Bogotá
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Victoria Eugenia Henao contó detalles de cómo fueron realmente los últimos días del capo colombiano previo a su muerte y la soledad que afrontó.
En su libro ‘Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar’, la viuda asegura que el último escondite en el que estuvieron juntos fue la que llamaron ‘La casa azul’, una caleta situada por el sector de Belén de Aguas Frías, en Medellín.
Según ella, el color azul era una obsesión para el capo, entre otras cosas, porque le traía recuerdos de su niñez.
“Así estaba pintada la pequeña habitación que ocupó durante su niñez en la finca de sus padres en la vereda El Tablazo, municipio de Rionegro, oriente de Antioquia”, dice Henao en su libro.
Pintar las cosas de azul siempre fue capricho para el narco colombiano y esa obsesión cobró fuerza cuando se volvió rico y previo a su muerte. Entre los lugares que tiñó de ese color se destaca la Hacienda Nápoles, las habitaciones y algunas partes del edificio Mónaco, en el que vivió en Medellín.
Semanas antes de ser abatido, al también líder del cartel de Medellín le encantaba sentarse en la cabecera de la cama, donde dormía con su esposa, y que ella le leyera frases de libros que él escuchaba en silencio.
En esas últimas semanas, y previo a separarse de su familia, Pablo Escobar siempre llegaba a dormir a la madrugada después de las 4 de la mañana. Según cuenta la viuda, esa última época fue diferente porque el capo llegaba tarde no por negocios o por estar con mujeres, sino porque debía prestar guardia y cuidar su propia caleta.
¿Y qué comía el capo? Según cuenta Henao en su libro, el menú de su marido en ese año de su muerte (en 1993) en la mayoría de los casos era arroz, huevo frito, carne de res asada, tajadas fritas de plátano maduro, arepa, ensalada de remolacha y un vaso de leche para fortalecer los huesos.
“Aparte de su menú diario, de vez en cuando le encantaba comer pequeñas porciones de arroz con leche, banano, mazamorra y arepa de mote con quesito y mantequilla”, cuenta la viuda del narco en su texto.
Pese al menú mencionado, Henao asegura que Escobar siempre fue cuidadoso con el exceso de comida y le gustaba mantener su peso. Incluso, era vanidoso y se controlaba el peso de una forma muy particular.
“Una vez se levantaba poco antes del mediodía, sacaba una cuerda de un cajón, se medía la cintura y hacía un nudo en el tope; al día siguiente repetía la operación y confirmaba si el nudo seguía en el mismo sitio o había que correrlo hacia adelante o hacia atrás”, cuenta Henao.
Según ella, el capo se engordó en sus últimos años de vida por el estrés y la soledad.
Otra de las rutinas de Escobar antes de morir era leer todos los periódicos de la época (El Tiempo, El Colombiano, El Espectador), los cuales eran comprados por sus últimos escoltas.
También le gustaba ver los noticieros del mediodía y cambiaba de canales constantemente para no perderse las noticias que hablaban de él.
Otra parte de la rutina diaria del capo colombiano era su aseo personal. Según Henao, ella misma le sostenía el espejo para afeitarse y le hacía manicure y pedicure; además, en la mayoría de los casos, ella era quien le cortaba el cabello.
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