Iwate, la reconstrucción silenciosa del norte de Japón

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El área de Tohoku de la isla nipona aún guarda las cicatrices del 11 de marzo de 2011, cuando un devastador terremoto y un tsunami azotaron la región. Más de una década después, la reconstrucción se enfrenta a una profunda crisis demográfica y económica, mientras sus habitantes encuentran en las tradiciones culturales una forma de resistir.

El área de Tohoku de la isla nipona aún guarda las cicatrices del 11 de marzo de 2011, cuando un devastador terremoto y un tsunami azotaron la región. Más de una década después, la reconstrucción se enfrenta a una profunda crisis demográfica y económica, mientras sus habitantes encuentran en las tradiciones culturales una forma de resistir.

El 11 de marzo de 2011, Japón enfrentó uno de los desastres más devastadores de su historia: un terremoto, un tsunami y el accidente nuclear de Fukushima. Una de las prefecturas más golpeadas fue Iwate.

Hoy, lejos del foco mediático, esta región montañosa del norte del país se reconstruye entre la memoria de la tragedia y la preservación de sus tradiciones.


Casi 5.000 personas murieron el 11 de marzo de 2011 y más de 18.000 edificaciones quedaron completamente destruidas. Entre las ruinas, los habitantes se refugian en su cultura y artesanía.

Tomiko Goto perdió su casa por el tsunami de 2011 y apenas hace seis años pudo reconstruir su hogar.

“Antes del desastre trabajaba en el sector marítimo. Después del desastre, estuve viviendo unos tres meses en un centro de evacuación, ubicado en el onsen de Hanamaki. Fue una época muy difícil porque uno no sabía por dónde empezar y muchas personas perdieron a sus familias”, explica Goto a France 24.

Ante la tragedia, Goto encontró en el sashiko una forma de resistir. Esta técnica de bordado japonés se traduce como pequeños pinchazos.

La iniciativa surgió en el norte del país por los campesinos que la utilizaban para reparar y reutilizar la ropa de trabajo para hacer frente al frío que caracteriza el lugar.

“Hace 14 años solo pensábamos en cómo sobrevivir al día siguiente. Ahora, la gente dice que ya lo hemos superado. Pero yo pienso lo contrario: ahora es cuando puedo mirar atrás con calma, pensar en lo que pasó y trabajar más duro por el futuro”, relata Goto.

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Los habitantes de Iwate se sienten marginados en comparación con la inversión y las obras de reconstrucción hechas en otras zonas del país del sol naciente que han sufrido desastres naturales.

Goto agrega que el Gobierno todavía tiene muchas edificaciones por restaurar.

Trabajo artesanal

El homespun o tejido casero es otra técnica utilizada en la región de Tohoku en la que todo el trabajo es hecho a mano.

Para tejer una bufanda, se demoran entre dos a tres horas.  Cada día producen en promedio unas cinco bufandas entre tres a cuatro personas.

“Nosotras compramos lana blanca de oveja, la teñimos, la convertimos en hilo y comenzamos a tejer de forma manual. Somos una empresa con 67 años de formación”, afirma Ayaka Suwa, empleada de Michinoku Akane-kai.

La compañía surgió por la iniciativa de tres organizaciones, que buscaban apoyar la independencia económica de las mujeres que perdieron a sus esposos durante la guerra.

En Michinoku Akane-kai solo contratan a mujeres.

“El tejido no es fácil, no se trata solo de estudiar, sino de adquirir experiencia. A veces me pregunto por qué no avanzo más rápido, pero sigo practicando y esforzándome. Ahora estoy en esa etapa difícil en la que todavía debo aprender bastante y es duro”, añade Suwa a France 24.

Despoblación y silencio

A Iwate la definen sus montañas y calma. Es difícil ver personas por cada metro cuadrado, una diferencia palpable si la comparas con la ciudad de Tokio.

En la capital de más de 35 millones de habitantes, sus residentes transitan con prisa cada hora. En la prefectura del área de Tohoku se observan campos de arroz y escasez de personas alrededor.

Pero el fenómeno no es solo del norte del país. La población total de Japón disminuyó por decimocuarto año consecutivo en 2024, y el porcentaje de personas de 65 años o más alcanzó un récord del 29,3 %, según datos del Ministerio del Interior.

En la lista, Iwate se encuentra entre las más afectadas. El área de Tohoku se redujo un 1,57 %.

Este hecho afecta la producción de la región que depende de la mano de obra.

Kiyomitsu Takahashi, empleado de Iwachu, sostiene a France 24 que la crisis demográfica y económica son los mayores problemas que enfrenta la artesanía en la región.

“La falta de sucesores es nuestra principal preocupación. Además está la dificultad para conseguir materias prima, y de cómo adaptarse constantemente a los cambios en el entorno de vida”, detalla Takahashi a France 24

La compañía Iwachu fue fundada en 1902 y se especializa en la fabricación de utensilios de hierro fundido.

Por su parte, en Koyata se han refugiado en la tecnología para preservar la cultura local.

“Buscamos desarrollar nuevos métodos de fabricación de elementos tradicionales, como la impresión 3D, para evitar la paralización de su producción por la falta de personal”, indica Yuta Kosegawa, gerente de la compañía a France 24.

El empresario resalta que Iwate es la prefectura con el mayor número de grupos de artes escénicas tradicionales de todo Japón, pero ya no hay casi bailarines que mantengan vivas sus danzas.

“Yo hasta los 30 años no estaba interesado ni sabía mucho sobre ellas. Pero al empezar a recibir consultas y ver de cerca estas expresiones, poco a poco entendí su atractivo y empecé a bailar”, dice el joven.

El shishi odori es una de las danzas más populares del norte de Japón. Con más de 400 años de tradición, sus bailarines utilizan máscaras de ciervos o bestias mitológicas con cuernos. Cada uno toca el tambor mientras realizan movimientos de forma enérgica sin importar el peso de la máscara.

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El shishi odori es una tradición que exige condición física y por la falta de habitantes sus bailarines superan los 50 años.

“Ante la crisis demográfica en Iwate, queremos atraer a jóvenes o incluso a personas no tan jóvenes, pero con interés en participar para mantener y difundir el atractivo de las artes escénicas tradicionales”, detalla el joven a France 24.

Kosegawa cree que la tecnología puede ser una aliada para mantener el acervo cultural ante la falta de personas y recursos.

“Queremos grabar las danzas en 360 grados para que se puedan observar desde cualquier ángulo. Yo apenas tengo medio año aprendiendo a bailar, y me resulta muy difícil memorizar la coreografía. Por eso, queremos aprovechar la Inteligencia Artificial y el 3D, no solo para fabricar las máscaras sino también para ampliar su uso y permitir que las danzas se puedan estudiar en detalle”, comparte a este medio. 

Impacto económico

En el mes de septiembre, la economía japonesa continuó debilitándose. La inflación se ubica en el 2,7 % interanual, por encima del objetivo del 2% fijado por el Banco de Japón. Este escenario se suma a sueldos estancados y al bajo consumo interno.

En la prefectura de Iwate, la situación no es muy distinta a la del resto del país y se agrava por las circunstancias locales.

La región mantiene una población envejecida, baja densidad laboral y dependencia de la inversión pública, según el Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI).

Aunque la infraestructura se ha modernizado tras la reconstrucción posterior al desastre de 2011, la economía está impactada por el descenso demográfico y la caída del consumo interno.

Ante un escenario en crisis, el futuro de Iwate dependerá de su capacidad de reinventarse y equilibrar la tradición con la innovación.

La falta de personas y la inflación amenazan la sostenibilidad de su economía artesanal. No obstante, algunas iniciativas, como la digitalización de técnicas ancestrales o un posible uso de la inteligencia artificial abren otra posibilidad de afrontar los retos venideros.

En un Japón que envejece y se vacía lentamente, Iwate demuestra de forma silenciosa que la reconstrucción no se mide solo en cifras, sino en la voluntad de seguir creando, bordando y bailando, incluso cuando todo parece perdido.

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