En Rusia, los cosacos han vuelto al servicio gracias a la guerra en Ucrania

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Perseguidos durante el periodo soviético, los cosacos de Rusia han adoptado el giro autoritario e imperialista que tomó el Kremlin a lo largo del siglo XXI. Manteniendo el orden, supervisando a los jóvenes y desplegándose en los campos de batalla de Ucrania, ahora son valiosos auxiliares de la política de Vladimir Putin.

En Rusia, los policías no son los únicos que patrullan las calles. Junto a ellos, hombres uniformados han estado presentes en eventos deportivos, culturales o religiosos: los cosacos.

Figuras folclóricas en Occidente, los cosacos, que a menudo se representan galopando con sus sables en las llanuras de Europa del Este al servicio de los zares, han vuelto a ser figuras familiares en el espacio público ruso.

Marginados y perseguidos durante el periodo comunista por haberse aliado con el emperador Nicolás II durante la Revolución de 1917, los cosacos fueron oficialmente rehabilitados en 1991, cuando la Unión Soviética se desintegró.

Originalmente, eran una tribu de jinetes seminómadas que vivían en comunidades autónomas en las llanuras de la actual Ucrania y el suroeste de Rusia. Con la expansión territorial del Imperio Ruso en el siglo XVIII, pasaron a ser súbditos de los zares y se unieron al ejército imperial.

Tradicionalmente, el estatus cosaco es hereditario, pero también es un estatus administrativo que puede obtenerse registrándose ante las autoridades.

“Guardianes del alma rusa”

Este regreso al favor ha sido gradual, explica Pierre Labrunie, doctor en estudios políticos en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) y especialista en el renacimiento cosaco en Rusia.

“En los años 90, fuimos testigos de un despertar anárquico, desde abajo, de los cosacos: algunos enfatizaban el aspecto étnico de la identidad cosaca y exigían más autonomía, otros insistían en el papel social que los cosacos debían recuperar”.

El Estado ruso recuperó el control en los años 2000, consciente de la posible amenaza que representaban estos cosacos, la mayoría armados y algunos de ellos exsoldados. Institucionalizó sus funciones, especialmente como guardias fronterizos y milicias urbanas, misiones soberanas que ya cumplían en tiempos de los zares.

“Para el Estado ruso, esto representa la doble ventaja de canalizar sus demandas confiando en la tradición de servicio de los cosacos y de reemplazar a un Estado fallido en estas zonas, que se vio muy debilitado por la ‘terapia de choque’ de los años 90”, explica Pierre Labrunie, refiriéndose a la transición abrupta a una economía de mercado.

Desde entonces, los cosacos siempre han ocupado este papel de auxiliares de las fuerzas de seguridad, al que se suma el rol más informal de “guardianes del alma, las tradiciones y la buena moral rusas”, dice el experto, recordando que están estrechamente vinculados a la Iglesia Ortodoxa. “Un cosaco infiel no es un cosaco”, dice un proverbio ruso.

Esta función de “policía moral” se reveló a plena luz del día durante los Juegos Olímpicos de 2014, celebrados en Sochi, en el sur de Rusia.

Al margen del evento, miembros del grupo feminista Pussy Riot interpretaba una canción hostil a Vladimir Putin. La policía no intervino directamente, dejando a los patrulleros cosacos dispersar violentamente a los activistas, que fueron golpeados con látigos, un arma tradicional de las fuerzas del orden en la Rusia Imperial.

Éste es solo un ejemplo entre otros de esta “vaguedad hábilmente mantenida” en las prerrogativas de la policía y los cosacos, según el especialista.

Una mayor presencia en Ucrania

La sociedad rusa ha sufrido una militarización forzada bajo el régimen de Vladimir Putin, que se ha acelerado aún más con la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022. Ante un conflicto prolongado, el Kremlin quiere evitar una nueva ola de movilización generalizada y depende cada vez más de estructuras paramilitares para alimentar el esfuerzo bélico.

Aunque el Grupo Wagner (ahora Cuerpo Africano) desempeñó un papel principal en la provisión de mercenarios usados como “carne de cañón”, el Cuerpo de Cadetes Cosacos no se queda atrás.

“Son escuelas especializadas en las que se estudia el currículo general, pero con un fuerte componente cosaco y una dimensión marcial. Enseñamos la historia del cosaco, la equitación, la lucha y las canciones tradicionales, así como el manejo de armas”, explica Pierre Labrunie.

Con un total de 31 escuelas de este tipo en 2023, las organizaciones inculcan valores patrióticos en miles de jóvenes rusos, preparándolos para algún día luchar contra los enemigos de la nación. Los cosacos también intervienen ocasionalmente en otras escuelas, desde la primaria hasta la universidad.

Muy activo en las regiones sureste de Rusia, el territorio histórico donde aún vive la mayoría de los cosacos rusos hoy en día, el Cuerpo de Cadetes Cosacos está presente en todo el país.

Recientemente se han establecido dos nuevos Cuerpos en la República Popular de Lugansk, una región bajo control ucraniano que pasó al seno ruso en 2014, y otros se están creando en Donetsk, Zaporizhia y Jersón, señal de una empresa de colonización y reclutamiento de población en estos territorios ucranianos.

Las sociedades cosacas también desempeñaron un papel “humanitario” en la retaguardia, organizando la recaudación de donaciones (alimentos, ropa, equipamiento) de la población para el frente.

Desde su rehabilitación en 1991, los voluntarios cosacos han participado en todas las guerras de Rusia: en el Cáucaso (Abjasia, Chechenia) en los años 90 y 2000, en el Donbás y Crimea durante la primera guerra ruso-ucraniana en 2014, y de nuevo en Ucrania desde 2022, esta vez en una proporción mucho mayor y bajo un control creciente desde Moscú.

Bajo el impulso de Vladimir Putin, las sociedades cosacas se unieron en 2018 bajo la bandera de una sola organización, la Sociedad Cosaca de Toda Rusia, en manos del Kremlin. En marzo de 2023, el presidente firmó una ley que establecía la creación de un “ejército de reserva cosaco”. 

De los aproximadamente 143.000 cosacos registrados, más de 60.000 han combatido en Ucrania desde 2022, principalmente en 18 batallones específicos, cuyos distintivos y nombres hacen referencia a la historia cosaca.

Estos grupos, dice Pierre Labrunie, están en teoría liderados por el estado mayor ruso, pero han podido volverse “incontrolables” y cometer abusos, especialmente durante los combates en las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk.

¿Una “nueva élite” leal hasta qué punto?

Durante sus discursos televisados, Vladimir Putin ha pedido repetidamente la aparición de una “nueva élite rusa” para reemplazar a los tecnócratas y oligarcas, a quienes considera egoístas y corruptos. Según el presidente, esta nueva casta alta tendría como cualidades habilidades marciales, respeto por la ley y lealtad absoluta.

Y a los ojos del Kremlin, los cosacos cumplen todos los requisitos: “Se presentan como un modelo de lo que debe ser el ciudadano ruso, y por tanto un contramodelo a un Occidente percibido como decadente. Encarnan la idea de un compromiso fiel, de un servicio voluntario al poder”, explica Pierre Labrunie.

Sin embargo, señala el especialista, la lealtad de los cosacos a Vladimir Putin puede no ser tan segura como él parece creer. Tras un rápido crecimiento hasta el año pasado, el número de cosacos registrados disminuyó en 9.000 en 2024.

Aunque esta caída puede explicarse en parte por las pérdidas sufridas en Ucrania o por la demografía, también podría ser un signo de un “desencanto” con su estatus como auxiliares del Estado ruso. O quizá incluso el inicio de un rechazo al proyecto imperialista de Vladimir Putin. Especialmente porque al otro lado de la línea del frente, los cosacos también están luchando, pero en las filas del ejército ucraniano.

Adaptado de su versión original en francés

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