"Brigitte Bardot fue un fenómeno, no una actriz", afirma crítico de cine francés
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Visitar sitioPara Antoine de Baecque, historiador y crítico de cine, Brigitte Bardot, fallecida a los 91 años, no fue una gran actriz —ella misma nunca se consideró como tal y tampoco le gustaba el cine—, sino "un fenómeno, una aparición", BB es un "pedacito de Francia que desaparece". Entrevista realizada por Charlotte Idrac y Olivier Roger.
RFI: Brigitte Bardot irrumpió muy joven en el cine. Se la recuerda especialmente por “Y Dios creó a la mujer”, en 1956. Una carrera finalmente bastante corta, pero muy intensa y que marcó su época. ¿En qué sentido, para usted, encarna una era?
Brigitte Bardot es un pedacito de Francia que desaparece. Ella encarnó precisamente varios momentos del cine, varias épocas. Desde su irrupción a finales de los años cincuenta, coincidiendo con la aparición de un nuevo cine —la Nouvelle Vague—, hasta películas que fueron grandes éxitos tanto en Estados Unidos como en Francia. Su trayectoria es muy breve: abandona el cine a los 40 años, a comienzos de los setenta. Bardot atraviesa ese período de una manera extremadamente personal, sin comprometerse nunca con su tiempo, pero siendo una provocación permanente, un radar de las evoluciones del momento. Ahí está su fuerza: significa algo así como un fenómeno, es como una aparición.
RFI: En 1956 su aparición fue un auténtico terremoto en la industria cinematográfica con la película de Roger Vadim Y Dios creó a la mujer. De inmediato es elevada al rango de símbolo o prácticamente de sex symbol.
Es una historia paradójica. “Y Dios creó a la mujer”, de Roger Vadim, es ante todo, para Vadim, una manera de crear una mujer, una señorita de la Nouvelle Vague, digamos. Es una mujer destinada a convertirse en modelo de su época. Pero esa cinta no fue necesariamente bien recibida. La película no tuvo al principio un gran éxito n Francia. En realidad, el fenómeno Bardot estalla en 1958, dos años más tarde, tras pasar por Estados Unidos.
En Francia, la acogida fue muy tibia: se la consideró chocante por sus escenas de desnudo y por su carácter transgresor frente a la joven protagonista típica del cine francés de los años cincuenta, muy rígido y moralista. Pero en Estados Unidos fue un auténtico fenómeno: la juventud estadounidense eligió a Bardot como el sex symbol de su tiempo.
RFI: La prensa inglesa llegó a decir que Bardot era el mayor shock europeo desde la Revolución Francesa de 1789 con esta película de Roger Vadim. Es decir, adquiere de inmediato una dimensión planetaria.
A Francia le costó más aceptar a Bardot al principio. Primero ella pasa por Estados Unidos, por Inglaterra, por Italia. Y es ese impacto internacional el que, por un efecto boomerang, regresa a Francia. En su segunda explotación en salas francesas, la película se convierte en un éxito enorme. Bardot adquiere de inmediato una dimensión mundial: es un nuevo cuerpo que aparece en el cine, con una forma muy libre de mostrarlo y de elegir a sus hombres. Ya no es ella la presa, sino la depredadora. Y eso es completamente nuevo.
RFI: Y, sin embargo, habrá que esperar hasta 1963 para que actúe en una verdadera obra maestra: “El desprecio” (Le Mépris).
Bardot solo podía ser ella misma. Ahí reside su grandeza, su carácter de aparición, de fenómeno, de acontecimiento. Solo podía interpretarse a sí misma, hablar a su manera, aparecer a su manera. Por eso siempre tuvo dificultades con un cine que quería asignarle roles, personajes que encarnar. El mejor ejemplo es “La verdad”, de Clouzot, en 1962, donde de pronto se siente realmente actriz, una comediante. Y la película no es muy buena. Es un gran éxito porque el público va a ver a Bardot actuando.
Pero los verdaderos papeles de Bardot son aquellos en los que se interpreta a sí misma: en 1962, en Vida privada, de Louis Malle, una película sobre el fenómeno Bardot y el fenómeno mediático que genera; y luego, en 1963, en El desprecio, donde Godard la utiliza realmente como una “bella planta”, como él decía. Hay algo casi objetivo, una cosificación del cuerpo de Bardot. En particular en la famosa escena que abre la película, rodada en un segundo momento para satisfacer a los productores que querían “Bardot”. Godard les dice: “Aquí tienen a Bardot”. Una escena desnuda, con esa voz tan particular. Es la apertura de El desprecio, convertida en una escena mítica del cine mundial.
RFI: ¿Fue una gran actriz para usted?
No. Creo que no fue una actriz. A ella misma no le gustaba demasiado el cine y no se consideraba actriz. Lo que le gustaba era estar con sus amigos, divertirse o estar tranquila en su casa, en La Madrague, en Saint-Tropez, o en Bazoches. Bardot sabía que el cine era necesario: el medio para darse a conocer, para conquistar el mundo. Y lo hizo. Pero no como actriz. No era Jeanne Moreau. Bardot fue un fenómeno, una aparición. Alguien que solo podía ser ella misma.
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