La irrupción de los celulares y las redes sociales, 25 años en evolución

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En este cuarto de siglo, los teléfonos móviles han permeado la sociedad, no solo por su uso, sino por su impacto. Con el paso de los años y la suma de capacidades que los dispositivos siguen incorporando, la dependencia de las personas hacia ellos continúa creciendo. El aumento del uso de los celulares —y de las múltiples plataformas sociales, un fenómeno potenciado en las últimas décadas— también trajo aparejadas nuevas problemáticas, como la desinformación.

Aunque el primer celular se probó en 1973, cuando Motorola realizó la primera llamada con un prototipo del DynaTAC, y el primer modelo se comercializó a principios de los ochenta, no fue sino hasta finales del siglo XX cuando estos dispositivos empezaron a comprarse de forma masiva.

En ese momento, los teléfonos móviles no eran más que eso: dispositivos transportables para establecer comunicaciones, una versión mejorada de los teléfonos fijos de los hogares.

Sin embargo, el siglo XXI fue escenario de su evolución a la par que la tecnología se fue desarrollando a escala global.

De la sociedad en red a la era algorítmica

Al comienzo la importancia de los celulares estaba en comunicar. Con cualidades técnicas limitadas y pantallas en blanco y negro de tamaño reducido, poder hacer llamadas y escribir mensajes de texto era más que suficiente. 

Los fabricantes priorizaban la duración de la batería y la cobertura de red por encima del diseño o las funciones de entretenimiento.

A finales de los noventa empezaron a incorporarse nuevas funciones como los mensajes multimedia, el Bluetooth (creado para conectar dispositivos electrónicos sin cables) y la conexión a internet mediante datos móviles.

En France 24 hablamos con Emilse Garzón, periodista especializada en cultura digital, quien se refirió a los cambios de los dispositivos en las últimas décadas.

“Los celulares como los conocemos ahora no son iguales a como eran a finales de los ochenta, cuando estos dispositivos servían para un grupo específico como ejecutivos, que usaban mensajes de texto o llamadas”, apuntó.

Un antes y un después en la ruta tecnológica sucedió en 2007 cuando Apple lanzó el primer iPhone, con un formato revolucionario para el momento: pantallas más amplias, táctiles y con el teclado integrado.

Antes de ese punto, el mercado estaba dominado por BlackBerry, una marca creada por la empresa canadiense Research In Motion (RIM) que lanzó sus primeros dispositivos orientados al correo electrónico móvil a finales de los años noventa. Priorizaban la mensajería segura y la productividad por encima de la experiencia multimedia o el diseño.

Junto al iPhone apareció un nuevo sistema operativo que dividió en dos a los móviles y a sus usuarios: iOS y Android.

“Los smartphones hicieron que el celular pasara a ser el ordenador, la computadora personal y que incluso las microtareas de hoy, como mandar un mensaje para cerrar algún tipo de operación o contactarnos con un familiar, se hagan desde el celular”, aseveró Garzón.

Desde entonces, la evolución de los celulares fue vertiginosa y constante: sumaron nuevas funciones y, con el auge de las aplicaciones, incorporaron herramientas cada vez más sofisticadas para el entretenimiento, el comercio y la socialización.

Las redes sociales, de función lineal a multiplataforma

Ese cambio se aceleró con la llegada de las redes sociales. La primera, SixDegrees, apareció en 1997 y fue diseñada para conectar a cualquier persona del mundo en solo seis pasos. 

“Antes, los dispositivos tenían funciones muy específicas y pocas; después empezaron a ser, más allá de la conectividad, un producto aspiracional, de deseo social. Además, nacieron formas en las que las personas se comunicaban de manera diferente, no solo como comunicación, sino como una forma de interacción social”, añadió Emilse Garzón.

El mercado de las aplicaciones se convirtió en uno muy rentable. Para finales de 2025, este mercado generó unos 613 mil millones de dólares, con los juegos en línea como los más demandados, según señala el Estudio de Perspectivas del Mercado Digital de Statista.

Los objetivos iniciales de las plataformas eran lineales, en su mayoría conectar personas por temas sociales o laborales. En 2003 se lanzaron dos redes sociales que ejemplifican esto: MySpace y LinkedIn, con ellas se hizo popular el concepto de red social. 

MySpace fue la primera gran red social de la historia, con una gran cantidad de usuarios que buscaban conocidos y hacerse amigos de nuevas personas. Sin embargo, su popularidad fue cayendo a medida que otra creció: Facebook.

La empresa fundada por Mark Zuckerberg tuvo sus orígenes como un mero foro universitario en Harvard en 2004. Dos años después comenzó a extenderse por fuera del ámbito educativo hasta llegar a ser el coloso que es en la actualidad. En el tercer trimestre de 2024, Meta reportó 3.29 mil millones de usuarios activos diarios. 

Dos años después se fundó una red que transformó los métodos de comunicación: Twitter. La página de Jack Dorsey, hoy llamada X tras la compra de Elon Musk, revolucionó el mundo con la introducción del microblogging, que permitía a los usuarios compartir pensamientos e información en mensajes de solo 140 caracteres.

Esto democratizó el acceso a la información, logrando que cualquier usuario pudiera adelantarse a los medios tradicionales en la cobertura de eventos. También cambió la comunicación masiva al ofrecer a líderes, políticos y figuras públicas e instituciones un canal directo con sus audiencias sin intermediarios. 

En 2010, con el surgimiento de Instagram y otras como Snapchat, en 2011, los contenidos audiovisuales comenzaron a ser preponderantes en el ámbito de las redes sociales.

Videos breves y verticales, que antes no eran comunes, inundaron el ciberespacio, e incluso se trasladaron a otras páginas, como Facebook, que adoptaron esos formatos. Se introdujo además el concepto revolucionario de contenido efímero: fotos y videos que desaparecen después de ser vistos, lo cual cambió radicalmente el paradigma de las redes sociales.

Con la expansión de las redes sociales, comenzaron las adquisiciones entre plataformas, lideradas por Facebook, que compró Instagram y WhatsApp, la popular aplicación de mensajería instantánea.

La última conquista del formato audiovisual se dio con el lanzamiento de la china TikTok en 2016. Esta, junto a Instagram y YouTube estuvieron entre las cinco más usadas en el último año, junto a Facebook y WhatsApp, según el informe Digital 2025 elaborado por We Are Social y Meltwater.

Con el correr de las décadas, las redes sociales se convirtieron en plataformas con diversas metas: no solo conexión interpersonal, también espacios de comunicación, de comercio y hasta de entretenimiento. 

Desinformación no es nueva, pero se comparte más rápido

Con el auge digital, también se abrieron múltiples puertas a las noticias falsas. Con el avance de Internet, los métodos para difundir fake news se diversificaron. Desde correos electrónicos engañosos hasta cuentas que promueven contenidos ficticios.

En France 24 hablamos con Debanhi Soto Lara, verificadora de datos para el medio mexicano Verificado, quien dice que “es muy importante considerar que a principios de siglo ya teníamos las bases de lo que después sería el Internet. La desinformación seguía estando mucho en periódicos sensacionalistas”, afirmó.

Gracias a la diversidad de métodos de comunicación en las redes sociales, dice Soto Lara, la forma de desinformar se facilitó.

“Si en estos momentos tienes un celular, una computadora, una cuenta de Instagram activa, puedes compartir información y desinformación sin tener ese limitante que existía antes”, describe.

“Antes si querías publicar un mensaje, tenías que tener una concesión de tele, una señal de radio, una imprenta, etc, para poder hacer llegar esta información”, agregó.

La analista remarca que dentro del mundo cibernético también se abrieron formas “inorgánicas” para hacer correr una información falsa, como es el caso de los bots, usuarios inexistentes que divulgan un mensaje determinado bajo instrucciones precisas.

“Cuando una persona ve una publicación que ya fue compartida muchas veces, dice ‘claro, yo también la voy a compartir’. Al contrario pasa si ven una que tiene tres likes”, explicó Debanhi Soto.

Por último, Soto se refirió a las formas de contrarrestar la divulgación de información falsa, pero lamenta que hay pocos avances en la materia.

“Me encantaría decir que estamos en un punto en el que la alfabetización mediática va avanzando, pero es como si estuviéramos jugando una maratón contra la ignorancia”, finaliza. 

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