ordenó el bombardeo de Panamá para capturar al entonces líder de facto, Manuel Antonio Noriega, calificado por Washington como narcotraficante. 36 años después, la artillería del Pentágono vuelve a exhibirse en América Latina y el Caribe.

El espectacular despliegue militar de Washington en las proximidades de las costas de Venezuela despierta todo tipo de versiones sobre la posibilidad de un potencial traslado de los ataques marítimos al territorio.

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Partidarios y opositores inundan las redes sociales con narrativas que van desde declarar las “últimas horas” de Nicolás Maduro hasta destacar su actitud festiva y tranquila; según la posición que defienda cada usuario, entre los que se cuentan funcionarios estadounidenses, congresistas, líderes chavistas o internautas de cualquier parte del mundo. 

Mientras tanto, el pulso lo marca la Casa Blanca a través de anuncios contradictorios del presidente Donald Trump: el pasado 25 de noviembre abrió la puerta a un diálogo con Nicolás Maduro para “salvar muchas vidas”.

Dos días después, anunció la realización de operaciones “por tierra” y el 29 de noviembre informó a “todas las aerolíneas, pilotos, narcotraficantes y traficantes de personas” el cierre del espacio aéreo de Venezuela.

Solo 24 horas más tarde, el magnate republicano confirmó una conversación con el líder chavista, aunque no brindó detalles de su contenido. En el marco de estos mensajes, la pregunta por la ausencia casi total y las intenciones de los aliados históricos del Gobierno bolivariano, y de los países latinoamericanos, resurge una vez más.

Rusia, China, Irán…¿amigos en las letras?

Los aliados estratégicos de Venezuela, como Rusia, China e Irán, Cuba y Nicaragua, habían brindado respaldo a Miraflores frente a bloqueos y sanciones internacionales, pero en el nuevo escenario bélico los desafíos se muestran distintos.

“La capacidad que tendrían los aliados de Venezuela para afrontar los distintos niveles de proceso de cercamiento es muy relativa”, explica a France 24 en Español Federico Montero, politólogo y profesor de Política Latinoamericana de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Embarcada en unas negociaciones con EE. UU. que tendrían como objetivo detener la guerra en Ucrania, Rusia se limitó a declaraciones de rechazo por parte del Kremlin, el Ministerio de Exteriores y ambas cámaras del Parlamento. Incluso, el jefe de la diplomacia, Serguéi Lavrov, desestimó la posibilidad de una ayuda militar y aclaró que Caracas tampoco la solicitó.

Miraflores difundió una carta del presidente ruso Vladimir Putin donde ratifica un acuerdo de cooperación y asociación estratégica firmado en mayo, pero esto no indica una señal de salida del terreno de las declaraciones.

“Rusia está metida en un conflicto contra la OTAN que le vale buena parte de sus capacidades bélicas y en los casos de Siria e Irán mostró que su capacidad para intervenir militarmente en situaciones de conflicto es poca”, agrega Montero

De esto se deduce que el escenario para Venezuela podría ser más similar al de Moscú con Teherán, antes que el que trazó con Pyongyang. El Kremlin incluyó una cláusula mutua en el último caso, pero no repitió la fórmula con Irán, según informó la agencia de noticias EFE.

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José Mendoza, politólogo venezolano, profesor e investigador en el área de Geopolítica y Políticas Públicas, dijo a France 24 en Español que se sería comparable con la actitud que adoptó Rusia ante la caída de Bashar al-Assad en Siria:

“Logró una negociación con los grupos rebeldes para contener sus propios intereses, pero no intervinieron en favor del gobierno que era aliado y territorialmente más cercano. En este caso, podría establecer contactos directos con la Administración Trump para resguardar sus intereses y sus inversiones en Venezuela”.

En el caso de China, los apoyos resultan aún más limitados porque no existen acuerdos públicos de Defensa entre Beijing y Caracas.

Si bien es cierto que el país latinoamericano compra armamento a su aliado asiático, la diplomacia del país oriental fue cautelosa con respecto a la posibilidad de mostrarse como parte de algún tipo de resistencia bélica y defendió al intercambio con Venezuela como una iniciativa “entre Estados soberanos” que “no va dirigida contra ningún tercero”.

Para Montero, se trata de una “relación más logística, económica y financiera que difícilmente pueda ejercer algún tipo de acción que desequilibre el propio juego de tensión que China tiene con EE. UU. en los conflictos más inmediatos”.

El contexto iraní tampoco se muestra favorable para el líder bolivariano. En palabras del portavoz de su Cancillería, Ismail Baghaei, “Venezuela como un país independiente y con un pueblo firme y decidido, sin duda será plenamente capaz de defenderse por sí misma”.

Manifestación acompañada por una condena del ministro de Exteriores, Abbas Araqchi, contra el “unilateralismo agresivo” de Washington y la “actitud intimidante” de Estados Unidos hacia Caracas.

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Más allá de estos pronunciamientos, luego de los daños ocasionados por la guerra de 12 días con Israel, los análisis coinciden en que es improbable que las acciones persas trasciendan las fronteras de las condenas verbales.

Entre la condena a los ataques de EE. UU. y la “incomodidad” con Maduro

Los gobiernos de Argentina, Ecuador, El Salvador y República Dominicana oscilaron entre no condenar las acciones del Pentágono y un tenue apoyo a las mismas, mientras que, en la vereda contraria, Cuba y Nicaragua expresaron su solidaridad con Miraflores, aunque, absorbidos por sus propios conflictos internos, todo quedó en el marco de las palabras.

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Para los gobiernos progresistas fue manifiesto el rechazo, pero en variados grados de intensidad.

“No amenace nuestra soberanía, porque despertará el jaguar”, escribió el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en su cuenta de X. En reiteradas oportunidades el mandatario se distanció del líder de su país vecino, pero advirtió que un ataque podría provocar una crisis migratoria con consecuencias para la nación cafetera.

 “En el caso colombiano se agrega una situación de extrema gravedad en la frontera, donde operan grupos irregulares como el ELN (Ejército de Liberación Nacional) o las disidencias de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Todo esto afectaría el flujo del comercio entre ambos países”, considera José Mendoza.

Si bien el mandatario colombiano fue uno de los más confrontativos, como presidente pro-tempore de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), no consiguió una declaración conjunta ante los operativos de EE. UU.

En tanto, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, también se sumó a los cuestionamientos de los operativos de la Casa Blanca, aunque lo hizo en el contexto de los diálogos que mantiene con Donald Trump, en los cuales se ofreció como mediador para evitar una escalada con Caracas.

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Una postura similar enunció Claudia Sheinbaum desde sus habituales conferencias de prensa mañaneras. La mandataria mexicana criticó el cierre del espacio aéreo de Venezuela y defendió su creencia en “la autodeterminación de los pueblos y en su plena soberanía”.

En cuanto al rol de México y Brasil, los analistas coinciden que, más allá de los principios de no intervención y defensa de la soberanía que sostienen las diplomacias de estos países, la relación con Caracas se enfrió por la crisis en las últimas elecciones presidenciales, algo que se torna aún más evidente la posición del presidente chileno, Gabriel Boric.

“Maduro representa a un gobierno cada vez más aislado, muy deslegitimado en lo interno y en la comunidad internacional. En la región es el vecino más incómodo”, destaca Mendoza, y agrega:

“Sus decisiones autoritarias, la falta de transparencia en los procesos electorales y la falta de reconocimientos a las libertades políticas y civiles lo convierte en un escollo enorme para los países que propugnan niveles de democracia mucho más amplios”.

El factor interno

El posible aislamiento del líder bolivariano lleva al interrogante sobre cuáles pueden ser las consecuencias sobre el futuro inmediato de su ejercicio en el poder.

En ese sentido, Federico Montero identifica tendencias domésticas frente a la presión externa: “En la medida que en el juego político interno de los sectores opositores gana terreno, la intervención externa norteamericana puede descomprimirse, pero cuando pierden terreno tiende a expandirse con el objetivo final de quebrar un resorte de poder, que no es de legitimidad social, que es el apoyo de las Fuerzas Armadas”.

Entre el diálogo o las posibles acciones de Washington en territorio venezolano, ni los aliados históricos del chavismo, ni los actores más cercanos de la región parecen tener capacidad de incidir en una definición todavía abierta e incierta.

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